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. Son las nueve y media de la noche y decenas de personas ocupan las calles principales y los bares de la ciudad. Es Santander, ... Torrelavega o Castro Urdiales. Dos horas más tarde, las discotecas empiezan a subir la persiana para recoger el testigo de la juerga y la diversión, pero encuentran un panorama muy distinto. Muchos de los que tomaban copas y disfrutaban del ocio ya se han ido. Están en casa y volverán, pero por la tarde. Los dueños de estos locales asisten a una visión del ocio «cada vez más diurna» entre su público potencial. «Un cambio cultural», como define el presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Salas de Fiesta, Baile y Discotecas de Cantabria, Tomás Sánchez, que en una década ha provocado la fuga progresiva de «un 40% aproximado del público» y que obliga a los empresarios del sector a «reorganizar las formas de trabajo y adecuarse a este nuevo contexto, lo que la sociedad nos demanda».
El fenómeno del 'tardeo' o, dicho de otra forma, salir a tomar copas después de comer, atañe a 275 empresas de ocio nocturno en Cantabria. Son discotecas, salas de fiestas, productoras de festivales y eventos, entre otras firmas recogidas bajo el mismo epígrafe, y dan empleo a cerca de 2.200 trabajadores, sobre todo jóvenes, precisamente la única franja de edad fiel a la madrugada. El resto de clientes, especialmente a partir de los 35 años, ha dado con la forma de salir y socializarse de igual forma, pero a plena luz del día. Los mismos que antes frecuentaban las salas de fiesta, los pubs y las discotecas, ahora pasan la tarde en una terraza, con copas y unas aceitunas sobre la mesa. También en bares especializados en vermú, aperitivos o aquellos establecimientos que ofertan bebida más comida. Dan buena cuenta de este traslado en la propia Asociación de Hosteleros de Cantabria, que constata la proliferación de este tipo de locales en las principales ciudades de la región «desde hace cinco o seis años».
Pero el cambio de horario no es el único desafío al que se enfrenta el sector, que factura 220 millones de euros al año, el 1,6% del PIB regional, tal y como recuerdan desde la agrupación. A la nueva definición del ocio y la socialización se une desde hace años el problema de la competencia desleal. Un «intrusismo flagrante» que practica un 25%, aproximadamente, de los locales de la región. La denuncia de Sánchez se dirige a los establecimientos, como academias de baile, que trabajan bajo un epígrafe que no les corresponde. «Un señor no puede poner cuatro altavoces y funcionar como una discoteca», critica el empresario, preocupado por la ligereza con la que «estos centros de danza, por ejemplo, organizan cotillones o fiestas nocturnas en Nochevieja o los fines de semana, todo ello sin ser locales relacionados con la hostelería». Y no es la primera vez que se queja: «La Administración tiene que tomar cartas en el asunto y actuar».
220 millones de euros factura el sector del ocio nocturno, el 1,6% del PIB regional.
2013 fue cuando proliferaron los locales de vermú y aperitivos en Cantabria.
27.000 cántabros y 200.000 extranjeros disfrutan cada año de estos locales de noche.
25% de los locales en la región vende comida y bebida de forma ilegal, según Sánchez.
La demanda hacia las instituciones recuerda otro fenómeno ya conocido: el botellón. «El consumo de alcohol en vía pública está prohibido, pero quienes pagamos las consecuencias por la inacción somos los locales nocturnos. De nuestro negocio dependen muchas familias, pero también el turismo». Los datos están ahí: hasta 27.000 cántabros y cerca de 200.000 extranjeros, la mitad del turismo internacional que visita la comunidad, consumen habitualmente ocio nocturno. «Por eso es vital que la Administración actúe cuanto antes», insiste Sánchez.
Hay una particularidad en estos negocios que agrava la herida:«La mínima diferencia horaria que nos separa, de una hora y media». Por eso, el portavoz de los empresarios de ocio nocturno apela a la Administración «para que sea más flexible con nuestros márgenes tanto de apertura como de cierre, y así podamos dar servicio a todos esos clientes y turistas. Necesitamos un equilibrio, un margen de trabajo, como existía años atrás».
Cuando revive las dificultades del sector, Sánchez no puede evitar hablar en clave nacional. «Son problemas en los que coinciden todos los representantes del resto de comunidades. Eso sí, no podemos compararnos con Ibiza, Canarias, Barcelona, Sevilla o Valencia. Son mundos muy distintos. Nosotros estamos en una región con medio millón de habitantes. El clima también es distinto. Nosotros lo que buscamos es desestacionalizar el sector lo máximo posible, no sólo en lo que se refiere al ocio, sino a toda la hostelería, desde el hotel, los bares hasta las discotecas».
Una semana después de poner en común esta preocupación en un encuentro con sus homólogos del resto de comunidades, el presidente de los empresarios del sector apunta a «un cúmulo de causas diferentes» para justificar este cambio cultural. La más repetida: las consecuencias de «una larga crisis económica». «Diez años después, la recesión sigue afectando a mucha gente, a nosotros también», lamenta el representante, dueño a su vez de dos locales en Castro.
Eloy Gómez Pellón es catedrático de Antropología Social de la Universidad de Cantabria, y apunta a un progresivo «cambio de valores» en las sociedades occidentales para explicar la fortaleza que ha adquirido el 'tardeo', que le ha comido fuelle a la noche. Se trata de un «tiempo nuevo o segunda modernidad» que lleva a los jóvenes adultos a valorar «la vida natural y el disfrute de la naturaleza», prioridades que son más compatibles con este horario. «Mientras que el ocio nocturno no es compatible con el disfrute de la naturaleza en las primeras horas de la mañana, el 'tardeo', que puede ser una continuidad de la actividad matinal, lo es plenamente.
Incluso, podría decirse que la ideología de la sostenibilidad medioambiental también juega a favor del ocio de la tarde frente al de la noche», señala. Pero este fenómeno no responde sólo a una variable. Tal y como expone Gómez Pellón, el ocio diurno se convierte en una opción más deseable para «una sociedad moderna que se ha rebelado contra el consumo de alcohol, más propio de la noche», y añade: «El consumo de alcohol es impropio de quienes disponiendo de automóvil han asumido la responsabilidad de la conducción. Dado que esta responsabilidad crece con la edad y con las obligaciones familiares, es comprensible que expulse progresivamente a los adultos jóvenes de los espacios de ocio nocturno».
Hay una variable, eso sí, que en España adquiere una fuerza determinante: el problema demográfico. Esta «catástrofe» demora la edad de reproducción de los españoles hasta después de los 35 años, en el caso de las mujeres, «cuando las obligaciones de cuidar a los pequeños contradicen la posibilidad del ocio nocturno». Y recuerda que «a esta edad, al revés de lo que sucedía en el pasado, los abuelos se hallan en una fase más avanzada de la vida, y menos apta para asumir la responsabilidad del cuidado de los nietos en las noches de los viernes y sábados, lo cual obliga a los padres a refugiarse en el 'tardeo' como estilo de vida».
Asimismo, el profesor apunta a otro cambio que ha determinado la forma en que los jóvenes adultos se relacionan entre sí hoy en día, y que contrasta con el de años atrás: «Entonces, el hombre era el que trabajaba mayoritariamente y el que accedía más fácilmente a la diversión junto a sus iguales cuando llegaban las noches del fin de semana. En la sociedad postindustrial trabajan hombres y mujeres que, con mucha frecuencia, optan por un consumo restringido del ocio, en grupos de amigos y de amigas, e incluso en grupos familiares, lo cual es más compatible con el 'tardeo' que con la diversión de la noche». Todos estos motivos llevan al experto a concluir que «no sólo la ideología de la defensa de la ecología y la sostenibilidad» explican la evolución que se ha producido en las costumbres ligadas al ocio, «sino también la fortaleza que ha adquirido la ideología de la igualdad».
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