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Es la conversación del verano en las playas de la región. La temperatura del Cantábrico ha alcanzado cotas nunca vistas, más propias del Mediterráneo. El agua está mucho más caliente de lo habitual, tanto que hasta ha desaparecido esa sensación de vértigo tan norteña ... de meterse poco a poco, con el estómago encogido y los brazos en alto, para aclimatarse al cambio. El pasado mes de julio se registró la temperatura media más cálida de los últimos seis años. El sistema satelital de medición que maneja Puertos del Estado registró frente a los acantilados de Cabo Mayor 21,4º, que es casi un grado y medio más que en 2016 (20,03º) cuando comenzó a tomar sus mediciones.
La comunidad científica no sale del asombro. «Estamos perplejos y también preocupados porque se están registrando muchas anomalías climáticas a la vez», resume Antonio Punzón, científico investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en Santander.
20º fue la temperatura media del mar en julio de 2016 en Santander.
0,7º ha subido este año la temperatura media de julio con respecto a 2022.
23,5º es la temperatura más alta registrada. Se detectó en julio de 2018.
Los números son contundentes. El organismo que rige los puertos españoles, dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, dispone de un sofisticado sistema para obtener la información de la temperatura superficial del agua a través de teledetección. Es decir, esa información la obtiene a través de sensores de gran precisión instalados en satélites Sentinel-3 de la constelación de la que dispone el programa europeo Copernicus.
En total, hay más de 5.000 puntos diferentes de observación repartidos por todo el país -muchos de ellos en la costa de Cantabria-.
Muy cerca del faro de Cabo Mayor, en Santander, se encuentra uno de ellos. Tiene registros desde 2016. Julio y agosto son, tradicionalmente, los meses del año donde el agua del mar alcanza su mayor temperatura, en parte, porque es cuando más horas de insolación se registran.
Sin embargo, el pasado mes de julio pulverizó todos los registros. La serie histórica arrancó en 2016. El mes más cálido fue julio, con una temperatura media de 20,03º. En 2017 fue agosto, con 20,72º; en 2018, de nuevo agosto, con 21,25º; en 2019, otra vez agosto, con 20,77º. Entonces llegó la pandemia y la paralización mundial parece que dio un respiro al planeta. Ese año la media más alta fue de 20,43º en agosto y al año siguiente, tras meses de confinamiento en la mayoría de los países del globo, cayó hasta los 19,71º.
Luego, volvió a repuntar: 20,73º el año pasado -en agosto- y 21,44º este julio pasado.
Para entender mejor este fenómeno, los científicos insisten en que hay que hacer una radiografía de lo local hasta lo global. Y apuntan en dos direcciones. «La Agencia Estatal de Meteorología ha constatado que hay una circulación atmosférica poco habitual. Los vientos alisios que van de la costa africana al golfo de México están muy debilitados y hay un anticiclón instalado en latitudes altas. Eso hace que la temperatura del aire también sea muy alta, lo que tiene su traslado a las aguas superficiales de los mares y océanos porque las calienta», relata Punzón. Por otro lado, insiste el investigador del IEO, el cambio climático tiene efecto en los regímenes de corrientes. «Estas pueden alterarse. Hay publicaciones científicas que advierten de que la Corriente Circular del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) se podría estar ralentizando, y es la responsable de que en el hemisferio norte atlántico tengamos este clima templado. Si se ralentiza, pierde capacidad para atemperarlo», añade.
Las frases
Antonio Punzón | Científico investigador del IEO «Se están registrando muchas anomalías climáticas a la vez. Nos preocupa mucho»
Juan M. Portugués | Centro de buceo (Mogro) «En junio ya notamos como la temperatura de una semana a otra subió entre tres y cuatro grados»
Gabriel Zuloaga | Nemo Divers (Laredo) «Cuando abrimos hace diez años, a 20 metros de profundidad estábamos a 14º. Ahora, a 20-21º»
En definitiva, que el mar Cantábrico, como otros, es como una bañera grande que está recibiendo más calor de lo habitual desde la atmósfera y menos agua fría. «Además, el agua no es como el aire, tarda más en calentarse y también en enfriarse. Por eso es muy probable que se registren anomalías de altas temperaturas en el Cantábrico», explicó el mes pasado en estas mismas páginas el meteorólogo Roberto Brasero.
Lo hizo a mediados de julio, justo después de que se produjera una de estas citadas anomalías. La temperatura superficial del mar subió de golpe desde junio casi cuatro grados por encima de lo que es habitual en estas fechas. El buque Juan de la Cosa, del Instituto Social de la Marina, que se encontraba navegando varias millas al norte de la costa de Cantabria, registró mayor temperatura en el agua que en el aire: 20,6º en la atmósfera, 21,6º en el termómetro acuático.
Los expertos ya apuntaron dos posibles causas. «Llevamos casi un mes sin apenas movimiento en la atmósfera y eso condiciona que no haya fuertes vientos, que son los que suelen mover la capa superficial del agua, que está más caliente, y que permite que afloren las masas más frías que están en zonas más profundas», detalló por entonces César González, también investigador del IEO.
La segunda fue la baja salinidad registrada. Esta presentaba valores inferiores a los normales. En la parte más superficial del mar se ha creado este verano una capa de agua dulce, aislada del resto, que se calienta con mayor facilidad. Como esa capa es aún más consistente de lo habitual, porque también ha habido más vertido de aguas continentales, el efecto también es mayor.
No son científicos, pero ellos, al igual que los bañistas, también han percibido el aumento de temperatura. Los diferentes centros de buceo que hay en la región corroboran los datos científicos. «Ahora mismo, hay días en que los relojes-ordenadores que llevamos han llegado a marcar 23º en el agua de la superficie y 20-21º a 20 metros de profundidad», explica Gabriel Zuloaga, responsable de Nemo Divers, en Laredo. «Hace diez años, cuando abrimos el centro, en superficie no pasábamos de los 18º y a 20 metros, como mucho, había 14-15º», recalca.
Una teoría que suscribe Juan Manuel Portugués, responsable del Centro de Buceo Calypso de Mogro, en el municipio de Miengo. «En junio, notamos mucho como, prácticamente de una semana a otra, la temperatura subió muchísimo: tres o cuatro grados. Después se ha mantenido al alza. Ahora, a 15 metros de profundidad, en la isla de Los Conejos, no es extraño estar a 23º», añade.
Sus clientes también lo han notado. «Nosotros usamos lo que llamamos trajes húmedos -se mojan por dentro, no son estancos-. Otras temporadas la gente se quejaba de que pasaban frío al cabo de un rato, pero ahora, con estos valores, ya no», remarca Zuloaga.
Los amantes del submarinismo buscan contemplar la vida marina, que también ha cambiado. «Lo notamos mucho en las especies que empiezan a aparecer y antes no eran tan habituales. Este verano nos hemos encontrado muchos peces ballesta y hemos detectado más algas laminarias que otras campañas», subraya el responsable del centro de buceo de la localidad pejina.
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