Secciones
Servicios
Destacamos
Después de tantos meses a la espera de una solución a sus dolores, Olga Cayón no se reconoce. «Me consideraba una persona enérgica, alegre, deportista. Pero desde que me caí, todo ha cambiado». De ese «fatídico» momento se cumplirán dos años en agosto. «Me di ... un porrazo tremendo. Me dolía la rodilla, la muñeca, el pecho, las costillas. No podía respirar». Confió en que fuera sólo cosa del golpe. Pero tras pasar una noche «horrible», decidió acudir a Urgencias, donde confirmaron que tenía un esguince en la muñeca y contracturas en algunas costillas. «De la rodilla no me dijeron nada», explica, a pesar del dolor que sentía y que –asegura– manifestó en varias ocasiones. «Me mandaron para casa. Antiinflamatorios y mucho reposo. Nada más», cuenta.
Pasaron cinco días y la molestia en la rodilla iba cada vez a peor. Así que acudió a su médico de cabecera. «En el momento en el que me hizo una maniobra, pegué tal grito que enseguida supo lo que me ocurría». «Esto es el menisco, Olga». Y automáticamente solicitó una resonancia magnética. «Siete meses tardaron en hacerme la prueba para, por fin, corroborar que lo tenía roto».
«Ilusa de mí, creí que, llegados a ese punto, las cosas iban a ir rodadas». Pero se equivocaba. Aún le quedaban otros cinco meses de «martirio» para tener una cita con el traumatólogo. En todo este tiempo ha tenido que aprender a convivir con el dolor. «Tomo nueve pastillas diarias. Y de verdad que esto no es vida. Esta situación me ha llevado a estar muy desanimada», lamenta. A finales del pasado enero, le hicieron el preoperatorio en Sierrallana. «En cuatro o cinco semanas te operamos», le dijeron. Hoy aún sigue esperando.
Salta a la vista la lesión de Carlos Pellón, paciente de 49 años institucionalizado en Padre Menni. Cuando se descubre el hombro derecho se puede observar claramente una deformidad causada por la luxación y la rotura del húmero, que sobresale. Así está descrito en su informe médico del 7 de diciembre de 2020: 'El paciente debe someterse a una cirugía por el desplazamiento de la placa que se le puso previamente en el hombro derecho». Han pasado dos años y tres meses desde que entró en la lista de espera quirúrgica, pero la cita nunca llega. «Me siento muy impotente».
Tiene el hombro desencajado y una movilidad muy reducida del brazo derecho. «Casi no me puedo vestir, tengo mucha limitación para usar este brazo y convivo con el dolor cada día. Ya me he acostumbrado, he hecho callo», asegura. El día de la operación no termina de concretarse. «Al principio contaba los días, pero ya llegó un momento en el que he dejado de esperarlo...».
Este verano, cuando todavía tenía esperanzas de que le llamaran, Carlos escribió una carta dirigida al Hospital Marqués de Valdecilla, para comprobar que seguía incluido en la lista. «Tenía la sensación de que se habían olvidado de mí y reclamé la urgencia del caso». La carta tuvo su efecto y le llamaron del servicio de Traumatología para nuevas pruebas y consultas que no hicieron más que confirmar «la necesidad de operación del hombro desplazado», indica el nuevo informe, que «recomienda operación en Santa Clotilde», centro concertado por el Servicio Cántabro de Salud. Sin embargo, este hospital «rechazó la operación, pero no me han explicado los motivos».
Un tropiezo en el verano de 2021, cuando salía de su trabajo de atención de ayuda a domicilio, cambió drásticamente la vida de Trinidad Peña. En el portal de esa vivienda estaban haciendo obras para instalar un ascensor. Trinidad pisó mal, metiendo el pie entre unos tablones de madera provisionales y recuerda cómo sonó 'crack' en su rodilla. «El traspiés me dolió mucho, pero pensé que se me pasaría en unos días», cuenta. Como el dolor aumentaba, Trinidad, que reside en Cicero, pidió cita a su médico de cabecera. «Me dio medicación, pero no me hizo ninguna prueba. Por mi cuenta, acudí al fisioterapeuta y me advirtió de que tenía pinta de ser algo más», señala.
Ante esta segunda valoración y que el dolor iba a más y a más, volvió a pedir cita. Esta vez, en octubre, un médico distinto le indicó una radiografía y fue citada para mayo de ese mismo año para hacerse una resonancia. «Hasta junio, diez meses después de haber sufrido la lesión, no me había visto un traumatólogo, que finalmente me diagnosticó y me informó de que me tendría que operar», denuncia la paciente.
Desde entonces espera cada día que le llamen para someterse a la intervención. «Llevo siete meses en lista de espera para la operación y han pasado 17 desde que me caí. Mi vida no ha hecho más que empeorar debido a una serie de pasos que podrían haberse agilizado», lamenta Trinidad, que se encuentra de baja laboral desde entonces. «No puedo agacharme ni mover la pierna. Tengo que estar en reposo, de la cama al sofá y poco más. Todo esto me ha generado muchísima ansiedad y he engordado 15 kilos», añade.
El problema de Medeline Lesser con sus rodillas viene de lejos. Cuando aún residía en su país de origen, Guatemala, se sometió a una operación en la pierna izquierda por un desgaste en el cartílago que le generaba «muchos problemas» en su día a día. Hábitos tan simples como subir por las escaleras o caminar cargada con bolsas se convirtieron en un suplicio. «Todo salió bien y me recuperé muy rápido», explica. Lo que no se imaginaba es que, tres años después, con una mudanza de por medio a Cantabria, le ocurriría lo mismo en la pierna derecha. Sintió un pinchazo que le resultaba familiar. Un dolor que, «por desgracia», ya conocía. «Por favor que no sea lo mismo», pensó. Muy a su pesar, estaba en lo cierto. Y vuelta a empezar.
«Han pasado casi dos años. Me imaginaba lo que tenía pero necesitaba visitar al especialista para poder entrar en la lista de espera de la operación». Algo que sucedería doce meses después. «A partir de ahí me imaginé que las cosas irían más rápido. Nada más lejos de la realidad». De hecho, todavía no se ha sometido a la intervención. «Desde octubre estoy esperando», lamenta. Eso sí. Lo ha intentado todo. «He ido a mi médico de cabecera a preguntar mil veces. Porque me molesta mucho». Con un pequeño movimiento, cuenta, ya se le puede hinchar la rodilla «una barbaridad». Un desgaste que no le permite vivir con normalidad. Ni tan siquiera jugar con sus hijos o pasear con ellos por la playa. «Si lo hago, tengo que estar tres días sin moverme. Esto no es normal».
El pasado martes volvió a preguntar. «Me dijeron que ya tenía médico asignado pero no me quiero ilusionar», concluye.
José Luis Calva no puede esperar más. Al dolor y la molestia que le suponen las varices que tienen en la pierna izquierda, se suma el complejo y la vergüenza por el gran tamaño que han adquirido con el paso del tiempo. «Me da mucha vergüenza. Aún recuerdo el verano pasado que no me podía poner pantalones cortos. Era superior a mí». Por eso, no puede parar de pensar en que se repita la historia si no se las extirpan antes de que llegue el calor. «No me quiero imaginar el mismo panorama. Qué horror. Ahora están muy abultadas. Muy feas», lamenta. José Luis vive en el centro de atención a la dependencia de Las Caldas del Besaya. Allí reconoce ser «muy feliz». Lo que más le gusta es hacer ejercicio y salir a pasear con el resto de sus compañeros. Algo que ya no puede hacer como antes por la incomodidad que le suponen las venas varicosas. A todo esto hay que sumar que tiene úlceras en los pies y que, caminar con normalidad, entre una cosa y otra, cada vez se le complica más.Todo empezó hace poco más de un año cuando solicitó una cita en el servicio de Cirugía Cardiovascular de Valdecilla. «Cada vez me crecían más, igual que el dolor», explica. Entonces, tras la revisión médica, entró en lista de espera para la extirpación de las varices. «Me tenían que operar de ambas piernas», explica. Cinco meses después de esta primera cita, le operaron de la pierna derecha. En pleno julio. «Pensé que sería todo seguido». Sin embargo, no fue hasta octubre del año pasado cuando entró de nuevo en la lista de espera para repetir la intervención en la pierna izquierda. Y aún no le han llamado. «Las varices no sólo me molestan, también me acomplejan mucho».
No puedo seguir así, cada día voy a peor, tomando pastillas para calmar un dolor en la pierna que sólo se solucionará con la operación, pero que nadie me dice cuando será», se queja Emilio Lanza, de 67 años. Lleva cinco meses en la lista de espera quirúrgica de Traumatología de Valdecilla, pero hasta llegar al diagnóstico (artrosis de cadera) ya había pasado por un año entero de «pruebas, demoras y consultas».
Cuando su traumatólogo puso en el informe 'operación de cadera para colocar prótesis con carácter preferente', Emilio pensó que ya había dejado atrás lo peor. Sin embargo, «pasan los meses y la operación no llega. Y mientras tanto, cada día me cuesta más valerme por mí mismo en las actividades cotidianas. Cojeo mucho y, a este paso, no sé si voy a llegar al quirófano en silla de ruedas o en camilla», lamenta. Desde que, hace año y medio, los fuertes dolores le llevaron a su médico de cabecera, en el centro de salud de la calle Vargas, «me han cambiado la medicación varias veces e incrementado los analgésicos. Y tengo claro que todas estas pastillas me acabarán afectando al aparato digestivo». Una experiencia «desesperante», apunta, en la que «todo va tan lento que al final las listas de espera se van a reducir, no porque sea más eficiente el sistema, sino porque los pacientes vamos a ir desapareciendo».
Porque lo grave, opina, es que «somos muchísimos los cántabros en esta situación e incluso en otras peores. Y a los profesionales se les ve cada día más desanimados ante este panorama. ¿Los gestores y directivos de sanidad, si están enfermos, también tardan un año en saber su diagnóstico? Pues va ser que no», critica.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.