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Celedonio Martínez, fotógrafo de El Diario, haciendo trabajo de calle esta semana Roberto Ruiz
Del termómetro al oxímetro

Del termómetro al oxímetro

Mesa de redacción ·

Teresa Cobo

Santander

Jueves, 30 de abril 2020, 19:59

Lo que Pedro Sánchez y sus ministros llaman 'desescalada' va a ser en realidad una segunda escalada que va a requerir de toda la moral y el equipo que podamos reunir. Cuando hayamos completado el descenso desde la cumbre de contagios de Covid-19, tendremos que subir otro macizo escarpado hasta reconquistar la cima de la vida corriente. El siguiente ascenso va a resultar duro, aunque esperemos que menos doloroso que el primero, en el que han fallecido ya más de 24.500 alpinistas que se nos han caído de la cordada. Desconocemos cuánto durará la travesía hacia esa «nueva normalidad» de la que habla el Gobierno, que no sabemos si volverá a parecerse a la vieja. El deseo común es recuperar niveles aceptables de salud pública, de empleo, de bienestar físico, psíquico, económico y social. Y hacia esa meta caminamos.

Los últimos datos invitan a la esperanza, por ser menos malos que los precedentes. Por segunda vez desde el estallido de la pandemia, Cantabria ha registrado cero muertes en 24 horas y España ha bajado de las trescientas, con el número diario más pequeño desde el 20 de marzo: 268. Las infecciones decrecen y las recuperaciones se incrementan, con más de 112.000 curados. Pero no ha desaparecido el riesgo de repunte. Y hasta las cifras positivas esconden realidades no tan buenas.

Muchos de los enfermos dados de alta en los hospitales siguen su tratamiento en casa, con ayuda de un médico que los orienta a través de llamadas telefónicas cada vez más espaciadas. Continúan durante semanas con síntomas que les inquietan y que, según los casos, pueden ser debilidad, fatiga, tos, dolores de cabeza, lumbago, opresión en el pecho... El proceso de recuperación es lento y desigual, y cargado de incertidumbres. A veces no se les repiten los test y no saben cuándo pueden darse por sanos, si está descartada la recaída, si han desarrollado anticuerpos, si pueden contagiar a otros.

El abominable bicho de las fiebres es retorcido y veleidoso en sus estrategias de ataque colectivo e individual. Ya hemos descubierto que se vale de personas asintomáticas para propagarse. Y sabemos que los síntomas más comunes que deben ponernos en guardia son la fiebre alta, la tos seca y el cansancio, a los que a veces se suma la dificultad para respirar. Con menor frecuencia, el infectado presenta dolor de cabeza, congestión y secreción nasal, dolor de garganta, diarrea, náuseas, vómitos, pérdida del olfato y alteraciones del gusto. Todo ello sujeto a posibles revisiones de los estudios médicos aceptados hasta la fecha.

Cada vez aprendemos más sobre la forma de matar del SARS-CoV-2. Los científicos informan y los ciudadanos tomamos nota y hacemos lo que podemos. Ahora hemos pasado del termómetro al oxímetro. Este instrumento médico se agota en las farmacias. El oxímetro de pulso o pulsioxímetro es un dispositivo que se pinza en el dedo y sirve para medir los niveles de oxígeno en sangre, que en una persona sana que resida al nivel del mar suelen ser de entre el 90% y el 100%. ¿Por qué se han disparado las ventas? Por temor a la neumonía silente con la que el Covid-19 cursa en pacientes que han tenido algunos de los síntomas, pero no problemas respiratorios. Sólo notaron la sensación de ahogo el día en que acudieron al hospital y ya estaban en un estado crítico.

El médico de Urgencias Richard Levitan publicó hace unos días en The New York Times un artículo que ha alcanzado una gran repercusión. «Casi en todos los casos el Covid-19 mata a través de los pulmones y muchos pacientes no van al hospital hasta que su neumonía está muy avanzada», escribía. Los enfermos cuyos expedientes examinó presentaban una saturación o nivel de oxígeno en sangre muy preocupante, hasta del 50%. Por eso recomienda el uso del oxímetro a las personas que hayan dado positivo en coronavirus o que sufran fatiga, tos y fiebre. Las lecturas del aparato les pondrán sobre aviso, aunque no noten que les falta el aliento.

Respirar aire puro en los bosques para oxigenar los pulmones es una de mis mayores aspiraciones para cuando todos superemos la cuarta fase y sólo me quede la quinta: aparcar las muletas. Fermín García, el montañero que a. c. nos guiaba cada viernes desde El Diario en una ruta por los inagotables parajes de Cantabria, suele enviarme «marchucas digitales». Si él puede aguantar sin la montaña, podemos todos. En su caso me parecía imposible. Cada vez que han detenido a alguien en el monte por haberse saltado las normas de confinamiento, me he temido lo peor. «¡Va a ser Fermín!». Pues no. Con 72 años y una operación a corazón abierto hace ocho meses, se sabe señalado por el bicho. «No cruzo la puerta del portal. Tengo una enorme capacidad de adaptación. Mucha lectura, mucho Vivaldi, Corelli, Mozart, Bach... Y mucha montaña imaginativa», dice este maestro jubilado que todavía da lecciones.

Lee aquí la serie Mesa de Redacción.

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