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Sofía Basurco, educadora social en la Casa de los Muchados de Torrelavega, en las instalaciones de El Diario Montañés. Roberto Ruiz
La terrible y esperanzadora vida de Sofía

La terrible y esperanzadora vida de Sofía

Esta cántabra de 24 años pasó su adolescencia en dos centros de menores después de sufrir maltrato intrafamiliar durante años. Hoy, es educadora social en la Casa de los Muchachos de Torrelavega

Ana del Castillo

Santander

Domingo, 23 de marzo 2025, 07:40

Sofía Basurco (Laredo, 2001) se presentó en el instituto con una maleta, la cara reventada y hematomas a un lado y a otro de las costillas. «Fue la noche que más recuerdo. Creí que no viviría para contarlo. Llevaba dos semanas sin ir a clase, me lo había prohibido, y aquel día me golpeó con fuerza con la parte baja de la palma de la mano, como tantas veces me enseñó que debía hacerse cuando querías romper la nariz a alguien. No tenía forma de pedir ayuda, me había quitado el móvil. Cuando se fue a llevar a mi hermana al colegio -ella siempre podía ir en coche, yo tenía que ir andando durante cuarenta minutos-, decidí escaparme».

Esta joven laredana pasó su adolescencia, de los 14 a los 19 años, en centros de menores, primero en el de Atención a la Infancia y Familia (CAIF) y después en el Hogar Tutelado Ángeles Custodios, ambos en Santander. Tras aquella paliza, la última de muchas, Sofía acudió con una docente de su instituto al hospital, donde le hicieron el parte de lesiones que serviría para poner fin a la violencia intrafamiliar que llevaba sufriendo mucho tiempo. Su padre perdió automáticamente la custodia, pero su hermana no quiso testificar y la denuncia por maltrato no prosperó.

El infierno del que salió

«Me golpeó con fuerza con la parte baja de la palma de la mano, como tantas veces me enseñó que debía hacerse cuando querías romper la nariz a alguien»

Sofía Basurco

Víctima de violencia intrafamiliar

Busca en su memoria un momento cómplice con él. Un rato de felicidad que pueda rascar y poner en valor, pero no hay suerte. «Mi padre trabajaba en la noche y solo aparecía los domingos», señala. Así fue hasta que su madre, funcionaria de profesión, «falleció de un infarto tras años de abusos de las drogas y el alcohol». Ocurrió cuando tan solo tenía 12 años. Ahí comenzó su verdadera tortura. «Nació el monstruo», señala. Acabó normalizando los golpes, los insultos, tener siempre piojos, que no hubiera comida en la nevera, no ducharse o hacerlo con agua fría o que «acabara desnuda haciendo cosas que no quería hacer».

Sofía con una careta de Minion durante la pandemia con sus compañeras del centro. Debajo, una fotografía de pequeña y a la derecha el día de su comunión junto a su padre. S DM

Su habitación era esa especie de trinchera en la que aguardas el regreso del enemigo. Un refugio y a la vez una cárcel. «Mi padre hacía la comida para él y para mi hermana y yo estaba obligada a hacerla para todos. Si no cumplía las órdenes tenía problemas y me encerraba en el dormitorio durante horas».

Buenas notas

«Me robaron mi pasado, el presente, pero no iba a dejar que acabaran también con mi futuro. Por eso me volqué en los estudios»

Sofía Basurco

Víctima de violencia intrafamiliar

Cuando llegó al CAIF, en Santander, se abrió ante ella otra forma de consumir el tiempo. Era un lugar, también con los tormentos que lleva cada menor en su mochila, pero libre de maltrato, y la cobardía es un traje muy pesado que Sofía no estaba dispuesta a cargar. «Me robaron mi pasado, el presente, pero no iba a dejar que acabaran también con mi futuro. Por eso me volqué en los estudios». Se matriculó en el IES José María De Pereda. Fue siempre brillante. Sacaba buenas notas y nunca perdió el interés por aprender, aunque debe señalarse que también hubo momentos de oscuridad, de ataques de pánico, de autolesiones, –«de levantarme todos los días llorando», apunta–, y de no poder desprenderse de esa inseguridad que se pega al cuerpo como una babosa. «Era una niña con muchos gustos y aficiones. Tenía un buen grupo de amigos y era muy estudiosa. Siempre tuvo las cosas claras, era muy pragmática», describe María Magán, educadora social que acompañó a Sofía durante su estancia en los centros de menores.

Perfil de éxito

Dentro del gremio, su expediente es conocido como 'perfil de éxito'. Era una joven buena, madura, con notas brillantes y que ha sabido buscarse un futuro profesional y personal seguro, a pesar de la profunda huella del maltrato. «Ha tenido muchísima resiliencia y ha tirado para adelante. Su paso por aquí (el hogar tutelado de los Ángeles Custodios) fue un éxito porque cumplió con todos los objetivos. Hay gente que sale, que acaba el programa, pero luego las cosas se tuercen. Sofía vino con una base muy sólida y potente. Por su forma de ser hizo amigos rápido en el instituto, es una persona sociable», explica Magán.

Su educadora social

«Ha tenido muchísima resiliencia y ha tirado para adelante. Su paso por aquí fue un éxito porque cumplió con todos los objetivos»

María Magán

Educadora Social en el Hogar tutelado Ángeles Custodios

Basurco, que lleva el apellido únicamente de su madre, se sacó una carrera universitaria, el Grado de Educación Social, y desde hace cinco meses trabaja en la Casa de los Muchachos de la Fundación Amigó, en Torrelavega, «donde intenta trasladar a los menores todo lo que a ella le funcionó cuando vivió en el centro», apunta Magán.

«El sitio es espectacular. Dejan al educador trabajar con libertad para decidir, para poder poner un pedacito de mí misma, de mi historia y de mi experiencia en lo que estoy haciendo. Eso es lo bonito. Es un trabajo muy vocacional», dice Sofía, sin perder de vista que su objetivo, en lo profesional y vital, es convertirse en un referente para ella misma. «Hasta hace poco no lo he sido», apunta. Y es que la desesperación por no tener ese pilar fundamental, el de la familia como lugar en el que nada puede pasar, le atormentaba. Una dependencia de la que se fue desprendiendo con mucha terapia. «A veces me entra la pena de no tener familia».

Futuro

«Quiero que todos los que pasamos por ese infierno acabemos siendo perfiles de éxito»

Sofía Basurco

Educadora social

Sofía pretende recuperar la felicidad que le robaron de pequeña. Está independizada, vive en en Santander, tiene pareja y quiere ser madre pronto, «lo antes posible». Mientras, seguirá ayudando con su experiencia a otros, en centros de menores o impartiendo charlas, como ya ha hecho en la Universidad de Barcelona o Pamplona. «Quiero que todos los que pasamos por ese infierno acabemos siendo perfiles de éxito».

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