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Tony Calleja es un jesuita maltés que ha trabajado los últimos 15 años para el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR): cuatros años en Tanzania, siete en Grandes Lagos, donde acompañó a 18.000 refugiados de Burundi a casa desde su exilio en Tanzania, y ... los últimos cuatro años ha dirigido el servicio en la región de Oriente Medio, marcada por el conflicto sirio. Calleja narra su experiencia en los campamentos, donde ha visto a los refugiados «compartir lo que tienen con una facilidad que nos sonrojaría a los europeos, que solo damos si sobra».
-¿Qué opina sobre la decisión del Gobierno español de acoger al buque 'Aquarius'?
-El gesto del Gobierno español hacia las 629 personas concretas que estaban en alta mar sin poder volver ha sido loable. También creo que se precipitó un poco porque ahora ¿qué va a suceder? En verano habrá más barcos por el efecto llamada y las mejores condiciones. ¿Tendrá España posibilidades reales de integrarlos? No es sólo recibirlos, sino ofrecerles un proyecto de vida.
-Desde su experiencia sobre el terreno ¿cómo cree que podría abordarse el problema?
-Europa tiene una política migratoria muy pobre. Los países se chutan la pelota y han dejado a Italia sola arreglárselas con sus 600.000 refugiados. Es la política de la improvisación. La presión de los refugiados debe compartirse entre los países. ¿Qué ha pasado con las cuotas? España e Italia asumen todo el peso. Los ciudadanos van por delante de los políticos y como ejemplo, en Alemania y Austria el Gobierno cerró las puertas, sin embargo los ciudadanos acudieron por su cuenta a recoger a refugiados a las estaciones de tren. Las personas actúan al ver a gente sufriendo.
-¿Quién ayuda a los refugiados?
-Los que más ayudan a los refugiado son los propios refugiados, se ayudan los unos a los otros. Es asombroso ver como, a pesar de su dura situación de pobreza y escasez, son capaces de compartir lo que tienen con una facilidad que nos sonrojaría a los europeos, que compartimos si es que nos sobra. Cabe recordar que ser solidario requiere hacer un esfuerzo e incomodarse.
-¿Cómo es la vida en los campamentos?
-Es terrible vivir hacinados. Es terrible extender cada día la mano para recibir comida. Es terrible vivir con inseguridad, sobre todo por las noches, sin alumbrado. Los refugiados llegan de paso, pero conozco a muchos de ellos que su estancia ha sido de diez años. ¿Como crías en este entorno a tus hijos? En estas circunstancias pierden todo proyecto de vida y esto es lo más duro. Nadie deja un país por deporte y toda su vida atrás. Las razones para hacerlo son siempre porque su vida estaba en peligro. Aunque la vida en los campamentos es terrible saben que la vuelta a sus países, devastados por las guerras, sería peor. En los campamentos tienen agua potable, escuela para sus hijos y asistencia medica básica. Lo más duro son las separaciones familiares de hijos o cónyuges perdidos en la huida; y los ancianos, que están solos.
-¿En qué consiste el día a día del servicio que ofrecen?
-En el Servicio Jesuita al Refugiado les acompañamos en su dramática situación con especial hincapié en la escucha a cada persona. Visitamos muchos contextos urbanos en Siria, Irán y Líbano. Nos desplazamos para llegar a ellos. Así queremos restablecer su dignidad y tenderles la mano. Además, invertimos fondos económicos para dar un servicio de calidad. En Siria tenemos escolarizados a 3.500 niños. No nos vale cualquier escuela. Invertimos dinero para formar a los profesores, en material escolar, en que tengan un desayuno porque muchos niños vienen con el estómago vacío y así nadie puede aprender. Les proporcionamos autobuses para su desplazamiento hasta la escuela. Muchos viven retirados y el trayecto es peligroso. Les garantizamos protección.
-¿Ha temido por su vida?
-Se viven situaciones complicadas pero no pienso mucho, es clave para continuar. El Congo fue el país más violento. En una ocasión estalló una rebelión y las milicias nos retuvieron durante un mes en una pequeña localidad en la que cualquier joven se alzaba como 'señor de la guerra' y las armas fabricadas en Europa eran fáciles de encontrar. La situación se pone más peligrosa y tengo miedo por los voluntarios españoles. Hace unos años los voluntarios de Cruz Roja eran intocables, pero hoy están en riesgo de secuestro. Han visto que es una manera de cobrar un rescate o les disparan para robarles la camioneta.
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