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El tesoro de Peñacastillo

El tesoro de Peñacastillo

Leyendas de Cantabria ·

El techo de Santander está horadado por una compleja estructura de túneles que esconde una fortuna

Aser Falagán

Santander

Sábado, 3 de julio 2021, 07:36

Un puesto de vigilancia avanzada con vistas a la bahía y a Santander, un enorme silo, una base operativa secreta o incluso todo un entramado civil o militar. Todo lo que dé de sí la imaginación cabría en los túneles secretos de Peñacastillo, una compleja red de galerías artificiales que la tradición oral sitúa en las entrañas del punto más alto de la ciudad. Una antigua megaestructura olvidada y cegada sin que la ciudad llegara a olvidarla del todo. El interior del techo de Santander es así, al parecer, como un enorme queso gruyere; un entramado de túneles como guaridas, refugios o escondite de grandes tesoros.

Peñacastillo es mucho más que una montaña herida por la enorme dentellada que le arreó su vieja cantera. Para empezar, da nombre a una de las cuatro pedanías de Santander y apunta a haber sido uno de los asentamientos humanos más antiguos del municipio. Alrededor de su cambiante pero inconfundible figura se han fraguado no solo uno de los pueblos más característicos de Santander, que incluso llegó a tener una trainera subcampeona de España hasta que la fiebre urbanística cegó su salida al mar, sino unas cuantas leyendas semienterradas en su viejos caminos y grutas, algunas de ellas desaparecidas cuando se decidió desollar la antigua peña, de nuevo en aras de la industria de la construcción.

Una de ellas asegura que la peña está poco menos que hueca; plagada de túneles defensivos en una infraestructura subterránea similar a la de Gibraltar. Túneles que habrían tenido distintas funciones a lo largo de la historia, especialmente durante los conflictos bélicos. Como refugio, almacén, cuartel o puesto defensivo. Todo según la versión y la capacidad inventiva de cada cual. La comparación con el peñón no es casual, porque hasta bien entrado el siglo XX el agua bañaba casi las faldas de la misma montaña en una imagen, salvando todas las distancias, que evocaba la de Gibraltar, con lo que una peña trufada de túneles completaría a la perfección el símil. Si los viejos túneles bélicos gibraltareños del XIX fueron ampliados durante la Segunda Guerra Mundial, los de Peñacastillo podían haber bullido de actividad muy pocos años antes, durante la Guerra Civil, para vigilar buena parte de la bahía y la ciudad que le sirve de cabecera. O tal vez para refugiarse de los bombardeos.Qué más da el uso que se les quiera imaginar, si al final la historia es falsa.

Probablemente la leyenda beba en parte del pasado de la vieja y maltratada peña, horadada durante décadas por una cantera que la imaginación popular pudo llegar a convertir en mina subterránea. Así, una infinidad de túneles se cruzarían en el interior de la montaña con quién sabe qué ocultos y ya desconocidos propósitos de acuerdo con la versión más extendida del mito habrían quedado ya fuera de servicio y cegados para evitar tanto accidentes como visitas de curiosos.

El ejercicio de fantasía tampoco era tan difícil, puesto que las historias de yacimientos, grutas y tesoros son casi consustanciales a Peñacastillo prácticamente desde que existe constancia escrita. Desde una gran fortuna que estaría enterrado en una de sus laderas, al más puro estilo de Robert Louis Stevenson, a otras que hablan de antiguos habitantes de la época paleolítica. Historia esta última menos rocambolescas y con visos de verosimilitud, pero también difícil de constatar ante la literal desaparición de buena parte de la fachada sur de la peña víctima de la extracción de piedra. Otras, como la de ese viejo tesoro escondido durante la Reconquista, resultan mucho más retorcidas y difíciles de verificar, pero con el paso de los años y las generaciones también podría haber contribuido a alimentar la leyenda.

Todo muy molón; una historia a la que solo le falta un dragón custodio para hacerla verdaderamente fascinante. Una lástima que toda esa fascinación se desmorone por el detalle de que, pese a la leyenda urbana, ni la peña está hueca ni ningún túnel la atraviesa. La ausencia de cualquier tipo de galería más allá de los recovecos y grutas naturales desmonta la teoría de una Peñacastillo hueca, y si alguna vez lo estuvo la mina dejó sus túneles cara vista.

O tal vez los túneles sí que existan. Quizá hayan permanecido tan ocultos que nadie ha sido capaz de localizarlos. Puede incluso que en ellos habiten monos escapados de Cabárceno que se comuniquen en secreto, y en llanito, con los de Gibraltar. Monos que custodien un tesoro milenario y preparados para colonizar uno de los últimos reductos rurales de Santander. Si un día paseando por la peña se encuentra con uno de ellos o advierte un fuerte olor a dragón esté alerta, porque en ese caso puede que la leyenda sea real.

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