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El caso del doble crimen de Liaño se encuentra en un callejón sin salida. El único y principal sospechoso, José Reñones, ha defendido su inocencia tanto ante la Guardia Civil como ante el juez, mientras que varios testigos insisten en que lo vieron regresar a ... la casa de Eva Jaular después de ser expulsado por la Guardia Civil, lo que le sitúa en el escenario del crimen en el tramo horario en el que el forense fija las muertes de la joven y su bebé de once meses (entre las 16.00 y las 19.00 horas del 16 de diciembre).
Teniendo en cuenta esto, las partes personadas en el procedimiento, al menos las que ejercen la acusación particular, están a la espera de conocer las conclusiones de la autopsia de las dos víctimas y el informe de geolocalización del móvil del detenido y de Eva, dos diligencias judiciales que probablemente ayuden a esclarecer este asunto.
Como ya avanzó El Diario Montañés, ayer estaban citados siete testigos para declarar ante el titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer Nº1 de Santander, Fernando Vegas, y todos ellos ratificaron el testimonio que ofrecieron en su momento ante la Guardia Civil.
Vecina de Eva
Dos vecinas de Eva Jaular fueron «contundentes» a la hora de asegurar que el sospechoso regresó a casa de la joven sobre las 16.30 horas, minutos después de que la Guardia Civil lo expulsara al haber quebrantado la orden de alejamiento que tenía frente a su expareja (aunque él sostiene que habían retomado la relación). Ambas insisten en que oyeron partir leña a Reñones, en torno a las 16.50 horas. «Era él porque Eva no tenía el coche allí en ese momento y no vi a nadie más», apuntó una de ellas, que se encontraba retirando hojas del patio de su vivienda cuando presenció tanto la expulsión del encausado como su vuelta a la casa. Es más, mientras que los guardias civiles que desalojaron a Reñones aseguran que se quedaron fuera de la vivienda de Eva «unos veinte minutos» para cerciorarse de que el hombre no regresara, esta vecina sostiene que los agentes se marcharon una vez que abandonó la casa el sospechoso.
Albañil
Sobre las 17.30 horas, esta vecina asegura que vio a Eva llegar a casa en su coche -al parecer regresaba con su hija, según el testimonio de la madre de esta testigo-. «Me asomé y vi el coche de Eva aparcado junto a la casa en ese momento», relata.
Un tercer testigo, en concreto un albañil, también ratificó ayer ante el instructor que sobre las 17.30 o 17.40 horas escuchó a una mujer gritar: «¡Socorro, socorro, mi hija!». La petición de auxilio venía de una casa situada a unos cien metros de donde se encontraba, pero como no escuchó más gritos ni vio a nadie, no le dio importancia y siguió a lo suyo. Una media hora después de ese grito de socorro, sobre las 18.00 horas, uno de los dos guardias civiles que echaron de la casa a Reñones, que también declaró ayer, llamó a Eva para interesarse por ella, pero la mujer no contestó ni devolvió la llamada. El móvil daba señal. «No me extrañó y por eso no se lo comuniqué al sargento», apuntó a preguntas de un letrado de la acusación particular. ¿Y no se les ocurrió ir a la casa para echar un vistazo? «No», respondió el agente.
Durante la sesión de ayer también comparecieron el sargento y uno de los dos agentes (el otro está de baja) de la Guardia Civil que intervinieron en las horas previas al asesinato de Eva Jaular y su bebé, a los que la propia Benemérita les ha abierto un expediente disciplinario por una posible falta grave ya que no detuvieron –como indica el protocolo– al supuesto autor de los hechos, a pesar de saltarse una orden de alejamiento. Ambos defendieron, sobre todo el sargento, que fue quien tomó la decisión, que no detuvieron a José Reñones «porque no vimos una situación de riesgo, no vimos nada grave. Ella le había dejado entrar a vivir y él mostró unos mensajes entre ambos de cariños y besos». ¿Pero comprobaron las fechas de esos mensajes?, preguntó un abogado. «La verdad es que no», respondió el agente de la patrulla, que vio que el encausado tenía su ropa dentro de la casa.
De hecho, cuando los agentes se personaron en la vivienda a requerimiento de Eva, él se encontraba echando la siesta. «He vuelto a vivir con ella porque me lo ha pedido», apuntó Reñones a los dos agentes que se fueron a expulsarle de la vivienda.
«Déjame hablar con el sargento», pidió el sospechoso al guardia civil que ayer no fue a declarar. La respuesta del sargento fue muy clara: «Te tienes que marchar, tienes una orden de alejamiento. Te vamos a abrir diligencias por quebrantamiento y tienes que venir al cuartel». Aunque ninguno de los dos agentes precisó ayer en qué momento debía personarse el sospechoso en el acuartelamiento.
¿Y por qué no lo detuvieron? «Es lo normal, pero el sargento evaluó las circunstancias y creyó que no era necesario».
A la mañana siguiente, tanto la madre de Eva como la niñera de la bebé -que también comparecieron ayer ante el juez- llamaron a la joven, sobre las 08.45 horas, pero seguía sin responder. La niñera le mandó varios mensajes para saber si le iba a llevar a la niña, pero no obtuvo respuesta y lo único que pudo verificar es que la última conexión de Eva -vía WhatsApp- se había producido sobre las 04.40 horas de la madrugada, aunque según el forense a esa hora ya estaba muerta la mujer.
Otra vecina de Eva
Al ver que no respondía, sobre las 09.15 horas, tanto la madre como la niñera se presentaron en casa de Eva, y fue cuando se encontraron la casa revuelta. Sobre las diez llegó la Guardia Civil, pero no vieron a las víctimas. La patrulla marchó a las once y media y, tres horas después, acudió la Policía Judicial, que fue quien encontró los dos cuerpos.
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