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Esta pasada noche de sábado ha llovido sin descanso, ha hecho frío, y nada ha invitado a la fiesta callejera. Cañadío, clásico epicentro del botellón de la capital cántabra, estuvo vigilado desde las seis de la tarde por la Policía Local. «Lo importante es la ... prevención. No podemos esperar a que se forme un tumulto porque luego, si se descontrola, es una irresponsabilidad actuar, tanto por la seguridad de los que se congregan como por la de los agentes», informaron fuentes policiales.
Hubo esta pasada noche 15 agentes dirigidos por un sargento y muchos de ellos estuvieron dedicados en exclusiva a perseguir el consumo de alcohol en la vía pública. Varias patrullas tuvieron presencia permanente en la plaza yla disuasión funcionó. Inspeccionaron también los lugares de siempre: playa del Camello, los bajos del restaurante Maremondo, centro cultural Doctor Madrazo, hotel Las Carolinas, etc; pero encontraron poca o ninguna actividad. «Por fortuna la cosa está tranquila por aquí», informaba uno de los uniformados por el walkie-talkie.
Cuando a las diez y media la hostelería dio el cerrojazo, la gente se dispersó para continuar la noche en viviendas particulares, otros muchos se fueron a sus casas, y unos cuantos se apiñaron bajo las cornisas de los edificios para refugiarse de la lluvia en una actitud muy poco recomendable en tiempos de pandemia.
Los mismos que se recogían en retirada tras disfrutar de un rato en una de las terrazas de la zona, criticaron la actitud de la mayor parte de la gente: «Lo que no tiene sentido es que cierren la hostelería ahora y mucha gente se vaya a las casas a contagiarse. Hay que ser más responsable», advirtió Sofía. Otro chico, que apuraba su copa antes de cubrirse con la capucha bajo la lluvia al cierre del bar, arremetió contra «los ilustrados que piensan estas leyes absurdas, que te echan de un pub y te dejan juntarte sin límite en un piso».
Repitieron los incidentes de siempre: una pelea en un local, una agresión en la iglesia de Santa Lucía... Denuncias por no llevar mascarilla, por fumar sin respetar las distancias de seguridad, etc. Pero lejos de eso, pocos problemas más. «La gente, cuando hace tan malo, se refugia en casas, donde tenemos más complicado actuar, o se esconden en sitios muy recogidos, donde nadie los ve, y entonces es también más difícil sorprenderlos», explican los agentes.
En retirada, decenas de jóvenes pararon en la Estación de Servicio Valdecilla, una de las pocas que mantienen la tienda abierta las 24 horas en toda Cantabria. Hicieron cola para compra alcohol, subirlo al coche y continuar la fiesta en los domicilios.
La radio policial sonó ininterrumpidamente. Aquí un vecino alertó de un posible caso de violencia de género, allá de un coche que parecía estar haciendo conducción temeraria; pero los agentes no pudieron estar en todas partes. «Somos los que somos, y damos de sí, lo que damos de sí», admitieron. Y eso que hubo agentes de refuerzo. Suerte que esta pasada noche de sábado llovió. «Cuando venga mejor tiempo esto del botellón nos va a dar mucho trabajo, lamentablemente», aseguraron.
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