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La diferencia entre ser puntual o llegar tarde consiste en el margen que uno le da a la responsabilidad. En el fondo, es un tira y afloja entre quién eres y lo que deseas ser. Conozco a varias personas que madrugan por convicción y siempre ... me parece que van holgadas por la vida como si fueran héroes, como si su fuerza de voluntad les hiciera superiores al usar su tiempo cuando quieren y no cuando toca, que es lo que hacemos el resto. Madrugar no es levantarse a las ocho, eso es levantarse pronto: madrugar es abrir los ojos a pesar de que todo lo demás está ausente.
Últimamente he amanecido antes de lo habitual y hay algo reconfortante en la soledad matutina. Por ejemplo, el aire está recién hecho, como si nadie lo hubiera respirado. Las carreteras por las que pasas a diario parecen más anchas, más lisas. Lo mejor son los pájaros: suenan tan alto que parece mentira que haya tantos en la ciudad. A pesar del sueño o la sábana templada que dejas con tu hueco en el colchón, el día es una promesa llena de opciones. Entonces, ¿por qué no lo hacemos más a menudo? Es decir, por qué correr durante el desayuno, aguantar atascos en la autovía o en la calle Marqués de la Hermida maldiciendo cada imprevisto, cada cambio de carril. Apurar los tiempos suele ser contraproducente, y en vez de aparcar donde queremos, bufamos y nos mordemos las uñas que prometimos no tocar, mentamos a alguno que se pasa de listo, subimos a autobuses abarrotados y terminamos con los nervios como púas. Y todo por no dar tiempo al tiempo, con lo bueno que es tomarse las cosas a su ritmo.
Con esta prisa anda últimamente el PSOE cántabro, desde que dieron 48 horas para presentar las candidaturas a las próximas elecciones autonómicas. Este plazo, en el argot del común de los mortales, sería como levantarse con diez minutos de margen para ir al trabajo: lo mejor que te puede pasar es llegar con la marca de la almohada en la cara. Sus razones tendrán los socialistas para apurar los plazos de esta manera, pero la guerra interna ha puesto al partido con las luces de emergencia, no tanto para perfilar una estrategia sino para dinamitar cualquier otra en tiempo récord. Acelerar así la democracia de un partido recuerda a los que se la juegan con un semáforo en ámbar: el acelerón puede acabar en atropello, y cabe preguntarse si ese minuto de más o de menos no podrían ganarlo empezando bien desde el principio: madrugando. Ahora que se ha agotado el plazo electoral, el PSOE sabrá si merece la pena forzar la máquina cuando has salido de casa demasiado tarde.
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