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Uno de los acontecimientos más singulares de los últimos meses es que se ha aprobado la estrategia de Cantabria contra el cambio climático y no ... ha tenido ninguna clase de repercusión. Se ha adoptado tarde, excesivamente avanzada la legislatura. Nadie la estaba esperando, por otra parte, pues sería absurdo pretender que había una gran expectación ante este documento. Su alcance real, por lo que vemos, será bastante modesto. Y después de anunciado, nadie se ha tomado ni la molestia de discutirlo ni entusiasmo en propagarlo. Cualquiera diría que es uno de nuestros principales problemas en este siglo. Algunos afirman que es 'el' problema. La falta de liderazgo político e intelectual es abrumadora. ¿No deberían estar todos los colectivos de Cantabria activamente meditando sobre la parte que les toca en el esfuerzo común para evitar una deriva catastrófica de los márgenes de temperatura, meteoros y nivel del mar en que nos venimos moviendo desde los últimos fríos cuando ya los bisontes de Altamira eran viejos en su galería caliza del Magdaleniense?
Leo en un informe de Deloitte sobre 'Un modelo energético para España en 2050' una serie de medidas recomendadas. Recordemos que el compromiso europeo de reducción de gases que calientan la atmósfera establece que para mediados del siglo los españoles tendremos que haber pasado de los actuales 322 millones de toneladas de CO2 equivalentes a unas emisiones que se muevan solo entre 14 y 88 millones. Una rebaja tan drástica no se logra actuando sobre un solo sector: hay que cambiar generalizadamente modos de producción y estilos de vida. No es solo un reto en cantidad, sino un reto al diseño de nuestra sociedad. Y ambos retos son difíciles de afrontar con éxito.
Por ejemplo, se recomienda fomentar la movilidad sostenible del transporte privado por carretera, mediante vehículos híbridos o eléctricos (y también un uso transicional del gas natural vehicular o GNV). Para esto se necesita una amplia red de postes de recarga, y muchos de ellos deberán estar en lugares públicos (porque no sea posible un garaje con suministro eléctrico), pero de acceso restringido (para evitar 'percances'). Se necesita una gran coordinación entre Gobierno central, Gobierno de Cantabria y Ayuntamientos para determinar esos lugares y para impulsar este aspecto de la transición a lo eléctrico. ¿Usted ve que en esto se va en serio de algún modo? Pues le felicito por lo bien que conserva el sentido de la vista.
Otra recomendación pide fomentar el cambio modal a ferrocarril del transporte pesado. Aquí sí que podríamos señalar que, gracias a las inversiones recientemente programadas por el Ministerio de Fomento, al menos en el eje Meseta-Puerto esto ofrece unas ciertas esperanzas, sobre todo porque Cantabria apostó en su día por un Tren de Altas Prestaciones, no un AVE, justamente para favorecer el tráfico de mercancías, y no solo el de pasajeros (porque los pasajeros pueden tomar un avión, pero las mercancías igual no). Sin embargo, las conexiones laterales no disfrutan de estas esperanzas. Ni hay ni se esperan conexiones ferroviarias transcantábricas en línea con este objetivo de lucha contra el cambio climático mediante la reducción del número de camiones de transporte. Suerte para mis muchos amigos camioneros, pero para el clima no sé si tanto, y después de todo podíamos reconvertir al transportista en técnico ferroviario o de logística. También en este caso se propone el GNV para reducir emisiones. Algo hay ya, pero no tenemos objetivos ambiciosos al respecto.
Un consejo adicional es fomentar el uso del gas natural para el transporte marítimo y también de electrificación de embarcaciones hasta donde sea posible. En definitiva, 'puertos verdes'. Si usted se ha fijado en el ferri, su estampa es majestuosa, pero lo que sale por la chimenea mejor olvidarlo pronto y ojalá no acabe en el pulmón de nadie. Aquí hay algunos proyectos, pero nada parecido a una verdadera ofensiva transformadora, con sus instalaciones apropiadas de suministro de energía.
Otra recomendación esperable es reducir mucho las emisiones en el sector residencial, lo que supone por un lado planes serios de rehabilitación con miras a la eficiencia energética, mucha información a los consumidores (lo que hasta ahora es del todo insuficiente) y algún tipo de incentivo para quien reduzca la huella de carbono de su hogar. No veo por qué no se podrían hacer campañas en cooperación con las compañías que suministran electricidad y/o gas y/o gasóleo. Para ellas sería parte de su política de responsabilidad social y también de diversificación de oferta.
Y estas razones valen también para el sector servicios, como el turismo y los alquileres, o el impacto de actividades profesionales, el comercio, y las propias administraciones. Como valen para nuestras industrias, de modo que el paso al gas y la electricidad permita dejar atrás tecnologías más contaminantes. Hubo una fábrica de Campoo que se la vio y deseó para sustituir un derivado del petróleo por aceites reciclados, a fin de reducir sus emisiones. Tuvo incluso campañas ecologistas en contra. Esto nos demuestra que hace falta liderazgo político y empresarial para hacer pedagogía proactiva y evitar debates esperpénticos y alarmismos de todo a un euro.
Y por solo citar un consejo más, este se refiere naturalmente al propio sector eléctrico. Se debe fomentar la introducción intensa de energías renovables, como la eólica o la solar fotovoltaica, con marcos reguladores y financieros estables, asumido que en la transición sigue siendo necesario el mix (proponen alargar a 60 años la vida de las nucleares) y que siempre se necesitará un respaldo por si fallan el aire o la lluvia. En Cantabria se han sucedido dos planes energéticos con importantes previsiones de energía eólica, y un macro-concurso que resultó precipitado (por electorero) y fue anulado por los tribunales. No somos la potencia eólica que podríamos ser, ni en tierra ni en el mar. Recuerden que con el aerogenerador experimental de Campoo venía asociado a crear un centro de I+D+i eólico en Cantabria. Otra empresa que fue maltratada por riñas tribales judicializadas y que prefiere ahora un perfil bajo.
Por todo esto, aunque tenemos una estrategia contra en cambio climático, es solo un tigre de papel, porque no hay un impulso vivo para cambiar Cantabria. Y quedará como muchos otros planes de nuestros gobiernos, como los de I+D+i: obras de política-ficción que solo pueden leerse con aquello que Coleridge llamaba «la voluntaria suspensión de la incredulidad» (the willing suspension of disbelief) propia de los lectores de nuestras autoridades, incluida la máxima.
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Ana del Castillo
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