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Lo confieso, me obsesiona el reciclaje. Desde hace tiempo mi mundo se divide en colores: azul (papel), amarillo (plásticos y envases) y verde (vidrio). Me duele ver una botella o una caja de cartón en el contenedor normal, y ya me han reñido advirtiéndome que ... parezco un indigente recogiendo cosas de la basura para colocarlas en su correspondiente lugar. Pero yo sigo en mis trece, porque este hábito no sólo es producto de una concienciación medioambiental tan necesaria como imparable. También es una filosofía de comportamiento que respeta los objetos por la utilidad que nos han prestado y que, como dice el eslogan promocional, merecen «una nueva vida».

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