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Ver, probar y comprar. O, cuando menos, catar y salir de allí con la idea clara de lo que ofrece la despensa cántabra y de esas pequeñas novedades que van enriqueciendo y ampliando la oferta artesana gracias a productores atrevidos o innovadores. De todo ello ... pudieron hacerse una idea cabal los miles de visitantes que a lo largo de dos días y medio se han pasado por la Feria del Producto de Cantabria, que ayer clausuró su decimoquinta edición. En este muestra no han faltado, además de los productos y ofertas de siempre, otros alimentos, bebidas y preparados con un toque de originalidad y cambio porque también cambian los paladares.
Ayer fue, con diferencia, la jornada de mayor aglomeración en esta feria. El gentío llenaba el Palacio de Exposiciones y muchos del centenar largo de puestos tenían cola para degustar y adquirir los productos que ofrecían. Así, en puestos como los de los quesos, conservas, embutidos, empanadas o caracoles, entre otros, había que tener paciencia para tener el turno y probar o comprar.
En algunas de las casetas, incluso, llegaron a agotar las existencias que habían llevado hasta la feria; ese fue el caso de Cantabria Verde con sus caracoles, o El Caballito Cantábrico, con sus anchoas. También fueron estrellas, entre otros, los puestos de sobaos y dulces, de cerveza, de productos cárnicos y los que ofrecían chocolate.
En uno de estos últimos, el de Monper, elaborador artesanal con sede en el parque empresarial de Reocín, entre la variedad de la oferta su producto estrella fue el chocolate salado, una combinación de sabores hecho con extracto de anchoa que, cuando menos, sorprende. También agotó sus existencias de ese producto. «Ha sido exagerado la demanda», señalaba satisfecho Borja Pérez; «la feria ha estado genial, estamos muy contentos».
También José María Ruiz, de la empresa Ecomuuu, y haciendo un símil con el contenido de la feria, cerraba su participación con «un buen sabor de boca». Esta firma de ganadería ecológica con carne de limusina de Hazas de Cesto tenía como objetivo dar a probar su producto y, sobre todo, darse a conocer y hacer clientes, ya que no tienen carnicería y sólo venden directamente al consumidor bajo pedido. La partida de solomillos y filetes que llevaron hasta el Palacio se les agotó ayer.
Porque la Feria del Producto de Cantabria, que ayer clausuró su decimoquinta edición, ha sido nuevamente eso, un escaparate de doble dirección en el que productores y consumidores intercambian roles. Los primeros aprovechan para saber qué busca y qué le gusta a la gente, y los compradores, a conocer qué y cuánto se hace aquí y se encuentra en el mercado.
Y, al tiempo, para hacer negocios, como David Fernández y sus Patatas Vallucas. Sólo lleva unos meses en el mercado y la feria le ha servido «para que me pongan cara y hacer bastante negocio», reconoce, pues durante esta muestra gastronómica, además de casi agotar sus patatas fritas, ha establecido contactos que le van a permitir ampliar producción y sobre todo, tener más puntos de venta. «Ha sido una experiencia gratificante», concluyó.
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