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«Para hacer la compra como antes mi mujer y yo tenemos que privarnos de otras cosas. Por ejemplo, de salir a tomar algo siempre que queremos. La realidad es que hemos notado mucha diferencia comparando con lo que nos hemos gastado otros meses». Lo ... cuenta José Luis González, de Santander. «No es normal. No hablo de comida de lujo. Hablo de productos básicos como el aceite o el pan, los que todos necesitamos para el día a día. Así que habrá que seguir recortando por otros lados». Lo que dice González se ha repetido ayer en frases y conversaciones en los mercados y en los comercios de toda la región.
Esta mañana, el Mercado de la Esperanza, en Santander, estaba lleno. Eso no ha cambiado respecto a meses atrás. Lo que sí han cambiado son las prioridades de los clientes en sus listas de la compra. «Comer tenemos que comer. Eso es así. Pero es cierto que ahora mido lo que voy a comprar. En vez de un filete de ternera, igual cojo un filete de pollo. Estoy jubilada y claro que me afecta todo esto a final de mes», explica María del Carmen Martín, que lamenta no ver «un final cercano» a la subida de precios.
Es el sentir de los que pasean por la plaza, que, a pesar de que prefieren seguir apostando por la «calidad» que proporciona el mercado, ven su bolsillo afectado. «Últimamente hago más compras semanales y vengo a por las cuatro cosas básicas que me faltan. Pan, leche, tomates... Y cuando miro la cuenta parece que he comprado caviar o solomillo. Está a precio de banquete», se queja González. «En mi casa somos cuatro y, aunque no compro nada fuera de lo común, las últimas semanas el tique se ha ido muchísimo de precio». Le pasa lo mismo que a Matilde Gómez, que no logra entender cómo los productos «normales, como la leche o los huevos están a precio de oro». «Al fin y al cabo –apunta– son bienes de primera necesidad, ¿qué será lo siguiente?».
«La plaza está que echa lumbre», exclama Ricardo Viadero, otro cliente habitual. «No solo aquí, también en los supermercados. Los precios han subido una locura. Lo que está claro es que algo hay que comprar si queremos comer». Y, «lamentablemente», tiene un mal presagio. «De momento creo que seguirá todo bastante parecido o incluso peor. El IPC sigue subiendo, así que imagino, que para abajo los precios no van a ir. Eso sí, en el mercado hay buena calidad y un esfuerzo se puede hacer», cuenta Viadero ante la atenta mirada de Ana Trueba, que trabaja en una de las pescaderías. «En los supermercados han subido los precios más de un 20% también. Nosotros, los pequeños comercios, nos hemos visto obligados. Es algo general, no nos queda otra y estamos muy afectados. Ha subido el gasoil, la luz...Hasta que esos indicadores no bajen, no existe alternativa posible. Esperemos que las cosas vayan a mejor. Por el bien de todos».
Y es que las vistas desde el mostrador tampoco son privilegiadas. Ni mucho menos. «Vivimos una situación en la que todos nos vemos afectados», cuenta Montserrat Serna, de la pescadería Ciano. «No hemos tenido más remedio que subir los precios. Nosotros lo compramos todo mucho más caro y lo triste es que no tenemos otra opción». Aunque matiza que, en su caso, los productos que más han subido son pescados de los que puedes prescindir. «Por ejemplo, el pulpo cuesta ahora tres euros más caro que hace un par de semanas escasas. Pero no es un alimento de primera necesidad». Y añade: «Noto a los clientes muy afectados. Vienen todos los días preguntando cuánto han subido los precios. Tienen cautela. Hay gente que me cuenta que hacen la misma compra por internet todos los meses y dicen que ha variado el gasto más de 40 euros».
Unai Martín, de la pescadería Unai, reconoce que está intentando «capear como puede» esta situación. «Intentamos ser competitivos. Lo que no voy a hacer, porque no procede, es subir los precios por la famosa guerra. Si disparo los precios de mis productos el consumo baja. Y como comerciante, evidentemente, no me compensa».
Los comerciantes de la plaza también creen que se debe tener en cuenta otro factor: los productos de temporada. «Hay alimentos más caros porque son de temporada. Pero lo hemos hecho siempre, esto no es nada nuevo», dice Lara, frutera de la plaza desde hace años. «El tomate es más caro, pero hay que tener en cuenta que es un producto de la región y que es de calidad».
De hecho, ante la bajada de ingresos por falta de ventas habituales, ha adaptado sus precios a las necesidades de sus clientes. «Hay que cuidarles y quiero que sigan viniendo. Es importante que no se vayan de aquí con las manos vacías y estén contentos. Lo que no queremos es que al final se vayan a comprar a cualquier supermercado, que aunque sea más barato, también han incrementado sus precios».
Ni clientes ni comerciantes ven cerca el fin de esta situación y creen que el Gobierno debería tomar medidas pensando en ambos. «Esto es un círculo vicioso. Tienen que pensar en todos. En los que necesitan comprar comida y en los que necesitamos venderla para vivir», lamenta Serrano, pescatera de la plaza.
«Vendemos –resume desde su puesto– un producto de calidad y, a pesar de las circunstancias, estamos muy agradecidos con nuestros clientes de toda la vida que no nos han fallado».
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