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NACHO GONZÁLEZ UCELAY
Martes, 10 de marzo 2020, 07:13
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus se ha convertido en un torpedo directo a la línea de flotación del comercio chino en Cantabria, donde la comunidad asiática -la inmensa mayoría compuesta por pequeños empresarios, dueños de restaurantes, de bazares o de tiendas de ultramarinos-, ... observa con enorme preocupación una notable fuga de clientes en todos sus establecimientos y con cierto estupor la estrategia que las autoridades españolas están desplegando para intentar frenar el empuje del Covid-19. «No están haciendo lo suficiente», advierten.
Cada mañana desde enero todos suben la persiana con las mismas certidumbres.
Una, que el miedo de los ciudadanos a contraer la enfermedad está castigando con dureza a todos los negocios con lazos en aquellos países donde la expansión del coronavirus es mayor. Los suyos, entre ellos.
Y la otra, que en la adopción de medidas para contener el virus, España está incurriendo en los mismos errores en los que consecutivamente han ido cayendo China, Corea del Sur e Italia, conclusión a la que han llegado porque son gente muy habilidosa con las cuentas.
«Entra menos gente. Especialmente personas mayores que venían a comprar fruta», matiza el dueño de Alimentos Frutería Fortuna, en el Río de la Pila, que remonta la fuga de clientes al comienzo mismo de la crisis. «Más o menos, desde que se conocieron los primeros contagios en China», calcula el comerciante. La incursión del virus en Europa por la vía italiana y su llegada a España «han empeorado más» una situación ya delicada que a él y a su mujer les inquieta por lo que pueda repercutir en su economía y en su salud.
«Todo el mundo dice que es una gripe normal. Pero no lo es. Subestiman esta enfermedad. También decían eso en Italia y ¿cuántos contagiados van ya? ¿Siete mil? ¿ocho mil? ¿Eso es normal?» pregunta el comerciante chino, que entiende que, como Italia, España no está respondiendo con la contundencia que debiera a la alerta sanitaria.
«Hace mismo que China, mismo que Corea, mismo que Italia», afirma el empresario, que se encoge de hombros y luego se ríe. Pero no porque le haga gracia. «Creen que se está conteniendo pero a mí me parece que es al revés, que se está expandiendo». Si fuera por él, el colegio en el que cursa sus estudios su hija ya estaría cerrado.
Con esa misma idea, o parecida, trabaja el matrimonio que regenta el Bazar Yidian Li, en Guevara, donde «entra menos gente» de la que lo hacía antes del estallido de la crisis.
«Sobre todo desde que se extendió por Italia», dice la mujer con mayor dominio del castellano que su marido. Más preocupado por adoptar sus propias medidas de protección en la tienda (forra con un gigantesco plástico el habitáculo que rodea a la caja para aislarse así de la clientela), el hombre se abstrae a la conversación de su mujer, que, a ratos, sacia su curiosidad traduciéndole la conversación.
«Nosotros estamos tranquilos. Todos estamos bien. Aquí y allí», dice la señora frotándose constantemente las manos con un gel que guarda bajo el mostrador. «Gel, bueno».
Cuando dice allí, la mujer se refiere a ZheJiang, una de las 22 provincias que se reparten los diez millones de kilómetros cuadrados por los que se alargan los dominios de la República Popular China. Localizada al sureste del país y con 57 millones de habitantes, trece más de los que tiene España, de allí proceden parte de los ciudadanos chinos afincados en Cantabria.
También «entra menos gente» en Frutería Alimentación China y en la vecina Alimentación Xu, dos establecimientos ubicados muy próximos al final de la misma calle Guevara cuyas responsables evitan dar más palique. Una, porque no habla castellano. Bastante esfuerzo le supone pronunciarse en euros y céntimos. Y la otra, porque no quiere que sus clientes aten mal tres cabos. Comercio chino, coronavirus, periodistas...
Algo más charlatanes son los regentes de Volverás, que además de un 'hit' de Sergio y Estíbaliz es un bazar chino abierto a la vera del Mercado de La Esperanza. El más joven, por su aspecto y su perfecto castellano, perteneciente a la segunda generación, coincide en las dos apreciaciones generales del resto de sus compatriotas.
«Febrero y marzo no son buenos nunca, pero estos en particular están siendo muy malos», dice el chico, que calcula que las ventas han caído en torno al 20%. «La gente tiene miedo a entrar». Y eso que él vende género textil. «No le digo en las tiendas de alimentación o en los restaurantes». En esos establecimientos, afirma, «me consta que la situación es mucho peor».
Como cualquier chino al que se le pregunte, el comerciante está convencido de que España «no ha aprendido de lo sucedido en China, en Corea o en Italia», países en los que el exceso de prudencia a la hora de adoptar medidas ha contribuido a la propagación del coronavirus.
«Yo no sé a qué están esperando», dice y repite la responsable del restaurante La Gran Muralla, asombrada porque en Valencia vayan a celebrarse las Fallas. «Es... ¿inaudito? ¿se dice así? ¿inaudito?», pregunta la señora, que también ríe... por no llorar. «Yo no entiendo mucho de esto, pero a mí no me parece que esa sea una medida que vaya a ayudar a controlar el virus. No sé. Creo que no se toman en serio esta enfermedad», acaba la restauradora, que calcula que la reserva de mesas ha caído un 20% desde el inicio de la crisis.
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