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La expresión 'trabajar para el inglés' suele entenderse como esforzarse en algo que sólo rinde provecho a otros, pero parece que su sentido inicial, es decir, cuando aún no era una metáfora, se refería al dudar de la fidelidad de alguien. Concretamente, de ... algún español cubano en la época de la dominación británica de la isla, tras la conquista de La Habana en 1762, cuando el heroico marino montañés Luis Vicente de Velasco e Isla, nacido en Noja 37 años antes, perdió la vida en la defensa del Morro. 'Trabajar para el inglés' pasó a significar servicio al invasor en perjuicio del interés de España.
Ahora Santander va a trabajar para el inglés con la erección de un perímetro vallado de cuatro metros de altura entre el Centro Botín y el puente levadizo de Raos para evitar que inmigrantes venidos de Albania se introduzcan como polizones en los buques destinados al Reino Unido. Esperemos que se reconsidere medida tan desmedida y que el presidente de la Autoridad Portuaria no quiera pasar a la historia como aduanero honorario de los absurdos 'brexiteers' que han convertido una nación avanzada en el imperio del histerismo político.
Los cántabros no tenemos por qué trabajar para el inglés. Si el inglés necesita de nuestros servicios, que los pague. A mí, personalmente, no me preocupa lo más mínimo que toda Albania en pleno, incluidas las águilas y otras mascotas, embarque rumbo a Portsmouth y pida allí las ayudas sociales del ayuntamiento. No es mi problema, porque los ingleses han decidido en referéndum que no quieren ser de la Unión Europea y por tanto allá ellos con sus fronteras terrestres, marítimas, aéreas o galácticas. Que se lo curren.
En enero de este año tal planteamiento fue formulado por el presidente Macron, que forzó a la primera ministra May a firmar un tratado por el cual, a cambio de que la frontera real de Gran Bretaña esté en el continente, a saber, en Calais, Londres aportará 50 millones de euros para sufragar el coste de la prestación policial francesa. E incluso esto fue visto como un gesto amistoso de Francia hacia su hipocondríaco vecino. ¿Cuánto pagará el Gobierno británico para que los cántabros hagamos de cancerberos de albaneses y rodeemos nuestro puerto con una espantosa valla? ¿Vamos a proteger a Inglaterra con una muralla china en el Barrio Pesquero?
Pero es que además parece tarea perdida. Se están multiplicando los episodios de tráfico de personas, con redes formadas por personas no solo de origen albanés, sino también británicas. Soldados ingleses destacados en Alemania han sido juzgados por pasar a Inglaterra en el maletero del coche a inmigrantes a casi 6.000 euros por 'pasajero'. Se están cobrando entre 500 y 7.000 euros por viaje clandestino, según la 'agencia de viajes' que toque. Unas veces son ingleses del este que llevan gente oculta en una autocaravana alquilada; otra vez fue una joven que además roció todo con pimienta en el vano intento de despistar a los perros de la aduana. El caso más chusco fue el de una mafia albano-británica muy poco marinera que se quedaba tirada sin combustible en medio del canal de La Mancha, pero que para 'solucionarlo' planeaba pasar a los inmigrantes en motos de agua. Otro clásico es ocultar inmigrantes en los camiones. Todo esto crea problemas en los puertos, como en Amberes, donde ya se ha desarticulado alguna red.
En la reciente cumbre de Salzburgo, el ministro belga de Exteriores culpó directamente a Londres. La gente merodea en la costa occidental de Europa porque quiere ir al Reino Unido, y quiere ir allí por tres razones: no hay documento nacional de identidad; sí hay un gran mercado negro de actividades; y también hay ya muchos nacionales, albaneses, por ejemplo, que hacen la 'llamada' y proporcionan a sus compatriotas un primer acomodo.
Hace un año, la viceministra del Interior de Albania, Rovena Voda, criticó a Londres por no deportar rápidamente a los adolescentes albaneses que llegan allí, como hacen Francia o Alemania. Eso anima a los jóvenes a tratar de colarse en Gran Bretaña, a menudo en estrategias pensadas para que posteriormente el resto de la familia se reúna con el emigrante. Las redes sociales, además, difunden una falsa y magnética imagen de la vida británica.
Es decir, todo el mundo está de acuerdo en que el inglés tiene un problema que es de su exclusiva factura. Al mismo tiempo, los empresarios británicos empiezan a pagar sueldos más altos para retener mano de obra extranjera recelosa de los efectos del 'Brexit', y muchos sectores temen que escaseen los empleados. Gran Bretaña está ahora en pleno empleo. Si se marchan miles de trabajadores, subirán los costes salariales y aun así muchas actividades no podrán desarrollarse por falta de personal. Subidas de precios, cierres de negocios y finalmente la caída del Gobierno darán paso a una política más liberal en inmigración. Como puede que empiece por legalizar a los ilegales, el albanés que trata de infiltrarse por Santander no hace nada especialmente irracional. Cuenta con que el 'common sense' será un rasgo británico más estable que el pánico inducido por una campaña manipuladora, financiada por aislacionistas que luego se residencian en Mónaco, como el multimillonario Jim Ratcliffe, según ha denunciado The Guardian.
No es de recibo que en el Centro Botín se proclame la libertad, solidaridad y multiculturalidad del arte, y que por el contrario a pocos metros nuestro puerto levante el signo agresivo de un 'muro' británico por delegación. Es xenofobia inglesa, ultraliberalismo inglés, efecto llamada inglés. No quiero pagarlo ni con dinero ni con fealdad urbana ni con un monumento metálico a Boris Johnson. Ahora resulta que sólo se habla en España de la valla de Melilla y de la valla de Revilla. Una para que no entren y otra para que no salgan. Desconozco por qué el delegado del Gobierno está tan contento de trabajar para el inglés ultraconservador. Si Luis Vicente de Velasco levantase la cabeza…
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Ana del Castillo
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