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Hace sólo dos meses, Teresa Ruiz (77 años) estaba encamada, sin apenas masa muscular y muy débil por las dificultades para comer (disfagia) que le había dejado como secuela un ictus sufrido en 2020 que le inmovilizó el lado izquierdo. Entró en un bucle de ... deterioro «del que parecía imposible salir», cuenta su hija, María José Campo. Por eso, verla ahora caminando por el saloncito de su casa de Solares, apoyada en un andador que maneja con destreza, y siendo capaz de bajar las escaleras y salir a tomar el aire a la calle –esta semana, lo ha hecho por primera vez después de mucho tiempo– «aún nos parece mentira». «Traer la rehabilitación a casa ha salvado a mi madre, es increíble. Te diría que es un milagro, pero no, lo que hay es un trabajo impresionante, mucha paciencia, ganas y dedicación por parte del equipo de profesionales que viene a las sesiones (médico, terapeuta ocupacional y fisioterapeuta). Es que es maravilloso».
Laura Gutiérrez | Médico de Rehabilitación
Teresa es una de las primeras pacientes del programa piloto impulsado por el servicio de Rehabilitación del Hospital Valdecilla para llevar el tratamiento a domicilio, y los resultados hablan por sí solos. «Hoy me ha puesto guapa mi nieta y me he quitado el pijama, aunque se está muy bien con él», bromea mientras realiza los ejercicios que le va marcando su terapeuta, María José Martínez, primero con un puñado de nueces y un recipiente con clips, y después con una pelota de goma que le obliga a estirar los brazos por encima de la cabeza. «Alguna trampuca hago», confiesa la mujer, que tiende a echar la mano derecha, porque «la otra es la ayudanta de la buena», aunque cada vez trabaja más y va cogiendo fuerza. «Cuando empezamos las sesiones con ella lo hacíamos en la cama, recostada sobre los cojines, con movimientos sencillos, como peinarse, ponerse crema o mover objetos de un lado a otro. En cuanto pudo, pasamos a trabajar sentada en el borde de la cama, hasta que volvió a ponerse de pie, y eso le permitió poco después desplazarse hasta el baño, otro paso adelante», explica la terapeuta ocupacional, que dirige con mimo las actividades del día de Teresa.
La oportunidad de acogerse a este programa, que se puso en marcha en octubre, surgió tras su ingreso hospitalario para colocarle una sonda de alimentación (PEG). El equipo de Rehabilitación realiza la selección de los casos susceptibles de esta opción de tratamiento durante la estancia en Valdecilla. Los principales candidatos son aquellos que precisan continuar con la rehabilitación tras el alta y, por su elevado grado de discapacidad, necesitan transporte sanitario para iniciar tratamiento de forma ambulatoria. Aunque cuenta también que estén médicamente estables y que su pronóstico de recuperación sea favorable.
«Los pacientes aún se sorprenden cuando les proponemos empezar con la rehabilitación en casa. Hace poco, un señor se nos echó a llorar incluso. Hay que tener en cuenta que hay personas que llegan a desestimar el tratamiento por los inconvenientes de tener que desplazarse en ambulancia al hospital varios días a la semana. Y es muy triste cuando hay casos, como el de Teresa, en los que sabes que cabe recuperación», señala la médico Laura Gutiérrez, al frente de este proyecto de rehabilitación a domicilio, junto a su compañera de servicio Vanesa González. Además de la terapeuta ocupacional, participan tres fisioterapeutas (Alberto Gómez, Elena Rivero y Sara Blanco).
El objetivo es «mejorar la calidad de la atención y la continuidad asistencial, facilitando el proceso de alta hospitalaria y disminuyendo la necesidad de transporte sanitario», que es donde está el cuello de botella. La sobrecarga del servicio obliga en muchas ocasiones a elevados periodos de espera y largos desplazamientos, con la consiguiente fatiga del paciente. Sin ir más lejos, la hija de esta paciente de Solares admite que «nosotros ya lo habíamos vivido previamente cuando tuvo el ictus, acudir al hospital en ambulancia a una sesión suponía horas de espera desde que te recoge la ruta hasta que te trae de vuelta. Ahora, en las condiciones en las que estaba mi madre, no era viable para nada, lo que ganaba por un lado lo perdía por otro».
María José Campo | Hija de la paciente Teresa Ruiz
Vista la experiencia de esta primera etapa, en la que «los pacientes salen muy satisfechos» y se han demostrado las ventajas, el servicio de Rehabilitación acaba de ampliar el radio de acción –en principio centrado en Solares, Medio Cudeyo, Camargo y El Astillero–, lo que implicará hacerlo en dotación profesional. «Este tipo de actividades es lo que tiene que cuidar la sanidad pública, que se invierta más en estos profesionales que tanto bien hacen», incide María José Campo. Sólo Asturias, Madrid, Castilla y León y Cataluña disponen de una alternativa similar, si bien no implantada en todos los centros.
«El domicilio es el mejor sitio para entrenar las actividades básicas de la vida diaria con la mayor autonomía y seguridad», destaca la médico, que insiste en la importancia de «involucrar a la familia en el cuidado». «Utilizamos cosas que tienen en casa para realizar los ejercicios, ya sean físicos o de estimulación cognitiva. Trabajamos la memoria, el cálculo...», destaca la terapeuta ocupacional. Teresa, que antes de sufrir el ictus era quien preparaba la comida para toda la familia, ya ha empezado a echar un cable en la cocina. «Es importante que la familia conozca el tratamiento que hacemos, porque así lo pueden reproducir». De hacer bien los 'deberes' dependen en buena medida los progresos.
María José Martínez | Terapeuta ocupacional
La frecuencia de las sesiones va en función de las necesidades de cada paciente. «Hay que individualizarlo», añade Laura Gutiérrez. «La rehabilitación siempre tiene unos principios: intensiva y precoz. En un ictus, por ejemplo, si no tenemos una actuación rápida, el pronóstico funcional es más difícil». En la primera tanda de pacientes atendidos en sus hogares, esta patología fue la más frecuente, aunque también se ha aplicado en enfermos poscovid, en operados de prótesis de rodilla o cadera, en pacientes ingresados por neumonía e incluso en trasplantados.
«Teresa, hija, vamos a ver si pasamos el examen», le dice la médico de Rehabilitación, para valorar la continuidad de las sesiones. En la exploración reaparece el dolor de rodilla que le impide estirar la pierna. «Eso es artrosis y no se cura», se anticipa la anciana, que no quiere ni oír hablar de volver al hospital, «porque me da yuyu». ¿Mejor pensar en algún plan que le gustaría hacer ahora que empieza a salir a la calle? «Con 77 años, ya he vivido de todo», responde.Aunque, tras darle otra vuelta, le viene una sugerencia: «Ver a Nadal», a quien ha seguido por televisión en su última hazaña, «y eso que estaba lesionado del pie».
Ampliación del servicio
En esta fase inicial, el radio de acción del programa de rehabilitación a domicilio de Valdecilla se limitó a la zona de Camargo, El Astillero, Marina de Cudeyo y Solares, dentro de una distancia de 20 kilómetros del hospital, donde se concentra una alta demanda de transporte sanitario.
Vivir en alguno de esos municipios era uno de los requisitos básicos de selección, aunque el éxito del pilotaje, en el que han sido tratados 40 pacientes, ha llevado a decidir su ampliación a toda la ciudad de Santander, incluyendo Monte, Cueto y San Román. Y de cara al próximo otoño, la previsión es extender la prestación hacia el oeste, desde Corbán a Soto de la Marina, Liencres, Bezana, Mortera, Piélagos, llegando hasta Oruña.
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