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Todo empezó hace dos años por «una pequeña costra» en una mano. Laura Molleda no le dio demasiada importancia -«Pensé que era un problema de piel»-, hasta que se extendió «de forma espantosa» por la cabeza. «Tenía unos picores de rabiar». A partir de ... ahí, fue brotando por todo el cuerpo. En cuestión de seis meses, estaba invadida por la psoriasis, enfermedad que padecen también su hermana y su padre -ahí, el componente genético-. Se calcula que en Cantabria la prevalencia es del 4,1% de la población, lo que sitúa el número de afectados en 24.400, de los cuales el 15% están catalogados como graves y el 37%, como moderados.
La dermatóloga Susana Armesto, experta en psoriasis de Valdecilla, considera que las cifras reales son «superiores», porque muchas personas no reconocen los síntomas. «Consideran que sus uñas tienen hongos cuando son psoriásicas, refieren caspa, cuando no lo es, o simplemente no acuden al médico porque no conceden importancia a sus lesiones en las formas leves». En su consulta, atiende de forma periódica a 1.600 pacientes y 900 sufren una psoriasis moderada-grave. Laura (41 años) es una de ellas: «Ha sido horrible, estuve inmersa en un periplo de consultas de dermatólogos y cremas que no me hacían nada, sólo te aliviaban en el momento, pero no solucionaban el problema de fondo».
24.400 pacientes con psoriasis se estima que hay en Cantabria.
Armesto expone que «tenemos alternativas terapéuticas para todo tipo de casos, independiente de la severidad de la enfermedad y de la percepción que el paciente tiene de ella». Un amplio abanico que incluye desde «espumas muy eficaces hasta los últimos anticuerpos monoclonales y moléculas pequeñas, pasando por los tratamientos sistémicos tradicionales y la fototerapia. La innovación avanza rápido en la psoriasis y estamos llegando, si no a la perfección, sí a la excelencia», señala la doctora. Hasta el punto de que «podemos prometer y prometemos a nuestro paciente que aunque no le vamos a curar sí vamos a controlar sus síntomas de forma que olvide su enfermedad».
Laura Molleda | Paciente con psoriasis
El testimonio de Laura, coincidiendo con el Día Mundial de la Psoriasis (29 de octubre), prueba el alcance de esa promesa. «Había pasado por dos tratamientos sin éxito, hasta que con el tercero (en inyecciones), mi vida cambió completamente. En apenas 15 días ya no tenía nada», cuenta. El problema -añade- es que este tipo de fármacos tan efectivos «están muy limitados por su elevado coste». Armesto reconoce el alto impacto económico para la sanidad: «Los hospitales lo afrontan con preocupación y esfuerzo, pero con la colaboración de todos los eslabones de la cadena sanitaria, el paciente es el centro del engranaje y puede confiar en que sus necesidades individuales van a ser cubiertas. El abrazo de un paciente o la frase en la que te dice que le has cambiado la vida justifica todos los sacrificios profesionales y económicos».
Susana Armesto | Dermatóloga de Valdecilla
La experiencia de Laura, a la que se le han caído «muchas lágrimas» en la consulta de Dermatología, «demuestra que hay salida. Me gustaría hacer llegar este mensaje a gente que pueda estar tan perdida como lo estaba yo. Es alentador que alguien dé con la solución a un problema que no te dejaba vivir», dice agradecida esta paciente. «Esta enfermedad te afecta mucho a nivel personal, porque es fea y visible; estéticamente intentas ocultar los brazos y las piernas (por suerte no me afectó a la cara); incluso te condiciona las relaciones íntimas. Lo pasé muy mal», confiesa.
La preocupación de los dermatólogos es «la calidad de vida del paciente», resalta Armesto. Y la elección del tratamiento depende de múltiples factores, como el sexo, la edad, el peso, la existencia de enfermedades asociadas, la forma clínica y localización de la psoriasis... «Son muchas variables las que determinan el camino terapéutico a seguir», siempre teniendo en cuenta que «se trata de una enfermedad crónica y sistémica, lo que hace necesario un control continuo, no un tratamiento episódico. La piel es un órgano primordial, indispensable para la vida por las funciones que desarrolla (control de la temperatura, barrera protectora, función inmunológica...). Si la piel enferma, sus consecuencias no son solo visibles. Y puede conllevar riesgo cardiovascular y comorbilidad psiquiátrica (ansiedad, depresión, etc)».
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