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Los muros de las residencias de mayores fueron infranqueables durante los meses más críticos de la pandemia, cuando hubo que blindarse para impedir la entrada ... del virus, lo que no dejó ver gran parte de la labor de los equipos sanitarios. Ahora, algunas de aquellas vivencias se han plasmado en el libro 'El anonimato de los héroes. Relatos de pandemia', escrito por la enfermera Nahikari Gutiérrez (Baracaldo, 1990), que forma parte del equipo sanitario de la residencia Colisee de Puente Viesgo.
–¿Cómo percibe los ánimos en las residencias en esta sexta ola?
–La situación nos ha encontrado mejor preparados que al inicio de la pandemia, pero a nivel emocional, más cansados. Durante la primera ola me encontraba trabajando en una residencia de Valencia y no estábamos familiarizados con los protocolos, ni con la enfermedad, ni teníamos los recursos necesarios y fue catastrófico. Esta vez en Puente Viesgo teníamos más conocimiento del virus y a los residentes vacunados de la primera dosis. No obstante, entró y se extendió con rapidez a pesar de que pusimos todos los medios. Esto causó un durísimo golpe moral en el equipo, que llevaba un año evitando que se colara dentro.
–El libro relata situaciones vividas en su centro de trabajo que no se han difundido nunca.
–A través de voces anónimas, el libro describe escenas basadas en hechos reales que dan muestra del amor y entrega con el que el equipo sanitario ha trabajado, dando no ya el 100% sino mucho más. Están incluidos los momentos más excepcionales y que más me han marcado y he querido compartirlos con el equipo, un grupo de personas con un propósito en común: ser mejores profesionales.
–¿Qué capítulo destacaría?
–Detrás de los muros de las residencias hemos vivido escenas heroicas e inspiradoras que quedarán en el anonimato, ya que los centros se vieron obligados a blindarse para intentar evitar la entrada del virus, convirtiéndose en instalaciones infranqueables como medida de protección. El capítulo de 'La Noche' da buen ejemplo de ello. Está centrado en la forma de trabajar de nuestra compañera auxiliar Luisa González Pelayo, que en todo momento desarrolló una labor inspiradora para toda la plantilla; no solo por su profesionalidad sino también por su forma de ser, capaz de detectar las necesidades reales de cada residente y de estar siempre allí donde se la necesitaba con una actitud positiva, humilde y sin perder el sentido del humor.
–¿Cuál ha sido la mayor lección que ha dejado la pandemia?
–Si algo hemos aprendido en el sector sociosanitario es la importancia del estado emocional de las personas que es determinante en su estado de salud. Verse privados del contacto con sus seres queridos les ha hecho más daño que el virus. Sin el amor de sus seres queridos los residentes se apagan, se deprimen y pueden perder las ganas de vivir. Sin ese afecto emocional sus patologías avanzan más rápido.
–¿Cuándo le surgió la idea de escribir lo acontecido dentro?
–La idea surgió en un momento en el que sentí que llegaba a mi límite y sentarme a escribirlo resultó un desahogo. Durante la segunda ola comprobé que mis compañeros y yo nos sentíamos en cierta forma superados por las circunstancias. Me refiero al equipo técnico al completo: la dirección, fisioterapeutas, auxiliares, servicios de apoyo, limpieza, lavandería... No obstante, cada día fuimos capaces de superar las dificultades juntos y decidí compartir lo que nos había sucedido.
–¿Qué ha sido lo más difícil de llevar para el equipo sanitario?
–Quizás la desconfianza que unos pocos familiares de los residentes nos transmitieron. Es cierto que no ayudaba la imposibilidad de acceder al interior. Pero sentir en esos momentos como volcaban su frustración en nosotros, sabiendo la gran labor que realizaba nuestro equipo y todo el amor que sinceramente dábamos a los residentes, fue doloroso. Por eso, este libro aspira a reconocer el trabajo que realmente se realizó cuando nadie nos veía. Mientras la mayor parte de las familiares nos han apoyado, otros tristemente nos culpabilizaron de las circunstancias.
–Recibieron aplausos, ¿pero también faltas de respeto?
–Nunca me gustó ser aplaudida porque considero mi trabajo como una vocación que consiste en cuidar de los mayores. Por eso, que me reconozcan por lo que considero que es mi responsabilidad no me hace sentir bien. Prefiero que no me pongan en un pedestal del que después me van a bajar. Los sanitarios somos humanos, cada uno con nuestros límites personales, cansancio, tenemos fallos. Me gustaría que este libro sirviera para humanizar al personal sanitario, no para idealizarlo. Todos tenemos un margen de mejora.
–¿En qué momento se ha sentido más incomprendida?
–Tal vez en alguna ocasión cuándo no se ha valorado nuestra labor justamente por parte de la Administración. También la tercera ola nos ha pillado en un momento en el que los familiares estaban superados, con ganas de volver a la normalidad total. Sus ansias de recuperar el tiempo perdido llevaron a algunos a no seguir las medidas preventivas.
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Ana del Castillo
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