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«El futuro, tras la sexta ola, no está nada claro». Aunque el director de Salud Pública, Reinhard Wallmann, puede presumir de acertar en sus predicciones tras escudriñar a conciencia los números de la pandemia, en su intervención ayer en la Comisión de Sanidad del ... Parlamento regional se limitó a abrir el abanico de posibilidades, a sabiendas de que serán las próximas mutaciones del virus, que «las habrá», las que marquen los tiempos y los posibles escenarios. Desde una onda estacional del otoño (similar a la de la gripe), con «un volumen asumible» de pacientes en los hospitales, a la peor de las posibilidades: una explosión de casos protagonizada por una variante más agresiva, que pase por encima la efectividad de las vacunas y amenace con colapsar el sistema sanitario, en cuyo caso habrá que volver a imponer restricciones «potentes».
Por eso, insistió en que «no conviene correr demasiado» con la desescalada, aunque el resto de comunidades ya hayan abrazado la normalidad sin restricciones. «No queremos bajo ningún concepto una recaída», dijo. Así justificó el mantenimiento del semáforo covid, que «en el momento en que la ocupación hospitalaria sea escasa, se va a dormir solo», «pero es un aparato de medición que día a día evalúa los principales indicadores, y no podemos dejar de vigilar nunca». Porque incluso haciéndolo -subrayó-, el virus «sorprende». Y el mayor ejemplo se vio en esta sexta ola, ahora ya en fase de retroceso -la incidencia a 14 días ha bajado a los 1.320 casos por cada 100.000 habitantes-, que «vino de forma precipitada». Se avisaba de que después de las Navidades, llegaría el gran repunte, pero la oleada de Ómicron estalló antes de las celebraciones navideñas.
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De hecho, tal y como recordó el director de Salud Pública, la onda «se solapó» con la protagonizada por la variante Delta, que había comenzado a principios de noviembre. «Antes nos asustábamos cuando teníamos 300-400 casos diarios y con la llegada de Ómicron hemos llegado a tener más de 2.500», un volumen que tumbó una de las «medidas estrella» de contención: el rastreo. «No era viable mantener esa estructura, que estaba dimensionada para un máximo de 400-500 casos; no estaba preparada para semejante cantidad de infecciones. Ir corriendo detrás de cada caso, perdía toda su efectividad, porque para entonces muchos ya habían generado contagios secundarios».
1. Una onda «asumible» en otoño. Siempre que el virus no mute hacia una variante más virulenta, es decir, que el porcentaje de casos graves sea similar al de Ómicron, la próxima ola sería en otoño-invierno y «asumible» a nivel hospitalario.
2. Otra ola con «gran impacto». Si llegara una variante con mayor escape de inmunidad, teniendo en cuenta que Ómicron ya esquiva sin problema los anticuerpos, la ola de otoño-invierno tendría un impacto sanitario similar a la sexta.
3. Repunte y escalada de medidas Con un virus más transmisible, con gran escape de inmunidad y que reste efectividad al tratamiento, la oleada puede llegar incluso en pleno verano y volver la escalada de medidas.
4. El más pesimista Si los factores determinantes empeoran respecto a Ómicron (transmisibilidad, gravedad, escape de inmunidad...), las olas llegarían en cualquier momento, requerirían «medidas potentes» y volver a vacunar.
En aquel momento, finales de año, fue cuando se dio un vuelco a la estrategia: «Dejamos de llamar a los contactos y abrimos canales para que las personas con síntomas y los más vulnerables (mayores de 65 años e inmunodeprimidos) nos llamaran a nosotros», apuntó. Con la ola en plena expansión, además de caerse la red de rastreo, se hizo «inabarcable» la confirmación de todos los casos por PCR, se colapsó la Atención Primaria y entraron en escena los autotest de venta en farmacia.
En la hospitalización, que es «el ámbito de mayor preocupación», «el que manda» en la toma de decisiones a la hora de imponer restricciones, «esta sexta ola ha sido la segunda peor, tras la inicial», señaló Wallmann. Si en el tsunami de marzo de 2020, llegó a haber en los hospitales cántabros más de 400 pacientes covid ingresados, esta vez se ha llegado a los 241. No obstante, «el incremento de la presión hospitalaria fue suave, y más tardío en Sierrallana, pero superó los números que habíamos previsto (entre 150 y 200). Valdecilla llegó a ocupar siete plantas con covid. El reto ha sido adaptarse».
El problema añadido, apostilló, es que «la alta circulación del virus en la población ha llevado a detectarse muchos positivos a la hora del ingreso por otras causas. Son los casos incidentales, que representan hasta un 37%». Una situación que «complica la asistencia» y hace que «todas las plantas estén salpicadas con algún paciente en aislamiento», sin perder de vista «un mayor impacto entre el personal sanitario: un 15% de los profesionales se han infectado».
En términos de ocupación hospitalaria, esta ola, que aún el miércoles dejó 379 contagios nuevos, «no ha sido la peor, aunque ha acumulado mayor número de ingresos», debido a la menor virulencia de Ómicron, que ha reducido la estancia media. También el balance de pacientes que han pasado por la UCI (177) fue mayor aún en la segunda y en la tercera onda. Y pese al elevado número de fallecimientos que acumula esta arremetida de covid (146, el último un hombre de 77 años, vacunado, que falleció el miércoles en Valdecilla), la tasa de letalidad es inferior a la de la ola del verano: un 0,2%, lo que implica que «por cada 2.000 casos, mueren dos personas».
En la ronda de preguntas, el PRC aprovechó para pedir la vuelta de la normalidad y el fin de las restricciones en la hostelería, que «ya está al 100% de aforo», como respondió Wallmann; el PSOE preguntó por la retirada de la mascarillas en los colegios, un debate que es «oportuno abrir», contestó él. Y la oposición criticó la gestión de esta sexta ola. El PP, que dijo que había «echado en falta medidas» para afrontar la «tensión» sanitaria, coincidió en que «no hay que precipitarse» pero tampoco se debe caer en la «parálisis». Ciudadanos apuntó que «la gestión no ha sido ni buena ni mala, simplemente no ha existido»; y Vox incidió en el «caos» de la sanidad, reclamó que se retiren las mascarillas y pidió, con sorna y sin éxito, que el director de Salud Pública valorara las declaraciones del presidente Revilla cuando asoció la incidencia de la pandemia con la dirección del viento.
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