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Las mujeres, por su trayectoria vital, llegan a la vejez de una manera diferente a los hombres. El cuidado de la casa, de los hijos ... y compaginarlo, muchas veces, con un trabajo precario provoca que su salud «sea peor» al llegar a la última etapa de su vida. Lo explica la antropóloga y gerontóloga Mónica Ramos (Madrid, 1967), que participará hoy a las 18.30 horas en las jornadas 'Mujer y envejecimiento' en la Fundación Botín, una actividad organizada por la Universidad Permanente- Unate y PEM que se alargará hasta el sábado. Su charla, 'Envejecimiento diferencial', será la encargada de iniciar el ciclo tras la inauguración y estará centrada en su especialidad académica, en la que estudia el envejecimiento y el género de manera conjunta.
-En su charla explicará que hombres y mujeres no envejecen igual.
-Sí. Pondré de relieve cuáles son los factores que a lo largo del ciclo vital hacen que, según el género de la persona, se llegue a la vejez de una manera u otra. Vivimos en una sociedad que establece desigualdades y al llegar a la última etapa de la vida, esto se puede agravar. Si estudiamos esta situación dentro de 50 años, a lo mejor la desigualdad es menor. De hecho, ahora mismo España es el país donde hay más licenciadas y doctoras menores de 30 años. Habrá una diferencia enorme entre esa generación y la que ha llegado ahora a la vejez.
-¿Las desigualdades que viven las mujeres a lo largo de su vida marca su vejez?
-Trabajo desde dos perspectivas, feminista y de curso vital. Sin esta última no podemos saber por qué, al llegar a la vejez, llegamos en determinadas condiciones. Eso nos va a permitir comprender por qué las mujeres mayores de ahora, las viudas, cobran una pensión de viudedad, pero no una de jubilación. No es porque no hayan trabajado, muchas sí lo han hecho, pero sin cotizar a la Seguridad Social. Cuando haces investigación con ellas descubres que han trabajado, que lo han compaginado con sacar adelante a sus familias. Esto genera que ahora estén en situación de precariedad.
-¿Esas diferencias afectan a su salud de una manera diferente?
-Se hace mucha investigación del envejecimiento teniendo en cuenta el sexo, pero poca con perspectiva de género. El que podamos decir que un hombre y una mujer no están igual a nivel de salud cuando llegan a la vejez dice muy poco si no analizamos sus biografías. Que las mujeres mayores hayan vivido para los demás, que hayan estado dedicadas al cuidado de todo el mundo, que hayan trabajado fuera de casa y con jornadas intensas hace que lleguen a esta etapa con más problemas. No es por una cuestión de sexo, sino por su trayectoria. Hay que poner de relieve que se llega de una determinada manera por la vida que se ha tenido.
-El exceso de responsabilidades repercute en su salud.
-Las mujeres mayores que han elegido estar solteras y no casarse, con un nivel de instrucción más elevado, con buenos trabajos y que han cotizado bien a la Seguridad Social son diferentes a las que se dedicaron a ser madres y tuvieron trabajos precarios, con salidas y entradas del mundo laboral. El género es una variable estructural que atraviesa a hombres y mujeres, pero la trayectoria vital hace que no todos lleguen a la vejez de la misma manera. Aquellas con mayores cargas tienen más problemas a todos los niveles, físicamente y psicológicamente.
-Entonces, ¿la igualdad debe buscarse desde el género independientemente de la edad?
-Sí. Primero debemos cuestionar que vivimos en una sociedad edadista, donde el hecho de envejecer se ve como una patología y no como un proceso natural de la vida. Y después tenemos que corregir este sistema patriarcal en el que a las mujeres se nos discrimina por el hecho de serlo. Lo que hay que cambiar es el sistema en sí mismo.
-¿Es difícil para una mujer mayor salir del papel en el que ha estado toda su vida?
-Se nos educa desde que somos niñas para cuidar de otros. Se nos sigue socializando en que somos seres más empáticos y en que buscamos más los vínculos. Entonces, cuando llegamos a la vejez, a las mujeres les cuesta superar esa mirada de que tienen que estar pendientes de todo el mundo. Hay que salir de los entornos familiares, buscar espacios de participación y aprovechar el resto de la vida. En una charla, una mujer me decía que ella ya había hecho muchos cambios, pero que se tenía que plantear a su familia que, con las Navidades a punto de llegar, no quería quedarse en casa ni cocinar, que quería irse de viaje. Estaba cansada y quería disfrutar.
-En sus conferencias también trabaja con hombres. ¿Se ven afectados por su género?
-Muchos hombres me dicen que disfrutan de abuelos lo que no pudieron disfrutar como padres. Porque no cuidaron de sus hijos ni estuvieron junto a ellos cuando crecían. Las mujeres no lo viven de la misma manera porque ellas sí han estado con sus hijos. Son vivencias distintas que se ven en la última etapa de la vida. Las mujeres ya han vivido lo que para los hombres es nuevo.
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