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El tren

Olga Agüero

Santander

Viernes, 29 de junio 2018, 07:58

La manida metáfora pseudoexistencial proclama que el tren solo pasa una vez en la vida. En realidad, contrariamente, los trenes –símbolo de libertad en el ... imaginario literario– viven encadenados a la rutina de un permanente viaje de ida y vuelta; así que mañana podemos coger el mismo tren que pasó hoy. El hombre que miraba pasar los trenes –Popinga, el personaje de Simenon- creía que quien sube a un tren se marcha para siempre. Para los pasajeros habituales lo intrépido es quedarse en la estación, perderlo es desobedecer la rutina. Otros trenes se adelantan en provocador destiempo. Como la comitiva judicial que desahució -por sorpresa y sin nueva orden de lanzamiento- a una familia de Solares. A su paso, un impetuoso torbellino de viento les dejó desnudos en el andén. En Cantabria tenemos experiencia en perder trenes y hasta en perseguirlos por las traviesas vías ministeriales. Qué decir del AVE, pájaro de humo al que nos hemos subido y bajado cada legislatura. Creyeron que ansiábamos un billete a Madrid cuando sólo nos hemos manifestado para reivindicar la abolición del MetroTUS, que ha causado más indignación que décadas de anuncios y desmentidos de alta velocidad e intensidad.

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