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El manual básico de la política municipal dice que, antes de poner en marcha una moción de censura en un ayuntamiento, hay que dejar pasar unos meses desde el nombramiento del alcalde para no parecer demasiado ansioso por el poder y buscar argumentos –más o ... menos reales– para descabalgar a quien ostenta el bastón de mando. Esperar un tiempo, pero no demasiado para que el nuevo regidor y su equipo de gobierno tengan margen suficiente para demostrar desde el poder que hay un proyecto alternativo. Con los tiempos lentos de la Administración, cualquier actuación o iniciativa que parta de cero tarda un año en concretarse, otro año en licitarse y adjudicarse y uno más en inaugurarse antes de volver a colocar las urnas. Por eso, si un partido político tiene intención de dar un vuelco al Consistorio, no es mala estrategia hacerlo cuando han transcurrido doce meses desde el comienzo de la legislatura.
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Casualidad o no, ese esquema es el que se ha repetido en los tres ayuntamientos cántabros en los que se han presentado mociones de censura. Ayer, cuando se cumplía justo un año de las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023 que permitieron al PP recuperar gran parte del terreno perdido en los ocho años anteriores, el titular de apertura de este periódico era el pacto entre PP, los independientes de AVI y el PRC para hacer alcaldesa de Santillana del Mar a la única concejala regionalista, Sara Izquierdo, que romperá el pacto con el PSOE para apartar a Ángel Rodríguez.
Antes, abrió la lata Rionansa –allí la moción de censura ya se ha materializado– y se sumó Voto, que celebrará su sesión plenaria extraordinaria el próximo lunes. Los promotores de las tres mociones de censura coinciden básicamente en el argumento: la necesidad de romper la inacción del Gobierno actual y dar un vuelco al municipio. En cualquier caso, cada una de ellas sigue una lógica distinta, no responden directamente a directrices ni pactos más amplios promovidos a nivel regional y tienen al PRC como principal actor.
En el caso de Rionansa, los regionalistas son protagonistas muy a su pesar porque el partido de Miguel Ángel Revilla no fue capaz de frenar a un concejal que le salió díscolo y rompió el pacto de gobierno con el PSOE para irse con el PP.
Lo de Voto podría interpretarse como una especie de represalia por lo de Rionansa. Allí, los perjudicados son los populares. Su todavía alcalde, Santiago del Campo, está a punto de ver cómo el partido independiente que hasta ahora le hacía de muleta se va con los regionalistas. Y de nuevo en Santillana, el PSOE, máximo perjudicado, se ha encontrado que perderá uno de los pocos ayuntamientos que dirigía porque otros han decidido mover ficha y romper el pacto para gobernar. Quizás por omisión –la futura alcaldesa, Sara Izquierdo, dice que se ha sentido «ninguneada» por Rodríguez en este último año–, pero desde luego no por acción.
Tres cambios en alcaldías cántabras que están provocando temblores en otros ayuntamientos de la comunidad autónoma, ya sea porque los alcaldes fueron investidos al ser la lista más votada pero sin apoyos externos suficientes o porque los pactos para alcanzar la mayoría absoluta no terminan de funcionar.
No hay nada cerrado y no tiene por qué llegar a materializarse, pero sí ha habido «movimientos» de mayor o menor intensidad en media decena de municipios como Ampuero, Cabezón de la Sal, Reinosa y Liendo. Todos tienen en común que están hoy gobernados por el PP y que dan los números para que allí se formen alianzas entre regionalistas y socialistas. Antes de entrar en cada uno de los casos, hay que precisar que el PRC da autonomía a sus comités locales para decidir sobre la política de acuerdos –lo hacía incluso cuando funcionaba el bipartito a nivel regional– y que en el PSOE no están especialmente interesados en forzar la máquina.
Aunque ganar alcaldías o entrar al equipo de gobierno municipal siempre es atractivo, los de Pablo Zuloaga consideran que lo ocurrido en las últimas semanas responde a una dinámica de enfrentamiento entre regionalistas y populares a la que ellos, por ahora, prefieren ser ajenos. Por otra parte, ante la inminente sucesión de Revilla y la contestación que se vio el pasado fin de semana en la Asamblea de Dirigentes del partido, entienden que el PRC es todo menos un factor de estabilidad.
Ese último es el principal motivo por el cual aún no ha ocurrido nada en Ampuero. Allí, la popular Amaya Fernández gobierna con el PRC, que a la vez explora las opciones de virar a la izquierda de la mano del socialista Víctor Gutiérrez, alcalde durante la pasada legislatura. Lo explora, pero con la condición de que el bastón de mando vaya para los regionalistas, tercera fuerza política. Otro elemento que, al menos a corto plazo, enfría la posibilidad de una moción de censura.
La situación es prácticamente un calco en Liendo, donde Juan Alberto Rozas (PP) ganó las elecciones con cuatro concejales, frente a los tres del PSOE y los dos del PRC. Los socialistas dicen haber recibido ofertas imprecisas, pero no hay nada hecho.
Donde más fuerte han sonado los rumores, incluso más fuertes que los de Rionansa o Santillana del Mar, ha sido en Cabezón de la Sal. Allí, hace un año PRC y PSOE no lograron repetir el pacto de legislaturas anteriores para alegría del popular Óscar López. Hay indicios en un sentido, como algún comunicado conjunto de regionalistas y socialistas en contra del alcalde, y otros en el opuesto. Por ejemplo, el hecho de que la portavoz del PSOE sea una recién llegada a la política o que la gestión del regidor no esté siendo especialmente problemática.
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