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Aviso claro a la actual clase política a siete meses de las elecciones: tres de cada cuatro cántabros sienten que los partidos políticos no les representan. No sólo no confían en absoluto en ellos o, en el mejor de los casos, guardan muchos recelos, ... sino que sus actuaciones, sus palabras y sus iniciativas les indignan. Eso, en el mejor de los casos, porque para otros muchos, los partidos les suscitan una total apatía. La radiografía del hastío la firma el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), que acaba de publicar el avance de resultados de la Encuesta Social de 2017, y revela que el 78,87% no ha superado la grave crisis económica, los casos de corrupción que salpican a prácticamente todas las siglas ni las cainitas batallas internas que en 2017 provocaron un terremoto en PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, y que en algunos casos no han terminado de solucionarse.
Que nuestra clase política ha experimentado, en la última década, una severa pérdida de imagen y de credibilidad entre la población parece fuera de duda. Fue también el Icane, en su primera Encuesta Social, elaborada en 2005, el primero en dar la voz de alarma: los políticos de la región ya tenían la desconfianza del 60% y los índices de credibilidad eran más altos. Doce años después se ha disparado hasta casi el 80% y los que se creen a los dirigentes son un escaso 9%.
Este diagnóstico, que en su origen se vendió como una «radiografía exacta» de la realidad de la Comunidad Autónoma, se ha realizado mediante 1.814 entrevistas personales o telefónicas, así como mediante cuestionarios que se realizaron durante 16 semanas.
Varapalo
La crisis y la corrupción han hecho que el 58% de los cántabros no tenga «ninguna confianza» en los políticos
Consistorios
La gestión directa de los alcaldes en los ayuntamientos es la que más seguridad y tranquilidad hace sentir a los ciudadanos
Ejecutivo regional
El bipartito ha polarizado ligeramente tanto el número de personas que se fía de él como de los que se muestran recelosos
Marcha de la región
La economía sigue siendo el área de gestión menos valorada mientras que la educación, la sanidad y la cultura crecen
Análisis
La situación interna de PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos en el último año no ha ayudado a mejorar la imagen en la calle
La conclusión es clara. Sencillamente, para una fracción sustancial de la ciudadanía, los llamados por su función institucional a procurar remedio a los problemas existentes –los dirigentes– habrían franqueado la línea roja, engrosando la lista de cuanto en la sociedad requiere reparación urgente.
Sin duda, en las democracias consolidadas los políticos rara vez gozan de una imagen establemente positiva. Por lo general, su consideración social tiende a ser ambivalente: fluctúa entre un 'más o menos respetuoso recelo' y un 'más o menos reticente reconocimiento' de su utilidad como gestores de demandas y conflictos sociales. Pero gozar de más o menos simpatía y consideración no es lo mismo que pasarse al lado oscuro, convertidos en uno más de los problemas que lastran la región.
Desde la encuesta de 2005 y hasta 2007, la situación mejoró, pero fue un espejismo. Hubo una fluctuación del descrédito del 50% al 40%. Luego, con el estadillo de la crisis y sus consecuencias, el porcentaje de radical descrédito de la clase política se disparó en la gráfica por encima de todas las cuestiones llegando a superar el 80% en 2013, coincidiendo con el Gobierno con el mayor poder territorial del PP en la historia de la comunidad autónoma y de todo el país. No fue hasta 2015, con una mejora tibia de la economía y coincidiendo con la llegada del bipartito PRC-PSOE, cuando el porcentaje de cántabros que percibe a los políticos como parte del problema, y no de la solución, ha empezado a decrecer, aunque de manera casi imperceptible.La muestra es que mientras hace dos años el malestar era de 78,99% actualmente es del 78,87%. Es decir, un insignificante 0,12% menos.
La mala imagen guarda alguna relación con la reorientación que se anuncia de la escena política en todo el país. Porque el descrédito de la clase política no lo originaron los casos de corrupción (por graves, recurrentes y extendidos que hayan ciertamente sido). Estos vinieron más bien a consolidar una desafección preexistente que tenía dos grandes causas: por un lado, la percibida incapacidad en la clase política, en los últimos dos decenios, para ponerse de acuerdo en las adaptaciones, actualizaciones y reformas que el transcurso del tiempo imponía a nuestro ensamblaje constitucional, al que se dejó innecesariamente envejecer; por otro, la impericia que la ciudadanía atribuye, por igual, al Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y al de MarianoRajoy, y en menos medida al autonómico, en la gestión de la crisis económica: al primero, por no haberla visto venir; al segundo, por haberla afrontado con unos costes sociales que mayoritariamente se consideran excesivos; y a los terceros por no haber hecho nada para frenarlo con sus recetas.
En concreto, el 58,09% de los cántabros no tiene «ninguna confianza» en los políticos, medio punto menos que los que los que pensaban así en el año 2015 (el 58,57%), mientras otro 20,78% muestra «más desconfianza que confianza».
Según refleja la encuesta en el primer caso –ninguna confianza– el porcentaje de hombres (58,328%) supera al de mujeres (57,89%), mientras en el de los que tienen más desconfianza que confianza, el porcentaje es de 21,26% para ellos y 20,34% para ellas.
Además, hay un 10,29% de cántabros que ni confía ni desconfía en los políticos (10,71% en el caso de las mujeres, y 9,84% en el de los hombres). Más inclinados a la confianza (más confianza que desconfianza) hay un 7,78% de habitantes de Cantabria, más en las mujeres (8,14%), que en los hombres (7,39%); mientras sólo llega a un 1,58% los que tienen total confianza, donde también hay más féminas (1,87%) que varones (1,27%).
Por todo ello, los cántabros han venido dejando claro en los sondeos desde hace ya años que el problema radica en los partidos y en su modo de organizarse y funcionar. Porque, como indican los sondeos realizados por el Icane, la percepción mejora cuando se trata de la crédito que dan Gobierno de Cantabria y a los ayuntamientos de la comunidad. El primero roza una desconfianza del 49,16% mientras que los consistorios están en el 44,32%. En ambos casos llama la atención que cuando se elaboró por primera vez la encuesta la valoración era más positiva que negativa y, con el paso de los años, el ascenso de la desconfianza produciéndose los picos más altos en 2013.
El problema son las siglas y, en consecuencia, los dirigentes que gobiernan a todos los niveles. Porque cuando se les pregunta a los ciudadanos por el grado de satisfacción de áreas sensibles como educación, sanidad, medio ambiente o cultura la satisfacción es mayor que la desafección. Sólo en la estadística de la economía predomina el malestar de los encuestado, pasando del 30% al 60% en los últimos doce años. Aunque ahora no es ni de lejos el peor momento. Fue en 2013 cuando el 80% de los ciudadanos ponía a la gestión de la crisis al mismo nivel que a los partido políticos. El organismo que siempre sale reforzado, una y otra vez, es la Policía, que comenzó con un 60% de popularidad y ya ha superado el 70%.
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