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El precipitado nacimiento del pequeño Derik Esmir, el pasado 23 de mayo, dentro de un coche a las puertas de Urgencias de Valdecilla, tiene un precedente casi idéntico ocurrido hace apenas mes y medio en el mismo lugar. Solo que fue de madrugada –en torno ... a las 06.40 horas– y quedó eclipsado por una doble casualidad. Ocurrió el 8 de abril, pero tres días antes otra mujer había dado a luz en su casa, con la asistencia de un equipo médico del 061, tras quedar descartado el traslado en ambulancia. Como contó este periódico, con los primeros dolores, Nuria Ruiz y su marido, Roberto, empezaron a pensar en acudir a Valdecilla, pero el parto se precipitó de tal manera que resultó imposible salir del domicilio. Con el susto superado, madre e hijo (Iker) fueron trasladados al hospital desde Reinosa –el pequeño fue atendido antes en Tres Mares, donde se indicó su derivación a Neonatología–. Y precisamente de Reinosa procedía también la joven que 72 horas después alumbró a su bebé en un coche aparcado a la entrada de Urgencias.
¿Qué probabilidades había de que coincidieran tan seguidas dos embarazadas viviendo un parto exprés sin llegar al hospital? ¿Y de que, además, ambas fueran residentes en la capital campurriana, a 75 kilómetros de Valdecilla? Pues pasó. Y el relato de ese nacimiento inesperado la madrugada del 8 de abril a escasos metros de Urgencias lo recuerda ahora su protagonista, Jennifer Moncayo, que en aquel momento declinó hacerlo «porque solo quería descansar y estar con mi hijo». Ajeno al revuelo, el pequeño Ares se convirtió en «el juguete de la planta de maternidad, el niño nacido en el coche», dice su madre. «Sufrí y lloré, pero fue la mejor experiencia que he tenido en mi vida». Había cumplido la semana 41 de gestación, «ya me iban a inducir el parto. Primero, no quería salir y al final vino tan rápido que no me dio tiempo a llegar», cuenta la joven, de 31 años.
Cuando esa noche previa empezó a sentir «molestias», lo último que imaginaba era aquel desenlace. «Tomé un vaso de leche, me di una ducha y al entrar a la habitación rompí aguas. Llamé a mi madre y nos fuimos en coche a Valdecilla, pero a la altura de Torrelavega mi cuerpo solo quería empujar». Cuando el vehículo paró en la puerta de Urgencias «fueron dos empujones y el niño salió». Junto a ella estaba en ese preciso instante la celadora Mary Ortiz, que fue quien cogió entre sus brazos al bebé y «envuelto en una sábana» se lo colocó sobre el pecho a la madre. «Yo estaba muy asustada, porque no le oía llorar. Solo preguntaba si el niño estaba bien», dice Jennifer. «Tenía miedo de que viniera con el cordón enredado». Pese al sobresalto, todo transcurrió sin problemas. Y hoy su precioso bebé de ojos azules «pesa más de 4 kilos».
Para Mary también fue una experiencia «inolvidable», no solo por «la gran emoción que me produjo estar en una vida nueva en el mundo, ayudar a la mamá», sino también por «la reacción y la fortaleza» con la que respondió a la escena. «Cuando abrí la puerta del coche, la chica estaba tumbada sin pantalones y ya se veía asomando la cabeza del niño», describe. «Me quedé con ella y al segundo empujón ya estaba fuera. Después, procedimos a sacarla del coche y a pasarla a la camilla. Ya entrando con ella, por los boxes, llegó el personal de partos», rememora la celadora.
Una secuencia similar a la vivida por el médico Francisco Mateos el pasado jueves cuando, minutos antes de iniciar su jornada laboral, asistió a Carolin Mateo, la joven dominicana que también le vio la carita a su bebé por primera vez en el asiento trasero de un vehículo, en este caso el que la había traído desde San Vicente de la Barquera junto a su madre y a su hermano. Aunque los partos precipitados suelen ser excepcionales –se estima que en torno a un 3%–, lo cierto es que en apenas mes y medio han sido tres los registrados sin llegar al hospital. Y ahí las distancias cuentan, toda vez que en la sanidad pública los nacimientos se concentran en Santander y, en menor medida, en Laredo, mientras que en la privada el referente es Mompía.
La celadora, que se vio en el papel casi de matrona del parto de Jennifer, nunca olvidará lo vivido aquella madrugada del 8 de abril. «Personalmente, te hace darle sentido a muchas cosas en tu vida. Lo fuerte que podemos ser y lo bonito y fluido que fue todo», declara. Después de 22 años trabajando en Cantabria, primero en el Hospital de Laredo y desde hace dos años y medio en Valdecilla, Mary Ortiz reconoce que «no imaginaba que en algún momento pudiera vivir esto. Estoy muy orgullosa de mis compañeros, porque fuimos un gran equipo», aunque admite que «cuando llegué a casa me derrumbé de alegría y de emoción».
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