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ÁNGELA CASADO
SANTANDER.
Sábado, 16 de junio 2018, 14:43
Aunque cueste creerlo, ayer arrancó de manera oficial la temporada de playa en Cantabria. Los primeros socorristas comenzaron a tomar posiciones en los principales arenales de la región, a la espera de que el tiempo cambie y lleguen los primeros bañistas. Este verano habrá ... 280 vigilantes desplegados en 61 de las 93 playas con cierta relevancia de la costa cántabra, de modo que uno de cada tres arenales encara el verano sin socorristas. Ese porcentaje de playas sin vigilancia se mantiene estable en los últimos años a pesar de que el 90% de las personas que fallecieron en arenales y medios acuáticos en 2017 en Cantabria perdieron la vida en zonas que no estaban vigiladas, según los datos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo.
El informe nacional de ahogamientos que desarrolla anualmente la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo indica que en 2017 murieron 22 personas ahogadas en Cantabria. Esta estadística representa todas las muertes que se producen en el agua a lo largo del año. «Incluye a pescadores, perceberos y localizaciones como el pantano del Ebro», matiza Agustín Salán, coordinador de Emergencias de Cruz Roja en Cantabria. «Las cifras no corresponden con lo que ocurre durante los servicios de salvamento en las playas, donde la cifra fue cero».
«Que se produzca un ahogamiento en el horario de servicio de salvamento es muy complicado, no recuerdo cuándo ocurrió por última vez en alguna de nuestras zonas de baño», confirma Salán. «Muertes en las playas sí hay. El verano pasado hubo dos, pero ninguna fue dentro del agua. Los perfiles de las dos víctimas eran similares: personas muy mayores con problemas cardíacos que andaban por la orilla en un día muy caluroso».
La temporada de playa arrancó ayer en la mayoría de los municipios y no terminará hasta el 16 de septiembre, aunque de aquí al 1 de julio sólo habrá socorristas los fines de semana. En los arenales menos concurridos de la región el servicio de vigilancia sólo funciona los festivos y fines de semana. El horario siempre es el mismo: de 11.30 horas a 19.30 horas.
De los 21 municipios cántabros con salida al mar nueve han contratado el servicio de salvamento de Cruz Roja (San Vicente de la Barquera, Comillas, Piélagos, Santa Cruz de Bezana, Santander, Ribamontán al Mar, Bareyo, Santoña y Laredo) y dos ayuntamientos (Suances y Miengo) cuentan con la empresa Aunar Group. Alfoz de Lloredo ha contratado a la compañía Seguser; Camargo, a Blue Safety Alfa; Arnuero, a S. R. Cabo Quejo, y Castro Urdiales, a la DYA. Además, Valdáliga y Noja gestionan directamente su propio servicio de vigilancia. Los cuatro restantes (Liendo, Val de San Vicente, Santillana del Mar y Marina de Cudeyo) no tienen socorristas en ninguna de sus playas.
Un buen servicio de vigilancia se compone de un sistema triple. Las torres -vigilancia estática- tienen una visión completa de la zona de baño. Si es necesario utilizar más de una torre se instalan de tal forma que su visión se solape para que no haya ningún punto muerto. Los socorristas -vigilancia dinámica- caminan por la orilla para controlar toda la zona de baño, y las embarcaciones -lanchas y motos de agua- patrullan las zonas más profundas.
Los tres sistemas están constantemente comunicados para dar avisos a los demás si ven algo que requiera su actuación. Como novedad, este año Cruz Roja introducirá un kayak en la playa de La Magdalena. Este tipo de embarcación permitirá acercarse a los bañistas de manera menos invasiva y molesta.
«Cualquier intervención entraña un riesgo», explica el patrón de embarcación de Cruz Roja de Santander, Pablo López. «Si una persona está en peligro y tienes que realizar un rescate, pones tu vida en juego. Es muy importante seguir la técnica 'PAS' -Proteger, Avisar y Socorrer-. «Lo primero es protegernos a nosotros mismos, no se puede ir de valiente y que tengamos que ser dos personas las que estemos en apuros», explica López.
Los percances más habituales en las playas son golpes, pequeños cortes y arañazos. Dependiendo del año, se atienden más o menos picaduras de pez escorpión o de medusa. «El año que no las hay, encantados de la vida», confiesa Agustín Salán. Desde hace varios años, algunos servicios de salvamento, como Cruz Roja y DYA, cuentan con pulseras identificativas para los niños en las que se apunta el número de teléfono de los padres. En caso de extravío, la pulsera simplifica la tarea de localizarlos. Estos dispositivos se solicitan en los puestos de salvamento y pueden evitar horas de disgusto.
La elección del color de la bandera que ondea en las torres de vigilancia y que advierte del estado de la mar la toman los propios socorristas cuando llegan a la playa. Son ellos quienes deben estar informados de si hay corrientes o áreas peligrosas. A lo largo del día es posible que la bandera pase por los tres colores (verde, amarillo y rojo) en función de las mareas o de los cambios que surjan en el agua con el paso de las horas. «No se trata de poner bandera roja, prohibir el baño y quitarnos de problemas. Por el bien del usuario se intenta que la bandera de peligro se ponga lo menos posible, pero nunca vamos a correr riesgos», puntualiza Salán.
Para entrar en el equipo de salvamento de Cruz Roja el socorrista debe contar con titulación de Socorrista Acuático reconocido por el Gobierno de Cantabria, de Primeros Auxilios y de Desfibrilación semiautomática. Además, debe realizar una prueba de fondo en la que tiene que nadar 300 metros en unos tiempos determinados. De esta manera se evalúa si entrenan de manera frecuente y si están preparados para enfrentarse a rescates en el mar.
Pero no todas las empresas de salvamento funcionan de la misma forma. El verano pasado, sin ir más lejos, la empresa Aunar Group se llevó la adjudicación de las playas de Santander, lo que generó una polémica que terminó con la sanción por parte del Ayuntamiento a esta empresa catalana debido al incumplimiento de contrato. Este año el servicio en los arenales santanderinos ha vuelto a manos de Cruz Roja. «Nosotros no vamos a entrar en una guerra de precios porque el 80-85% de nuestro presupuesto está destinado a los salarios», subraya Salán. «El principal perjudicado sería el trabajador y por ahí no pasamos. Llevamos muchos años trabajando para dignificar la profesión y no vamos a hacer modificaciones en ese aspecto».
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