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Valentina Grande no necesita entrar en la página web del Servicio Cántabro de Salud ni analizar la lista de municipios que publica cada día El Diario para conocer la evolución de la pandemia en el Alto Nansa. «En Cosío hay dos casos y en Polaciones ... otros tres. Lo trajo uno que vive en Asturias a su madre que tiene 95 años. Aquí de momento vamos librando. A ver lo que nos dura...», comenta desde la huerta de su primo Enrique Rodríguez. No se equivoca. Tudanca, junto a Pesquera y Tresviso, es uno de los tres municipios de Cantabria en los que aún no ha entrado el coronavirus. Ni en la primera ola, ni en esta segunda.
«Somos pocos y la gente tampoco sale mucho. No nos juntamos casi, porque no hay ni bar, ni viene el cura ya a dar misa... Lo único si das una vuelta con alguien», comenta Javier Fernández, un joven ganadero de 22 años con 25 vacas a su cargo. Tantas como vecinos viven en el pueblo todo el año. Desde que a principios de noviembre se estableció el cierre perimetral de los municipios, es muy difícil ver caras nuevas. Hace un parón con la leña para explicar que sólo suben el cartero, dos panaderos, el basurero -una vez por semana y no siempre-, el médico y una mujer que viene de Merodio con alimentos. Siempre con mascarilla y guantes, para no estropear la estadística.
En un pueblo de jubilados y ganaderos, son muy pocos los que cruzan la frontera local para ir a trabajar, así que esos son los únicos que pueden llevar la enfermedad. Para Javier, la obligación de cuidar de los animales hizo que el confinamiento apenas le afectara a su rutina, con la única excepción de que no podía coger el coche hasta Los Corrales para ver a la novia. Ahora, intenta evitar las salidas. Alguna esporádica como la de la pasada semana a Santander, para renovar el DNI. «Por si acaso lo traemos...».
Además de haberse convertido en los tres últimos reductos libres de covid, Tudanca, Pesquera y Tresviso tienen en común su pequeño tamaño -los que tienen menos vecinos de toda la comunidad autónoma- y su carácter rural y ganadero. También una cosa más. Que en julio y agosto han recibido veraneantes «como nunca». «Ahora estamos cerrados a cal y canto, pero este verano hemos recibido turistas como nunca. Cualquiera pudo traerlo y no lo trajo. Por eso digo que además de que al ser menos tenemos menos actividad, creo que la clave de que no tengamos casos es el factor suerte», indica Javier Campo, alcalde de Tresviso. Su homólogo de Pesquera, Rubén Ruiz, repite un mensaje casi exacto. «Hay mucha gente mayor que sale poco o va de paseo y se junta siempre con los mismos. Así es difícil contagiarse, pero después de este verano es todo un milagro», insiste el alcalde, que recuerda que algunos de los jubilados que vinieron entonces tienen la intención de quedarse ya todo el invierno y que la gente mayor, al tener más miedo, también es más cuidadosa.
Valentina Grande, Vecina de Tudanca
Javier Fernández, Ganadero de Tudanca
Alfonso Hoya es testigo de excepción de ese afán que hubo en verano por invadir los pueblos y pisar 'prao' después de los meses de encierro. «No he oído que aquí lo tenga nadie, pero tampoco te lo puedo asegurar. Yo no estoy atento a eso. Lo que sí sé es que han venido cientos de personas y ahora no te encuentras con nadie. Ayer unos ciclistas que subían, aunque no esté permitido», comenta mientras quita las malas hierbas a unas lechugas. «¿Miedo? Con 85 años -la semana que viene en casa sólo se podrán juntar seis personas para celebrar los 86- algo miedo tengo que tener, pero he estado unos días en Santander por temas de hospital y allí creo que lo temen más». Su razonamiento es aplastante: «Si no nos juntamos, que ni el cura que antes venía de Polaciones viene a dar misa, cómo lo vamos a coger...».
El único lugar donde se ven grupos es en el bar de La Lastra, otro núcleo de población de Tudanca. Allí ya no paran turistas, sólo los del municipio y cazadores, que ayer tenían faena. Ellos sí se pueden desplazarse según las normas de Salud Pública. En la terraza están Manuel, Jesús y Ana, la nueva farmacéutica, que se estrenó el viernes y en marzo, antes de trasladarse, pasó el virus en Madrid, así que ella no cuenta. «Las farmacias rurales han tenido un papel importantísimo», defiende. En Tresviso, sin senderistas, tienen el bar cerrado. Y en Pesquera sólo abre uno de los dos, el del barrio Ventorrillo. «Para los del pueblo».
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