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Agosto se despide y las lluvias y el 'fresquito' de otoño se adelantan para darnos la bienvenida. Aunque, Santander y el resto de Cantabria es de esos lugares que conocen bien los caprichos climáticos. «En esta ciudad es posible que se den las cuatro estaciones del año en un día», dice el cabeza de la familia Baura mientras se toman un helado en el Paseo Pereda. Estas lluvias, que pronostican que van a dar tregua unos días pero que vuelven a la carga para el fin de semana, han cambiado el panorama turístico, y eso que todavía queda un mes para cerrar oficialmente el verano. Las toallas por chaquetas, las sombrillas por paraguas y las cervezas bien frías por chocolates bien calientes (aunque en este último caso ambas opciones son compatibles). La cuestión es resguardarse del agua y del viento sin dejar de disfrutar de lo que queda de verano. Solo los más atrevidos, como una chica que tomaba el sol –o más bien, la lluvia– en la playa de La Fenómeno a mediodía, se atreven a tirar la toalla en la arena.
Una vuelta desde el Paseo Marítimo hasta El Sardinero permite comprobar de un vistazo que las playas están prácticamente vacías, y si se da por el Paseo Pereda, que las tiendas que venden chubasqueros están hasta arriba. Es decir, el fenómeno clima-compras. «Estos últimos días de lluvia hemos podido vender un 25% más de chubasqueros», asegura Jorge Sáez, gerente de la tienda Godofredo. ¿Los clientes? «En esta ocasión, sobre todo turistas. Los santanderinos ya tienen en sus casas su arsenal para el mal tiempo y no suelen venir en agosto a cambiarlo. Ahora, lo habitual son los extranjeros que no se esperaban pasar unas vacaciones pasadas por agua», añade. Durante esta conversación, varias personas entran a la tienda preguntando por ellos. «De todos los colores y modelos», dice Sáez, que confiesa que la mayoría de los clientes de la Península en verano «son los que provienen del clima más seco». «Sevilla, Córdoba, Extremadura, Madrid... Allí no suele haber tiendas de chubasqueros y aprovechan cuando llueve para comprarlos aquí», comenta. «Aunque si hay sol –prosigue– ni se acuerdan, por eso vendemos más cuando hace mal tiempo».
En el corazón de la ciudad, este tipo de comercio anhela los días nublados. «En el centro de Santander deseamos que haga malo para que la playa nos arroje la gente», dice José Antonio Noriega, dueño de la Chocolatería Áliva. Chocolate con churros: el plan por excelencia cuando llega el frío. En Santander, esta tradición se ha arraigado tan profundamente que los días de lluvia son esperados con ansias. Por las mañanas, el lugar se llena de clientes habituales, como Jaime Gómez, que lleva 25 años yendo cada mañana a por su ración, y turistas de los hoteles cercanos que buscan deleitarse con este manjar. Este es el caso de la familia Fuentes. Franceses, concretamente de Burdeos, pero descendientes de españoles, de ahí su 'particular' apellido. «El chocolate con churros es muy típico en España y hemos aprovechado la lluvia para pasar aquí la mañana», sostiene José Fuentes a la vez que traduce a su familia. Los cuatro vienen a pasar una semana en la ciudad, pero la lluvia les ha hecho cambiar de planes: «Hubiese sido mejor que hiciera buen tiempo, pero no pasa nada, no hay mal que no pueda arreglar unos buenos churros», bromea.
Al igual que los Fuentes, hay otras muchas familias, parejas y amigos que se han encontrado con un invitado inesperado en sus vacaciones, la lluvia. Una solución para poder seguir conociendo cada rincón de la ciudad, sin necesidad de parecer que se ha ido a darse un baño al mar Cantábrico, es subir al autobús turístico. «He notado un aumento significativo en el turismo, incluso cuando llueve. La gente sale con sus chubasqueros y no dejan que la lluvia arruine su experiencia», confirma Rocío Baitón, quien gestiona el público que sube al vehículo en la parada de la Catedral.
A pesar de las inclemencias del tiempo, la actividad en el autobús no disminuye. Las horas de la mañana son las más concurridas, pero la afluencia de personas es constante a lo largo del día. Una de las causas principales es la llegada de los ferris que traen consigo a una multitud diversa de visitantes, desde británicos hasta franceses. Y sólo hay que fijarse cuando el Brittany Ferries atraca en el puerto de Santander. La primera parada que suelen hacer los ingleses que se bajan del barco es subirse al clásico autobús rojo que circula por las calles de la ciudad.
Pero, ¿cómo es posible que el autobús turístico siga con su ruta en pleno chaparrón? Rocío Baitón nos lo explica: «El tiempo no es un problema para nosotros. Los autobuses tienen un techo que se puede cerrar para que los pasajeros puedan disfrutar del recorrido sin preocuparse por mojarse. Además, la ruta es igual, lo único que varía es poner o quitar la capota». Algo similar pasa en el trenecito que recorre la Península de La Magdalena. Otro plan por excelencia para entretener a los niños, y los más adultos, cuando hacer castillos de arena en la playa no es la mejor opción.
«El tren turístico de La Magdalena también tiene protección y así se puede disfrutar del maravilloso paisaje desde la máxima comodidad», comenta Baitón. Una idea más para amenizar la mala jugada que el tiempo le ha pasado a los turistas estos últimos días. Aunque, seguro que los que vienen de los 40 grados miran esta temperatura con buenos ojos. Como Eduardo Baura y su familia. Son madrileños y veranean en Noja huyendo del calor de la capital, «que allí sobra». Por eso, han visto los días lluviosos como una oportunidad para pasar el día en Santander. «En cuanto hemos llegado nos hemos tirado a por un helado, ha sido un antojo directo», dice Baura. Un topicazo, sobre todo los de Regma. «Son los que más nos gustan, y si es de nata mejor», comentan. Lo de tomar un helado en Cantabria ya es tradición sin importar el clima. «El frío da igual, un helado siempre entra», añaden. Y es que aunque las comidas frías se asocien a días calurosos, tomarlo bajo la lluvia «tiene un encanto especial». Habrá quien crea que es algo peculiar, pero la realidad es que muchos, sobre todo los que repiten cada verano en la región, tienen esta tradición muy arraigada. Más de uno seguro que baja a por el helado antes de llegar a deshacer las maletas. La mayoría de heladerías están en el Paseo Pereda, pero la Plaza de Pombo es la mejor aliada para disfrutar de la mezcla del olor dulce con el de tierra mojada. Entre los portones se resguardan muchos turistas y locales que las gotas le han estropeado el paseo, pero nunca el helado.
Cerca, en la Biblioteca Central, había una invitación perfecta para los amantes del cine y sus pequeños acompañantes: 'La familia Addams 2: La gran escapada'. Pol Canales acompaña a sus hijos una mañana nublada: «Venimos porque es en versión original. Además, la lluvia y el mal tiempo realmente también es otra razón». Junto a varias familias había un gran grupo de menores con discapacidad. «Cuando llueve los centros suelen traer a estos niños a estas actividades», dice el encargado de la sala en la Biblioteca. La opción de ver películas en su idioma original es una oportunidad para que se sumerjan en otras culturas y practiquen idiomas extranjeros mientras llueve. Diferentes y peculiares formas de decir adiós y hasta el año que viene al mes del veraneo.
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