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En el pasado año hasta 200.000 personas consultaron la aplicación de Uber en Cantabria para comprobar si ofrecía servicio en la región. Más de un 50% eran turistas extranjeros que lo hicieron nada más llegar al Puerto de Santander o al aeropuerto. «Es ... lo que nos ha impulsado a tomar la decisión de instalarnos», confirma la directora general de Uber en España, Lola Vilas. Cantabria es ya la decimocuarta región española que ofrece este servicio, que tras su desembarco el miércoles de la pasada semana trabajará con 16 licencias «aunque lo que esperamos es seguir creciendo conforme pasen los meses», advierten desde la dirección.
El público se ha acostumbrado al servicio, que está disponible en más de 10.000 ciudades y más de 70 países en seis continentes. Los VTC funcionan de forma digital, de manera que el servicio se contrata de antemano, fijando un origen y un destino, y acordando el precio antes de subir al coche. Los vehículos están geolocalizados y pueden ser rastreados en directo, de manera que el pasajero puede compartir la ubicación con otras personas. En Cantabria el plan de costes se ha hecho público: 2 euros como precio base; 5,5 euros como mínimo; 0,98 euros por kilómetro y 0,2 por minuto.
El plan empresarial está fijado: «Lo que queremos hacer es seguir creciendo y para eso estamos abiertos a las flotas locales y a los autónomos. También al sector del taxi, que podría apoyarse en nosotros para tener ingresos extra», señala Vilas, aunque del otro lado no lo ven así. Los taxistas vienen siendo los principales detractores del servicio desde la llegada de las primeras VTC.
«No tiene sentido que cada vez haya más licencias si en el fondo no hay trabajo para todos. Al final acabaremos arruinándonos todos», protesta Manu Andoni Ruiz, presidente de la Federación Cántabra del Taxi. «Se ha hablado mucho de que Cantabria se iba a convertir en el Benidorm del norte y no veo que por el momento eso esté sucediendo. Hoy mismo (por ayer), estamos unos cuantos taxis parados en El Sardinero y no arrancamos», critica.
Hace meses que el colectivo demanda una reunión con la Dirección General de Transportes sin que hayan logrado fijar una fecha. «Estamos pendientes de que nos convoquen para concretar algo más del Decreto con el que pretenden regular la concesión de estas licencias, que ahora está descontrolado y sin regulación. Así no podemos seguir», alega.
Uber le da la vuelta a la tortilla: «Nosotros llegamos a Cantabria no para competir con el transporte público ni con los taxis, sino para funcionar como un complemento. Además, en ciudades como Madrid hay más de 3.000 taxistas trabajando con nosotros y se han dado cuenta de que les supone un ingreso extra». ¿Por qué entonces tantas reticencias? Vilas asegura que el sector del taxi «ha estado funcionando sin cambios durante mucho tiempo y ahora, que toca adaptarse a los nuevos tiempos, nos ven como una amenaza cuando deberían vernos como una oportunidad».
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