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U-Boot Calderón

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Leyendas de aquí ·

El pequeño puerto natural de Oreña, ya prácticamente en desuso, sirvió según la tradición de escondite para submarinos nazis

Aser Falagán

Santander

Sábado, 24 de julio 2021, 13:49

El de Calderón es un pequeño puerto natural situado entre Suances y Comillas. Para más señas en Oreña, en el municipio de Alfoz de Lloredo. Es un viejo desconocido incluso para muchos cántabros y está ya en desuso; completamente abandonado aunque en diferentes épocas históricas tuvo actividad. Incluso en determinado momento se llegó a apuntar que pudo haber sido el Portus Blendium romano, una hipótesis que jamás ha contado con la aceptación de la comunidad académica, que apunta a unos kilómetros más al este, en concreto a Suances, como su probable localización. También fue un puerto que hace siglos le pudo hacer la competencia a los de Santander, Suances, Comillas y San Vicente de la Barquera, y ya en el siglo XX lo empleó la Asturiana de Zinc, hasta el extremo de que en la ensenada se puede ver una boca de una de las minas, hasta que quedó en desuso, más allá de un puñado de botes de pesca.

Pero no es esta la historia descacharrante del puerto, situado en una recóndita zona a la que se llega a través de una angosta carretera que ni siquiera alcanza la costa, lo que obliga a hacer el último aunque breve tramo a pie hasta llegar a la ensenada. No. Su leyenda es más moderna llena de aristas y ramificaciones, la de un pequeño puerto del Cantábrico convertido en base secreta de los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Allí repostaban, se aprovisionaban y buscaban refugio o escondite después de sus incursiones en el Atlántico para atacar convoys y buques de la armada británica.

No es la única historia de nazis en Cantabria. La más insólita, la leyenda urbana que asegura que Hitler no murió en el búnker de la cancillería, sino que fingió su muerte y huyó a Argentina haciendo escala durante unos días en Somo. Otras mucho más reales, como los dos espías que vivieron en Cantabria: Kurt Bormann, con su imprenta santanderina, y Reinhard Spitzy, con su carpintería en Santillana del Mar.

La villa queda además muy cerca de Oreña y del Puerto de Calderón, con lo que Spitzy, que como Bormann llegó a estar reclamado por los aliados aunque el franquismo nunca les entregara, tenía muy a tiro la zona.

Spitzy, un espía que había llegado a España con la tapadera de ejecutivo de Skoda, se había trasladado después a Santillana huyendo de una purga nazi, después de que su nombre apareciera como posible colaborador en el atentado organizado por Von Stauffenberg contra Hitler. Se instaló al principio en un una casa más del pueblo y ya con la conflagración mundial terminada en el Palacio de Íñigo López de Mendoza, también en la villa juliana.

Después tuvo tiempo incluso de fundar la carpintería y mueblería Talleres Montañeses en Cabezón de la Sal antes de ocultarse a partir de 1946 en un monasterio de Burgos y huir en 1948 para evitar su detención tras ser localizado por los aliados. El régimen nunca le entregaría y huyó ¿adivinan adónde? Sí, a Argentina.

Así que imaginen la historia: «Mein führer: Spitzy ya nos está esperando en Oreña. Si cogemos la Regina de las ocho, para la hora de comer podemos estar en el U-Boot Calderón. Ya en alta mar le tiramos por la borda por aquel desagradable asunto de la cancillería y hacia el miércoles por la tarde llegaríamos a Buenos Aires, que el general Perón nos va a preparar panqueques para el postre.Firmado: Kurt Bormann».

Podía haber sido el epílogo a la historia bélica del puerto de Calderón. Pero como siempre la realidad es más prosaica. Ni su bocamina daba acceso a un refugio de submarinos ni hubo allí ninguna base. No es ningún secreto que la neutral España franquista de neutral tuvo muy poco durante la II Guerra Mundial, y que colaboró con los regímenes nazi y fascista hasta que cuando el curso bélico apunto a su derrota Franco trató de distanciarse para mantenerse en el poder ante la inminente victoria aliada. Pero la logística no fue cántabra.

Puertos como el de Vigo en el Cantábrico y otros en Canarias sí que aprovisionaron y apoyaron logísticamente a los submarinos alemanes como lugar de atraque, pero no consta que ocurriera algo similar en Oruña.Solo la historia que ha sobrevivido a través del boca-oído.

Al fin y al cabo aquello fue siempre un pequeño puerto pesquero. Aun en el caso de que aquello ocurriera tuvo que ser de modo esporádico o excepcional. Porque nadie se fijó o nadie hizo caso. Incluso si Hitler hubiera huido desde allí a Argentina tras sus días en Somo, nadie se habría dado cuenta.Todo lo más, tal vez algún patrón preguntara molesto a la marinería: ¿Qué estamos; a bocartes o a submarinos?

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