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Si hay alguien que no se ha dormido en los laureles a la hora de planificar cómo quiere marcharse de este mundo es Miguel Ángel Revilla, que siempre habla con claridad de estas cuestiones. Él no cree en mantener la vida «de forma artificial» por ... lo que esto supone de «prolongar el sufrimiento de la persona que va morir y la de su familia». El expresidente de Cantabria explica lo que piensa en un capítulo de su último libro 'Toda una vida', palabras que considera su testamento vital público, ya que no lo ha registrado oficialmente en la Consejería de Salud.
Eso sí, el regionalista ha nombrado a dos personas de su «total confianza» para que velen por que cumpla su voluntad. Los dos, por debajo de los 50 años: Cipriano Quintas, un «íntimo amigo que tiene un restaurante en Madrid», y Adrián Barbón, actual presidente asturiano.
«Que nadie crea que lo tengo todo preparado porque me vea mal. Con 81 años estoy como una moto. Mucho mejor física y mentalmente que hace 10, porque entonces sí tenía problemas... que me resolvieron en Valdecilla. Si lo tengo pensado hace mucho es porque todos nos vamos a morir y me parece que es lógico planificarlo».
Más, cuando España ya cuenta «afortunadamente» con una Ley de Eutanasia: el expresidente vio sufrir a su madre durante años por un cáncer «y cuando los médicos han hecho todo lo posible y te dicen que no hay solución... Hay que mirar por el bien del enfermo y por el del resto de la familia».
Además, Revilla ha donados sus órganos y siempre que puede hace un llamamiento a la donación: «Es un último gesto de generosidad. No se puede ser egoísta».
Aparte de la vertiente médica, en su libro explica cómo quiere que sea todo cuando muera. Ha pedido ser incinerado y que sus cenizas se esparzan en la Cruz de Cabezuela, en Polaciones un 25 de julio, el día del patrón de Salceda, su pueblo. Le gustaría que allí se celebrara una comida campestre animada por piteros y canciones montañeas. «Aquel es un sitio al que estoy muy vinculado por mis recuerdos de infancia». Y en el monumento del lebaniegu y purriegu querría una placa de hojalata que aludiera a que allí se tiraron sus cenizas. Se opone, por otro lado, a «desfiles en el tanatorio», a las coronas de flores y a las esquelas. Sobre las coronas es específico: el dinero que cualquiera se gastaría en ellas se tendría que dar a la Cocina Económica y a la familia «se le podrá comunicar la donación» en su recuerdo.
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