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El Carnaval ha bajado este sábado el telón en Cantabria mezclando luto y colorido. La fiesta desató la alegría en Cabezón de la Sal con su multitudinario desfile de disfraces, la tradición ancestral de los Zamarrones conquistó Polaciones y Santoña sacó las prendas de luto para enterrar al pobre besugo. Los últimos coletazos de las mascaradas se vivieron con gran intensidad en unas celebraciones que sacaron a las calles a miles de vecinos y visitantes deseosos de disfrutar.
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Santoña se convirtió en un mar lágrimas, irónicamente hablando. La villa lloró, sin consuelo, la muerte del besugo, símbolo del Carnaval Marinero, que fue quemado en las aguas de la bahía tras la recreación del Juicio en el Fondo del Mar. Un espectáculo único en el mundo por su originalidad, sátira e historia. Y es que su contenido, basado en la murga que cantaron Los Parrandistas en el año 1934, incluye una ferviente alegato en defensa del medio ambiente.
Los actos arrancaron por la mañana con al apresamiento del reo en el embarcadero del Pasaje. Los integrantes de la peña Los Rayitos, ataviados de los peces que habitan en la bahía, escoltaron al besugo hasta la plaza del Peralvillo, donde varias murgas cantaron unas coplillas en su honor. La agrupación Canallas fue la ganadora del concurso.
Al caer la noche, el besugo recorrió, envuelto por el sonido de la charanga de Los Ronceros, las calles del casco urbano con destino la plaza de San Antonio. Allí, en un espectacular escenario que recreaba un fondo marino, le aguardaba un furioso Neptuno «hondamente contrariado» al saber que había raptado a una sirena. Cientos de vecinos y visitantes asistieron como público a este singular pleito, que arrancó con un homenaje a la santoñesa Rosa Colina, que recibió la distinción de 'Parrandista Mayor' por su larga y destacada participación en esta obra teatral.
El dios de los mares llamó a testificar al estrado «desde el pez más diminuto hasta el muergo más astuto» para que contaran su versión del lío amoroso entre el besugo y la sirena. Declaró el jibión, la merluza, la paparda, el bocarte, el cámbaro... y hasta la almeja. Ningún testimonio arrojó luz al caso. Unos acusaron al besugo de sobrepasarse con su inocente amada y otros narraron que era ella la que estaba loca por sus escamas. Hasta la tortuga dijo haber visto a la pareja tumbada en la arena de San Martín. Ante tantas contradicciones, Neptuno no vio maldad y dejó libre al pez, aunque la felicidad le duró poco. Al saberse rechazado por su enamorada, acabó muriendo de pena. Una comitiva fúnebre arropó al besugo hasta la bahía, donde las llamas le redujeron a cenizas.
En Cabezón la música empezó justo nada más irse la lluvia. La multitudinaria cita carnavalera volvió a dejar el listón muy alto en el municipio, que una vez al año se convierte en el epicentro de la originalidad, el sentido del humor y la más desternillante diversión. De nuevo, cientos de participantes en el gran desfile colapsaron las calles principales de la villa al ritmo de «carnaval, carnaval, carnaval te quiero», que corearon los pequeños, los medianos y los mayores. La creatividad a la hora de confeccionar el mejor disfraz, combinada con el esfuerzo y la ilusión, marcaron el desfile, que después dio paso a las actuaciones y la música hasta altas horas de la madrugada. Unquera-Bustio, en Val de San Vicente, fue otro de los lugares donde se celebró un gran carnaval.
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