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Nacho González Ucelay
Santander
Martes, 26 de febrero 2019
Ramiro Santisteban Castillo, uno de los dos supervivientes cántabros del campo de concentración nazi de Mauthausen que todavía permanecían con vida, murió el lunes en la ciudad de Paris dejando como herencia universal la espantosa biografía del que escribe desde un rincón del Holocausto y como único guardián de ese legado a su paisano Lázaro Nates Gallo, que, con 96 años recién cumplidos, ya es el último cántabro que perdura a aquel horror.
Nacido en Laredo en el año 1921, Ramiro Santisteban permaneció un lustro prisionero tras las alambradas de la Alemania de Adolf Hitler. Más exactamente en el campo de concentración de Mauthausen, donde fue recluido por los alemanes el 6 de agosto de 1940 y del que fue liberado por los norteamericanos el 5 de mayo de 1945.
Cómo entró, cómo salió y cómo consiguió sobrevivir a ese infierno han sido las tres preguntas a las que Santisteban ha estado respondiendo a lo largo de sus últimos 75 años desde el parisino balcón de su libertad, al que el lunes dejó de asomarse para siempre.
Según cuenta el portal deportados.es, y tal y como recoge el historiador José Manuel Puente en su libro 'Cántabros en los campos de exterminio nazis', de reciente edición, Ramiro Santisteban y su familia huyeron de Laredo en agosto de 1936 –ante el avance de las tropas franquistas– a bordo de un barco pesquero con el que consiguieron atravesar el Cantábrico y llegar a Francia. Pero nada más pisar tierras galas, decidieron regresar a la España republicana e instalarse en Cataluña, donde la familia permaneció unida la mayor parte de la Guerra Civil, hasta que en febrero de 1939 tuvo que separarse.
La madre y los seis niños pequeños montaron en un tren que les condujo a un centro de refugiados en Normandía.
El padre, Nicasio, y sus hijos mayores, Manuel y Ramiro, aguantaron unos días más en España con la esperanza de servir a la República hasta que, finalmente, acabaron cruzando los Pirineos como el otro medio millón de refugiados españoles que, a la entrada de los Nacionales, tomaron el camino del exilio.
Cuando en el mes de mayo de 1940 el ejército alemán invadió Francia, cientos de republicanos españoles –entre ellos Nicasio, Manuel y Ramiro– fueron apresados y llevados a campos de prisioneros.
Luego de sucesivos pasos por Trier, por Nuremberg y por Moosburg, los Santisteban, que formaron parte del primer contingente de españoles que llegó a los campos de concentración alemanes, fueron de- portados a Mauthausen (Austria), por aquel entonces en plena fase de construcción.
«Los nazis nos llamaban 'stück', que viene a ser como decir trozo. No nos consideraban personas», explicaba en sus relatos Ramiro, que siempre se acordaba de los compañeros que los soldados alemanes «arrojaban desde el acantilado de la cantera», «eran ahorcados o colgados de los brazos hasta que morían» o «se suicidaban lanzándose contra la alambrada electrocutada».
Condenados a convivir con el espanto durante casi cinco años, los Santisteban, el padre y los dos hijos, lograron sobrevivir a Mauthausen «gracias a la ayuda de los compañeros» y «a la suerte», un factor, este, que les permitió mantenerse vivos hasta que las tropas estadounidenses entraron en la ciudad.
Sólo unos días más tarde, su padre, Nicasio, falleció como consecuencia de las graves secuelas físicas que le dejó de su paso por el campo de concentración. Y poco después, su hermano, Manuel, fue asesinado por la Guardia Civil cuando se adentró ilegalmente en España para visitar a su madre.
Después de haber sobrevivido los tres juntos al peor de los castigos, Ramiro Santisteban Castillo se quedaba sólo con el escalofriante relato de una vida marcada a fuego por el nazismo de la que huyó a Paris, donde encontró el reconocimiento que, sin llegar a saber por qué, siempre le negó su país.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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