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José Luis Gutiérrez, jefe de mantenimiento en el Gran Hotel Puente Viesgo, en uno de los pasillos. Celedonio
El único ruido por el pasillo de un hotel cerrado

El único ruido por el pasillo de un hotel cerrado

Los encargados de mantenimiento han cuidado en soledad de los alojamientos durante la pandemia. «Estos días hemos hecho de todo»

ÁLVARO MACHÍN

Puente Viesgo

Domingo, 7 de junio 2020, 07:51

José Luis va con la escalera por uno de los largos pasillos. Sólo se escuchan sus pasos. En este y en cualquier hotel del mundo vacío durante casi tres meses es inevitable ver esa escena y no acordarse de una famosa película de terror. Pero gracias a su trabajo y al de sus compañeros, salvo por unos cuantos trastos de la tarea en algún esquinazo y poco más, nadie diría que el Gran Hotel Balneario de Puente Viesgo lleva sin abrir tanto tiempo. Está impoluto, y su trabajo le ha costado. Es difícil creer que, por ejemplo, en esta etapa cambiaran la vieja calandria de la lavandería (una máquina que sirve para planchar grandes piezas) por una nueva. Tuvieron que tirar una pared para sacarla y luego volverla a levantar. Eso, o hacer correr el agua por los más de 2.000 grifos al menos una vez por semana, como indica el protocolo para prevenir la legionella. Mantenimiento. Instalaciones en orden. Con todos en casa, a los responsables de este trabajo les tocó hacer de los hoteles su hogar durante muchas horas. «No hemos parado». Se nota al recorrer Puente Viesgo. Abrirán el 26 y tienen casi todo listo.

«Pensamos que sería para dos semanas y al final ha sido mucho tiempo». Con él, que es el jefe de la cuadrilla -José Luis Gutiérrez- son cuatro. Organizó turnos de mañana, tarde y noche y siempre ha habido alguien en el hotel. Los siete días de la semana. «Aquí la propiedad ha hecho una inversión para que todo estuviera bien cuidado», insiste.

Antes de charlar sobre sus tareas en este tiempo, la curiosidad -llámenlo morbo- lleva a preguntarle si se pasa miedo cuando uno está sólo y de noche en un hotel con 134 habitaciones, templo del agua y balneario. «Esto es Puente Viesgo. Un sitio tranquilo. Me hubiera dado más en Santander, aunque sí que te da un poco de miedo pensar que alguien pudiera venir a robar. Por suerte, no ha habido ningún incidente. Estamos en una zona privilegiada». En eso, recuerda que la doctora del centro y él dieron forma a un protocolo para que todos los grifos del balneario estuvieran «corriendo con el agua del manantial». Aunque fuera con un poquito. De noche, con una luz en la frente, le tocó más de una vez bajar a comprobarlo. «Y sí que daba un poco de 'yuyu'».

Cada siete días tienen que abrir más de 2.000 grifos, relatan en Puente Viesgo, que recupera su actividad el próximo día 26

No han tenido, en cualquier caso, mucho tiempo para temores. En cada turno había tareas. Algunas fijas. Que si la lectura de contadores, que si regar todas las plantas (están perfectas), que si lo de los grifos cuando tocaba (son grifos y también duchas o bidés en las habitaciones o todos los de las cocinas, la lavandería...). «Esto es un hotel -añade-, pero también un balneario y templo del agua. En el templo, tenemos cinco vasos de piscina y en el balneario otros dos. Se han mantenido circulando con cloro, desinfectadas. Lo único que se ha quitado es el calor, pero todo ha estado funcionando igual que siempre y eso requiere control». Lo mismo que con cabinas y bañeras. Se llenaban cada miércoles, se desinfectaban... Pero, a falta del personal habitual, todo estaba en su lista de trabajo. También la limpieza. Si iban al baño, por ejemplo, pues a limpiar.

El encargado abre el grifo del baño de una habitación. Una vez cada siete días deben hacerlo con todos los grifos del hotel. Celedonio

Además de esas tareas rutinarias han ido tachando de los partes de cosas pendientes todo lo que había. Desde cambiar bombillas hasta sustituir platos de ducha, pasando por lo de la calandria. Arreglo de puertas, maderas nuevas, pintura en muchas habitaciones, cambio del cuadro de luces en la piscina... Una empresa externa se ha encargado de una limpieza a fondo para controlar y certificar toda la seguridad contra la legionella (la tarea que más hay que vigilar en un hotel cerrado).

Y a eso hay que sumar todos los preparativos en cuanto a medidas contra el coronavirus de cara a la apertura. Él habla de dispensadores, de grifos para abrir con el codo o de mamparas, e Iñaki Bedia (del departamento comercial) de las aplicaciones para evitar el papel o de los nuevos protocolos de limpieza de las habitaciones. «Para las tumbonas de la piscina -ahora todas juntas al aire tras desinfectarlas- habrá una limpieza tras cada uso».

José Bedia, otro de los responsables del mantenimiento, retira las escaleras de acceso a la piscina. Celedonio

«Esta es la semana once», dice José Luis mientras hace cuentas. Desde hace unos días ya no están tan solos. Hay gente de administración, un recepcionista (desviaron el teléfono para atenderlo desde casa durante el confinamiento) y personal en los pisos. Antes, solo ellos. Los cuatro para un lugar muy grande. «Estás un poco fuera de lugar», comenta hablando ya de sí mismo. Del José Luis casado con su mujer también trabajando en esta etapa o del José Luis padre de dos críos «en edades que son complicadas». «Bueno, una experiencia más», dice antes de acabar el paseo por el hotel y la charla. Tiene que hablar con Iñaki de algo que hay que arreglar en recepción.

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