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Un universo de padres

Un universo de padres

Con el corazón ·

Viudos, jóvenes, mayores, inmigrantes, los que eligieron adoptar... Hay muchas formas de ser padre, pero todos coinciden en lo mismo: es lo mejor que les ha sucedido. Con motivo de su Día, seis de ellos cuentan sus experiencias

Mariana Cores

Santander

Viernes, 19 de marzo 2021, 07:08

José Miguel Pelayo - Padre viudo

«Eché de menos con quién compartir responsabilidades»

José Miguel Pelayo, junto a su hija, Cristina. Daniel Pedriza

Hace ya trece años que la primera mujer de José Miguel Pelayo murió. Su hija Cristina tenía nueve años. De esta manera pasó a ser «padre y madre», aunque contó con la ayuda de sus padres y la madre de la que fuera su esposa. «Así pude seguir trabajando», recuerda.

El tenerse el uno al otro «hizo que nuestra relación se estrechara mucho, algo que perdura a día de hoy. Cristina es muy casera y soy yo el que tengo que estar continuamente animándola a que salga con sus amigos. Pero ella, donde más a gusto se encuentra es en casa con nosotros. Yo me volví a casar y tengo la suerte de que los tres nos llevamos muy bien».

Pero tampoco le extraña que su hija no quiera hacer muchos planes fuera, ya que «yo tampoco he sido nunca de salir demasiado. Cuando ella era más pequeña y tenía alguna cena o me iba algún fin de semana, siempre estaban los abuelos dispuestos a echar una mano».

Lo más duro para él «fue el tener que tomar yo solo las grandes decisiones, el no tener con quién compartir responsabilidades, pero hemos salido a delante».

Marcial González - Padre adoptivo

«Estoy muy feliz de que mantengan sus culturas»

Marcial Gonzalez, con sus tres hijos adoptivos y su mujer. Alberto Aja

Marcial González tiene tres hijos adoptados y el cuarto está «en camino». Lo único que retrasa la llegada de Wen, el pequeño chino de ocho años, es la pandemia. «Debería estar con nosotros desde la pasada primavera, pero el covid lo ha retrasado todo. Esperamos que en breve podamos ir a por él», cuenta.

Marcial y su mujer tomaron la decisión de que, en lugar de tener hijos biológicos, iban a adoptarlos. Y así llegó el mayor, Mario. De China, en 2007, con tan solo siete meses. Ocho años más tarde recibieron a Merlín desde Filipinas, que contaba entonces con siete años. Y dos años después ampliaron la familia con Ami, una vietnamita de ocho años. «Ahora, cerramos el círculo con Wen», afirma con ilusión.

Al lío habitual de una casa con tres hijos, se le suma «el follón de los idiomas, sobre todo al principio, cuando aún no hablan castellano. En contrapartida, González dice que es una casa muy alegre». Como padre siente orgullo de que sus hijos mantengan sus culturas y que compartan sus recuerdos, «algo que al inicio no hacían, al contrario, pero al verse seguros, florecieron».

Pedro López - Padre a los 21 años

«No tengo la sensación de haberme perdido nada»

Pedro López (segundo por la izquierda), con sus cuatro hijos y su mujer. DM

Cuando Pedro nació, su padre, Pedro López, tenía 21 años. «No estaba planificado, y sí, es cierto que era joven, pero recibimos la noticia con una felicidad absoluta», recuerda. Hoy, su hijo tiene 35 años y tres hermanos más. «Echando la vista atrás, repetiría. No tengo la sensación de haberme perdido nada. Con 30 años ya tenía cuatro hijos. Sin embargo, si me preguntas que si ahora tendría uno, con 56 años, ¡ni loco!», expresa. López cree que, incluso a los 40 años, «ya se es mayor para ser padre. No se tiene la misma energía ni fuerza para criar a un bebé».

Desde su punto de vista, tener un bebé siendo joven «solo supuso ventajas. Aprendes a madurar y a adquirir responsabilidades mucho más rápido. No te queda otra que solucionar los problemas por tu cuenta». «No me arrepiento», insiste.

Tanto su mujer como él proceden de familias numerosas, «en las que estamos acostumbrados a ayudarnos unos a otros, así que cuando nació Pedro tuvimos muchas manos de las que tirar. Tengo 40 primos, así que ya te puedes imaginar cómo estamos de acostumbrados al lío».

Antonio Núñez - Padre a los 60 años

«No sentí ningún vértigo cuando nació mi hija»

Antonio Núñez y su hija, Marina, en Puertochico. Roberto Ruiz

Antonio Núñez tuvo cinco hijos (uno de ellos falleció) fruto de dos matrimonios, lo que le llevó a que Marina, la última, naciera cuando él contaba con 60 años, casi la misma edad que tiene ahora su hijo mayor.

Pero lejos de sentir vértigo cuando le dieron la noticia de que Marina estaba en camino, hace ya 25 años, «estaba entusiasmado, y eso que no sabía que iba a ser una niña. Quisimos esperar hasta el final para saber el sexo», cuenta.

La felicidad completa llegó un 3 de agosto, cuando se enteró de que acababa de nacer su primera hija. Recuerda cómo, cuando subieron a la niña a la habitación del hospital, «a las tres de la mañana, estaba yo solo, y me puse a reír por la situación. Pensé, '¿qué hace un carroza como yo con un esta cosa tan pequeñita?».

Cuando le preguntan qué si no fue una locura haber tenido hijos tan mayor, responde sin complejos: «¿Pero por qué iba a serlo?». En cuanto a lo que pudieran pensar los demás, Antonio Núñez se muestra extraño ante la pregunta: «¿Qué tiene que decir nadie sobre si tengo o no hijos y cuándo? Es algo que solo me atañe a mi y a mi familia», responde tajante.

Antonio Jiménez-Orta - Padre de familia numerosa

«Siento gran orgullo al ver las personas en que se están convirtiendo»

Antonio Jiménez-Orta, junto a su mujer, Marta, y sus siete hijos. DM

Cuando Antonio Jiménez-Orta se casó con Marta no tenían planeado tener siete hijos, pero sí que formarían una familia «abundante». «Somos una pareja con mucha fe y dispuestos a recibir lo que llegara», explica. Así, el mayor de sus hijos llegó en el año 2000, cuando él tenía 29 años, y la pequeña, hace siete. Confiesa que «no es que vayamos a cerrar la puerta a ningún hijo más, pero vamos, que yo creo que como matrimonio, hemos cumplido», dice entre risas. Como es de imaginar, cada día «es una batalla. Cada uno tiene sus problemas y sus laberintos, por los que hay que saber guiarlos. No se puede educar por igual, hay que escuchar y atender a las necesidades de cada uno. ¡Y también aguantar sus cabreos!», relata de nuevo entre risas.

Pero los pros ganan a los contras. «Cuando miro atrás y veo las personas en las que se están convirtiendo, siento una gran satisfacción y orgullo. Los niños no vienen con ningún libro de instrucciones y sólo te queda darles lo mejor de ti y criarles en la fe, con la esperanza de que sean buenas personas. Con eso me doy por más que satisfecho», concluye.

Marco Vinicio Matute - Padre inmigrante

«El estar casi solos hizo que nos uniéramos mucho como familia»

Marco Vinicio Matute, con su hija Abigaíl DM

Marco Vinicio Matute llegó a España procedente de Ecuador en julio del año 2000 y dos después nació su hija Abigaíl. Lo recuerda con emoción: «En ese momento, ¡echas tanto de menos a toda tu familia y amigos!», confiesa.

Lo más complicado fue «organizarnos a la hora de trabajar o cuando la niña se ponía enferma. Mi madre ya estaba aquí, pero trabajaba en una casa como interna, con lo que no tenía disponibilidad».

Relata que, al ser jóvenes, «cuando Abi se ponía mala, las noches nos las turnábamos y aún así, teníamos energías para ir a trabajar al día siguiente». Matute agradece mucho «la flexibilidad» de su jefe. «Trabajo conduciendo autobuses, y me permitía llevar y traer a la niña a la guardería y al colegio. Eso ayudó mucho», explica.

El estar casi solos hizo «que estemos muy unidos como familia. Mi hija me comentó hace poco que, un día, al volver de la universidad, sus compañeros de clase comentaban la lata que les daban sus padres, algo que a ella le sorprendió, porque su relación con mi mujer y conmigo es fantástica». «Eso no me lo quita nadie», destaca orgulloso.

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