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La última noche del año marca, paradójicamente, el inicio de un nuevo ciclo. Esa noche en la que creemos con firmeza que esta vez sí nos apuntaremos al gimnasio o sí comenzaremos ese proyecto que tanto ansiamos. Todos soñamos. Todos celebramos. Sin embargo, la tradición ... de usar pirotecnia genera controversias debido a sus efectos adversos en personas vulnerables y animales. En Cantabria, los ayuntamientos tienen la potestad de decidir cómo regular su uso, y las medidas adoptadas varían significativamente entre los diferentes municipios.
El uso de fuegos artificiales y petardos puede ser un espectáculo para la vista, pero el ruido que generan tiene un impacto considerable en ciertos grupos de personas y en los animales. Personas con trastorno del espectro autista, hipersensibilidad auditiva, bebés y ancianos suelen sufrir especialmente debido al estruendo. En el ámbito animal, los perros son particularmente sensibles al ruido. El veterinario Luis Gutiérrez explica que «el sistema auditivo de los perros es mucho más agudo que el de los humanos, lo que hace que perciban los sonidos con mayor intensidad. Esto provoca reacciones como taquicardia, hiperventilación, temblores, pérdida de control urinario e intentos de huida. En casos extremos, puede incluso derivar en problemas cardíacos o accidentes al intentar escapar». Según estudios veterinarios, casi la mitad de los perros (45%) muestran signos claros de miedo y estrés durante la pirotecnia.
En Cantabria, cada municipio tiene autonomía para decidir cómo regular el uso de la pirotecnia. En algunos casos, se han implementado medidas restrictivas para minimizar el impacto negativo, mientras que otros lugares permiten su uso sin limitaciones específicas. El Ayuntamiento de Santander, por ejemplo, ha puesto especial énfasis en promover un uso responsable. «Somos conscientes de que la pirotecnia es sinónimo de celebración, pero pedimos la colaboración de los vecinos para minimizar el sufrimiento de una parte de los santanderinos», expone el concejal de Protección Ciudadana, Eduardo Castillo. La ordenanza de convivencia ciudadana prohíbe el uso de artículos pirotécnicos sin autorización previa, con sanciones que oscilan entre los 750 y 1.500 euros.
En Torrelavega, Borja Sainz, concejal de Participación Ciudadana y Bienestar Animal, anunció que se redactará un bando especial para Nochevieja, permitiendo el uso de pirotecnia entre las doce y la una de la madrugada sin necesidad de autorización previa. «Aunque la ordenanza regula su uso en momentos específicos durante fiestas, en Nochevieja hacemos una excepción por su carácter especial. Aun así, recomendamos hacer el menor uso posible debido a las consecuencias que puede tener en animales y personas con patologías», señala.
En contraste, municipios como Camargo y Laredo carecen de regulaciones específicas que limiten la pirotecnia. «No tenemos ninguna ordenanza que prohíba ni limite el uso de pirotecnia, los vecinos pueden hacer uso de ella libremente», indica Diego Movellán, alcalde de Camargo. Miguel González, alcalde de Laredo, se manifiesta en la misma línea, afirmando que tampoco cuentan con restricciones. En Castro Urdiales, se ha optado por una regulación temporal. Según fuentes municipales, se emitirá un decreto especial para Nochevieja, similar al del año pasado, que permitirá el uso de pirotecnia entre las 23.30 y la 1.00. El resto del año, su uso está estrictamente prohibido.
Por su parte, en Piélagos, la normativa es clara y estricta. Carlos Caramés, alcalde del municipio, recordó que la ordenanza de 2012 prohíbe portar mechas encendidas, bengalas o artefactos similares en la vía pública, así como explosionar petardos o cohetes sin autorización previa. «Está completamente prohibido, tanto en espacios públicos como privados, por los riesgos que conlleva», asegura. En Cabezón de la Sal, el alcalde Óscar López indica que no tiene constancia de que exista una regulación específica y que, «en principio», los vecinos tienen libertad para usar pirotecnia.
La disparidad en las regulaciones refleja la dificultad de conciliar una tradición profundamente arraigada con la protección de personas y animales vulnerables. Mientras algunos municipios optan por restricciones claras, otros apelan a la responsabilidad individual de los ciudadanos para evitar consecuencias negativas.
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