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La vacuna está impidiendo que la explosión de contagios de la sexta ola se traduzca en muertes en las residencias de mayores, en las que se cuida a las personas más vulnerables y donde el virus ya ha conseguido penetrar. Prueba de ello es que ... de los 44 fallecimientos registrados en Cantabria en esta última arremetida de la pandemia -desde comienzos de noviembre-, solo cinco se han producido en estos centros.
Las residencias de la región acumulan en este momento, según los datos de la Dirección General de Salud Pública, 616 casos activos entre sus usuarios, con 47 de ellos hospitalizados, y 221 entre su personal (la web del Instituto Cántabro de Servicios Sociales -Icass- da cuenta de 580 casos, con 43 ingresos, y otros 207 contagios entre sus trabajadores). Salud Pública añade otro matiz: aproximadamente el 30% de los pacientes hospitalizados son incidentales, lo que quiere decir que están ingresados con covid, aunque el motivo de su ingreso no tiene que ver con esta enfermedad, sino que se debe a otras causas. Entre los residentes actualmente hospitalizados, aproximadamente un 21% lo están por un motivo diferente a las complicaciones derivadas del coronavirus.
Por el momento, la inmunización de los ancianos -prácticamente todos han recibido tres dosis-, está frenando el ataque del covid, que ha infectado a cerca de un millar de ellos durante la sexta ola. No obstante, el acoso del virus se ha agudizado durante este mes: si en la primera semana del año se contabilizaron 261 casos entre residentes, a la siguiente eran ya 420 los infectados, y el dato más reciente arroja ese saldo de 616. «Todavía hay margen temporal para que de todos esos casos haya residentes en los que se puedan producir complicaciones de esas infecciones», advierten en Salud Pública.
Desde las residencias se alaba la eficacia de las vacunas, también en aquellas más golpeadas por el covid, como la San Francisco II, de Reinosa, que cuida a más de medio centenar de usuarios contagiados. «Si no hubiésemos tenido vacunas estaríamos hablando de una situación infinitamente más dolorosa», resume el director de la Fundación Residencia San Francisco, Juan José Lázaro, quien hace un año tuvo que hacer frente a otra avalancha de casos, con consecuencias mucho más duras. «Esta ola ha venido claramente a raíz de los encuentros familiares y sociales en diciembre, y nos ha entrado por varias vías, y cuando entra en los diferentes grupos burbuja, explota. Las personas de los centros residenciales tienen derecho a mantener esas relaciones sociales, que en los mayores son tan necesarias, pero la explosión ha sido inevitable».
Gema Díaz, directora del Centro de Atención a la Dependencia San Miguel, de Meruelo, explica que se encontró con cincuenta casos de golpe, y en su caso han tenido que optar por separar a los no contagiados, ocho personas, de un total de sesenta, para facilitar el funcionamiento del centro. Del resto, solo cuatro han tenido que ser derivados al hospital.
Recuerda Díaz, cuando la residencia funcionó como centro covid, que los usuarios entraban andando y salían en camilla porque su saturación bajaba, «y eso es algo que no sucede ahora». «Sin vacunas, en vez de pacientes asintomáticos y esos cuatro ingresos, tendría treinta hospitalizados y quince fallecimientos».
«Con los trabajadores lo estamos pasando un poco peor, porque está habiendo muchísimas bajas y es muy complicado encontrar gente en el mercado laboral para contratar. Los trabajadores que se mantienen están haciendo un sobreesfuerzo para cubrir turnos y que no se vea afectada la calidad del servicio», expone.
Idéntica observación hace Julia Gurruchaga, directora ejecutiva del Grupo Pro Maiorem, que gestiona algunos de los centros más afectados en esta sexta ola, como las residencias Virgen del Faro (36 casos) y Virgen de la Barquera (43): «La situación es complicada sobremanera por las bajas del personal». «Si bien los contagios no están produciendo muchos síntomas, al final una persona mayor que tiene que estar aislada sufre las consecuencias de ese aislamiento y empeora su calidad de vida, aunque todo el personal esté realizando esfuerzos ímprobos por atender a todos de la mejor manera posible», añade.
En Padre Menni, como indica su gerente, Carlos Pajares, ya están «doblegando la curva interna», con más altas que contagios. En su caso, los grandes problemas derivados de esta profusión de casos son de organización y costes, por la afección del personal y el sobrecoste de la gestión de residuos. «La vacuna es una auténtica maravilla: no hay nadie en situación grave ni complicada, y si muere alguien, muere con covid, pero no por covid. Yo cada día entiendo menos a los antivacunas».
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