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La vacuna «para volver a vivir sin miedo»
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Cantabria ha comenzado esta semana la campaña de inmunización de los pacientes de alto riesgo: 180 trasplantados ya han recibido la primera dosisSon las tres de la tarde. Tras el trasiego matinal, impera el silencio en una de las salas de espera de Valdecilla Sur, aunque ... por la cabeza de quienes van llegando, la mayoría con doble mascarilla y con sumo cuidado de guardar las distancias de seguridad, pasan mil pensamientos mientras contemplan en la pantalla que aparezca el número de su turno. Los miedos, la incertidumbre, las ganas, los recuerdos, los deseos... todo lo que ha alimentado este «durísimo año» de pandemia pasa como una película rápida en los minutos de espera. A todos ellos, noventa la tarde del jueves, la vida les dio una segunda oportunidad años atrás cuando recibieron el trasplante que necesitaban con urgencia. Ahora, aguardan para blindarse de ese enemigo invisible llamado SARS-CoV-2, a sabiendas de que son víctimas fáciles para este virus demoledor, y con la esperanza de que «la vacuna nos permita volver a vivir sin miedo», como destaca Eva Sainz, una mujer de 43 años residente en Ramales de la Victoria, justo instantes antes de recibir el pinchazo. «Estoy deseando que me la pongan, supone un gran alivio. Sabemos que tendremos que seguir cuidándonos mucho, pero te da una pequeña tranquilidad. Ya no sólo por mí, sino también por mi familia», declara esta trasplantada de hígado.
Cantabria ha empezado esta semana la campaña de inmunización de pacientes de alto riesgo, clasificados como grupo 7 en la estrategia del Ministerio de Sanidad. «Si todos hemos tenido que extremar las precauciones para no contagiarnos, imagínate nosotros», declara. En estos primeros días, 180 trasplantados ya han recibido la primera dosis de la vacuna de Moderna en Valdecilla, siguiendo un riguroso protocolo que implica una consulta médica previa, organizado desde el servicio de Medicina Preventiva del hospital. Su responsable, Henar Rebollo, explica que «la fase de los trasplantados es una de la más delicadas y que lleva más tiempo, por ese control médico programado antes»; a continuación se procederá a vacunar a los enfermos renales que acuden a tratamiento de diálisis y a los oncológicos, con quienes contactará personal del hospital para concretar la fecha y el procedimiento a seguir en cada caso. En total, según la estimación realizada desde el Ministerio de Sanidad, son alrededor de 4.000 los pacientes clasificados como frágiles, y que están fuera de los grupos de edad que han encabezado la campaña.
Con una sensación entremezclada de «alegría y nervios», Eva entra en la sala de vacunación, donde la enfermera Esther Liaño ya prepara su dosis. «¿Zurda o diestra? Para ponerla en el brazo contrario por si mañana molesta un poco». «¡Qué ganas tenía!», añade tras responder a la pregunta. «El trasplante me cambió la vida una vez y ahora es esta vacuna la que lo va a hacer de nuevo», confía esta mujer que sabe bien lo que es «tener miedo a salir a la calle; lo intentas hacer todo lo mejor posible, pero ha sido muy duro», aunque agradece el apoyo de la asociación de trasplantados hepáticos, que «incluso puso a nuestra disposición un psicólogo», y el seguimiento realizado desde su centro de salud. Padece síndrome de crohn desde hace dos décadas, la causa que derivó en la enfermedad que le llevó al trasplante hepático hace cinco años. «Me he pasado media vida en este hospital», del que sólo puede decir cosas buenas. «Le acabo de comentar a la doctora que chapó por el protocolo que están aplicando con nosotros, viéndonos en consulta antes de la vacunación».
Antes de sentarse en la estancia en la que tendrá que aguardar los quince minutos de precaución posterior a la inyección, confiesa que lo primero que le gustaría recuperar cuando la pesadilla pase, «sobre todo, es poder reunirme con toda la familia, con toda la gente que hace tanto que no veo. Pienso en viajar de nuevo, pero me conformo con poder volver a salir a tomar un café tranquila. A disfrutar de la calidad de vida que me dio el trasplante hace cinco años. Necesitamos volver a sonreír».
«Me trasplantaron hace once meses, en el momento más complicado de la pandemia. Con las defensas tan bajas la vacuna es casi obligada»
«Me dio un subidón cuando me llamaron para vacunarme, es señal de que se preocupan por uno, nos dan una oportunidad frente al virus»
«El trasplante me cambió la vida una vez, hace cinco años, y ahora es esta vacuna la que lo va a volver a hacer después de un año muy duro»
«Me jubilé hace un año y me lo he pasado metido en casa, apenas sin salir. No poder disfrutar de mis nietos pequeñajos es lo que más siento»
La pandemia ha hecho que «se aprenda a valorar lo sencillo». Es una de las reflexiones que hace Jesús Vicario, otro cántabro de 62 años trasplantado de hígado desde 2004. «Desde entonces tengo otra vida. Quienes lo hemos pasado mal, sabemos lo que se siente cuando ves que la puedes perder», apunta. Por eso le duele que «todavía haya quien diga que esto es una mentira, con la de personas que han caído», se lamenta. «La gente se muere por este virus, esa es la única verdad».
Él reconoce «el subidón» que le dio la llamada para ofrecerle la vacuna, «señal de que se preocupan por uno, de que nos dan una oportunidad para protegernos». Aquella que no llegó a tiempo para quienes engrosan el dramático contador de víctimas del covid –más de 77.000 en España, de ellos 557 en Cantabria–. «Este año lo he vivido con preocupación, pero especialmente por las personas mayores, que son las que más lo han sufrido. Yo me he cuidado siguiendo las pautas, no yendo a sitios cerrados, paseando al aire libre, quedándome en casa la mayor parte del tiempo y acudiendo a la compra cuando suele haber menos gente, bien a la hora de comer o poco antes de que cierren...». Y mientras se cubre el brazo donde acaban de inocularle la fórmula que le blindará de las complicaciones más graves de la infección, se muestra «ilusionado». «La vida es bonita». Con ánimo de encauzarla, de empezar a recuperar el tiempo parado y «más ganas de vivir» recorre el pasillo por el que van desfilando los vacunados.
El mismo por el que se acerca tímidamente Miguel Ángel Villegas, protegido con dos mascarillas. Él es de los que admite que le han rondado las «dudas, por todo lo que se escucha sobre las vacunas», pero se ha guiado del consejo médico: «En nuestro caso, tenemos que vacunarnos sí o sí». El riñón que le permitió dejar atrás el largo tratamiento de diálisis le llegó en el momento más inesperado, en pleno 'tsunami' de covid. «Me trasplantaron hace once meses», cuando la respuesta a la pandemia obligó al hospital a reducir drásticamente la actividad quirúrgica, limitándose a operar lo urgente e indemorable. Con los hospitales de media España colapsados por el impacto del virus, Valdecilla fue de los pocos que logró mantener activa la cadena de trasplantes, beneficiándose incluso de la recepción de órganos que no se podían aprovechar en comunidades más próximas a los donantes. Hasta el punto que en 2020 batió récord de trasplantes renales. Uno de los 63 realizados fue el del santanderino Miguel Ángel. «Varios de los compañeros que iban conmigo a diálisis también fueron trasplantados». Cuando menos se esperaba, retomó su vida sin depender de una máquina, aunque condicionada las 24 horas por la amenaza del coronavirus.
Recién operado, reconoce que los meses siguientes fueron «complicados», «con miedo, porque contamos con las defensas muy bajas y tenemos que cuidarnos mucho más, evitando los sitios concurridos» y echando de menos «todo lo que antes se podía hacer y ahora no». Y esos temores persisten aunque hayan pasado décadas desde que se recibió el órgano. Y da fe de ello Tomás Calvo, el primer trasplantado de Valdecilla (1975) y puede que incluso la persona que más tiempo lleva trasplantada de España. «Nos ha tocado vivir esto, a ver si se va arreglando», desea. «Hay que vacunarse, esta es la solución que hay. Estas cosas no hay que pensarlas ni que tenerlas miedo, porque no tenemos alternativa. Si nos coge el covid, ahí sí que no hay vueltas que darle porque no lo contamos».
Con la operación de Tomás Calvo, aquel 26 de febrero de 1975, se escribió la primera página de la historia de los trasplantes de Valdecilla. Zamorano de nacimiento, era un adolescente cuando una insuficiencia renal terminal le dejaba como única salida la implantación de un riñón sano, en un momento en el que los trasplantes eran algo casi testimonial en España. Se trasplantaba en algún hospital de Madrid, en el Clínico de Barcelona y en el Hospital Universitario de Navarra. Después de un periplo por diferentes centros, tuvo la suerte de aterrizar en Valdecilla, el centro donde volvió a nacer con apenas 20 años y que le unió a Cantabria para siempre, en lo personal y en lo profesional.
Nunca ha podido olvidar aquel día en el que entró a quirófano para ponerse en manos del nefrólogo César Llamazares, al frente del equipo que le colocó el riñón donado por su hermana Angelita. «Han pasado 46 años desde entonces», rememora Tomás, justo después de ponerse la vacuna frente al covid. Historia viva del hospital, no tarda en ser reconocido por el equipo de enfermería. No en vano, además de paciente, ha formado parte de la familia Valdecilla, en la que trabajó desde joven como celador, hasta su jubilación hace justo un año. «Es verdad que no he podido disfrutarla», porque se cruzó la pandemia, que hizo trizas sus planes. «Todo este tiempo lo he pasado prácticamente metido en casa, apenas sin salir», con unas ganas inmensas «de poder achuchar a mis nietos pequeñajos, querer estar con ellos y no poder es lo que más siento», dice sin poder evitar emocionarse. «A ver si con la vacuna podemos ir recuperándonos pronto», concluye.
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Ana del Castillo
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