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A las diez y media de la mañana de este jueves, las puertas de la UCI covid de Valdecilla se abrían para el traslado a planta de Ángel S. F., de 54 años, el último paciente del pabellón 17, donde se han librado las ... batallas más duras contra el virus en la recta final de la cuarta ola. «Contigo cerramos la Unidad», se despedía el personal sanitario, antes de dedicarle un cariñoso aplauso. Un emotivo momento que sólo se había vivido antes en una ocasión desde el estallido de la pandemia. Y fue hace justo un año, el 26 de junio de 2020, con el primer pie en aquella nueva normalidad que duró lo que tardaron en rebrotar los contagios.
Entonces, la salida la protagonizó Santiago Rodríguez, de 73 años, después de 80 días de lucha contra las complicaciones de la enfermedad. Un respiro demasiado corto, como rememoraba ayer el jefe de Medicina Intensiva, Juan Carlos Rodríguez Borregán, mientras contemplaba la sala vacía tras la cristalera del control de enfermería: «Estuvo la unidad cerrada hasta mediados de julio. En agosto empezaron a aumentar los ingresos y desde septiembre, y hasta hace apenas 15 días, llevábamos en una ola continua; salvo algún día puntual, no hemos bajado de los veinte pacientes». Pese a lo simbólico del alta de Ángel –supone el cierre de la Unidad que ha concentrado a todos los enfermos críticos de Cantabria desde la segunda onda de coronavirus–, no echa las campanas al vuelo, consciente de que «en cualquier momento podríamos tener que reabrir. Ahora sabemos cómo es este virus, eso nos provoca muy poca confianza, puede haber un nuevo ingreso cualquier día, esta misma tarde, mañana o el lunes».
Y más teniendo en cuenta el repunte de contagios experimentado durante la última semana y que «la amenaza de las nuevas variantes sigue ahí». La ventaja es que en la actualidad los nuevos positivos son la mayoría personas jóvenes y que hasta la fecha no se han traducido en ingresos hospitalarios. La UCI covid del pabellón 17, estrenada el pasado febrero con 18 puestos, era la única que permanecía operativa tras la favorable evolución de la pandemia. Pero en este año y medio de crisis sanitaria, el servicio casi ha triplicado su capacidad de ingreso. «Hemos llegado a tener 80 camas, frente a las 34 habituales, con picos de hasta 66 pacientes al tiempo, con lo que eso supone de personal de enfermería, auxiliares, respiradores... Un trabajo enorme», resalta Rodríguez Borregán.
«En un primer momento el aspecto épico, que impregnó aquellos meses iniciales, compensó la carga de trabajo y el miedo al virus, pero a medida que ha pasado el tiempo el cansancio ha ido aflorando, tanto físico como emocional, y ya se estaba haciendo muy largo. Había muchas ganas de que esto se terminara», subraya. Desde el inicio de la pandemia, han sido 520 los pacientes atendidos en la UCI de Valdecilla, unos 130 en el contexto de la última curva. «El mes de noviembre fue el peor, incluso más que marzo y abril de 2020. Aunque al principio nos llegó de golpe, en volumen de pacientes fue mayor la segunda ola, la más complicada. Enero fue malo también, febrero algo mejor. La cuarta ha sido un poco más leve, con un pico importante antes de Semana Santa», explica.
Sólo instantes después de la salida del último paciente, reconoce que «no te lo acabas de creer, porque hay muchas cosas pendientes: como cuánto de eficaz va a ser la vacuna, en cantidad y en tiempo; las variantes nuevas que vayan saliendo, si alguna se va a escapar a la vacuna, que es otra espada de Damocles... eso te hace ser cauteloso. ¿Dentro de seis u ocho meses cómo vamos a estar? Pues es que no lo sabemos. Previsiblemente, mejor, pero...».
De la experiencia de los afectados por variantes diferentes a la británica vistos hasta la fecha, apunta que «no hemos tenido volumen suficiente como para decir si son de mejor o peor pronóstico». Lo que sí se ha constatado es que la tasa de supervivencia, si se compara con la del comienzo, ha mejorado. «El año pasado empezamos con una mortalidad global del 20%, en pacientes intubados llegaba a un 33%, uno de cada tres que teníamos que conectar a un respirador, fallecía, era una tasa altísima. Después del verano bajó un poco, no mucho, y después de enero, aún más. En esta última ola ha descendido, pero condicionado por la vacuna, porque ha bajado la edad media de los pacientes al estar vacunada la gente mayor. En esta patología el pronóstico está muy influenciado por la edad, que marca mucho la diferencia».
Si echa la vista atrás, destaca que ha habido «casos especialmente llamativos», desde los más jóvenes –han pasado al menos cinco niños por la UCI–, hasta una embarazada, pasando por «todos los de larga estancia, los que han superado el mes y medio (los ha habido de hasta tres meses), que es muchísimo; conseguir superar eso es muy difícil. Cada caso es especial, todos son diferentes e individuales». Y tras cada nombre, una familia viviendo la incertidumbre en la distancia, «muchas veces confinados en casa, por ser positivos, y pendientes de la llamada diaria del hospital. Se han vivido situaciones muy duras», subraya. El jefe de la UCI admite que el cansancio acumulado ha podido suscitar críticas entre el personal de enfermería, por los días acumulados sin poder librar, pero está «seguro» de que «las quejas en ningún momento se ha transmitido a los pacientes». «Cuando hay una carga tan grande de trabajo, hay que hacerlo, nuestros enfermos no pueden esperar. A la Dirección de Enfermería le hubiera gustado dar todas las vacaciones al personal en su momento, pero esto es algo que no admite lista de espera. Entiendo que todo el mundo tiene derecho a descansar, y más cuando se trabaja mucho, y cuando digo mucho, es mucho».
Por eso confía en que ahora el covid dé tregua, aunque advierte de que «en cuanto relajamos las medidas y nos quitamos la mascarilla, que es la clave, el virus reaparece». A 24 horas de que se flexibilice el uso de la medida de contención estrella hasta la vacunación masiva, Rodríguez Borregán insiste en que «deberíamos ser todos más responsables y cada uno pensar cuándo usarla y cuándo no. Con toda la información que tenemos, sabemos las circunstancias peligrosas, la necesaria distancia de seguridad, aunque no todos lo aplicamos bien». Y avisa de que el virus «seguirá con nosotros» mientras «no esté a la vista la vacunación mundial».
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