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José Ahumada
Santander
Lunes, 14 de septiembre 2020, 07:07
Se llama Ana Lute Kazoka, tiene 54 años y es profesora de inglés. Esta santanderina es una de los cuarenta voluntarios que esta semana probarán la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la farmacéutica Janssen, que se está ensayando en Valdecilla –el trabajo ... corre a cargo de la Unidad de Ensayos Clínicos–, y que se les empezará a administrar hoy mismo. Algo tan simple como las ganas de ayudar es lo que la ha impulsado a participar en las pruebas.
«Me gusta ayudar y hacer cosas de forma altruista; me es gratificante poder aportar mi granito de arena, y en esto, más aún: me hace ilusión poder participar en algo tan importante», explica.
Cuenta que se enteró de que el hospital cántabro tomaría parte en la investigación para el desarrollo de la vacuna gracias al grupo de Whatsapp de exalumnas del colegio San José, y que también habló de ello con conocidos vinculados al Instituto de Investigación Sanitaria Valdecilla (Idival). De hecho, en alguna ocasión ha impartido clases a investigadores del centro, «y más de una vez les he dicho que si les hace falta alguien para alguna investigación yo me ofrezco. Y esta es la oportunidad que siempre he querido de participar en algo, y además algo importante para toda la humanidad».
Reconoce que el hecho de que sea Valdecilla el centro que colabora en los ensayos de la vacuna también pesó a la hora de decidirse –«Valdecilla tiene mucho prestigio, y las investigaciones que se hacen en Idival también están muy reconocidas. Me da mucha garantía»–. Así que no lo dudó: envió un correo electrónico y esperó la respuesta. «Me comuniqué con ellos, envié un email y esperé. Como pasaban los días y leía en el periódico que se había presentado mucha gente, pensé que ya estaría seleccionado el grupo. Pero me llamaron el martes para que fuera al día siguiente. Me hizo muchísima ilusión».
En esa primera cita respondió a un cuestionario sobre su salud. «Han preguntado por el historial médico: si padezco enfermedades, sobre todo respiratorias, si tomo medicamentos... también me han dado un consentimiento para firmar, donde aparece explicado todo el proceso: las veces que nos vamos a vacunar, las visitas... está todo planificado. Después me midieron y pesaron, y me tomaron la tensión y la temperatura. Y me citaron el viernes para realizar una prueba PCR y sacarme sangre para análisis. El lunes (hoy), en teoría, empezaré con las vacunaciones».
El comienzo de las pruebas en Valdecilla ha venido a coincidir en el tiempo con la noticia de la suspensión de los ensayos que venía realizando la farmacéutica AstraZeneca ante la posibilidad de que la enfermedad que se ha manifestado en uno de los participantes –una mielitis transversa–, pudiera tener relación con esa vacuna, un extremo que ahora se deberá investigar antes de poder seguir con el proceso. «A mí no me espanta eso que ha ocurrido. La verdad es que no soy muy aprensiva, y sigo pensando lo mismo: estoy tranquila. En casa, mi hija está ilusionada, como yo, pero a mi hijo no le ha hecho nada de gracia que participe y me ha medio reñido, me dice que por qué tengo que hacer de conejillo de Indias».
Ana Lute Kazoka dice que al declararse la pandemia le sorprendió, como a todo el mundo, la agresividad de la nueva enfermedad, aunque asegura que tampoco lo pasó excesivamente mal durante el confinamiento. «Creo que me adapto bien a las nuevas situaciones, y no tengo un mal recuerdo del confinamiento –también soy de las que tuvieron suerte: tengo perro–. Era otra situación nueva a la que había que adaptarse de la mejor manera posible. Como soy profesora –sobre todo doy clases en empresas–, me apunté a una plataforma internacional por internet para poder dar clases, y gracias a eso pude seguir trabajando. Había estado uno o dos años pensando en que lo tenía que hacer, y al final lo tuve que hacer de la noche a la mañana».
«Esta enfermedad nos ha roto los esquemas de todo: estábamos acostumbrados a hacer cosas que creíamos que nada podría cambiar, con la idea de que los humanos dirigimos el mundo y la naturaleza. Esto nos ha dado un meneo y nos ha demostrado que somos más vulnerables de lo que pensábamos», indica Ana Lute.
Ahora, confía en que el trabajo del hospital santanderino y la contribución de voluntarios como ella ayuden a encontrar una solución contra la pandemia. «Espero que sí. Esto es tan nuevo para todos... Nadie sabe realmente cómo se va desarrollando la enfermedad, ni cómo va a reaccionar a las distintas vacunas que se están ensayando en todo el mundo. Espero que funcione, porque si esto no se soluciona rápido los humanos tenemos un futuro muy negro».
Las reflexiones de Kazoka no son muy diferentes de las de otro voluntario en los ensayos, G. D. C., un hombre de 37 años. «Supongo que me he apuntado por cooperar un poquitín. Ahora mismo estoy en paro, y esa es otra razón: ya que tengo tiempo libre, vamos a usarlo en algo que esperemos resulte útil».
Dice que no siente temor alguno ante los ensayos, como tampoco un excesivo miedo al virus. «La verdad es que no he vivido de cerca ningún caso. Afortunadamente, no se ha muerto nadie cercano a la familia; conozco algunos casos, pero ya más lejanos. Quizás por eso no siento ese miedo».
Eso no le libra de llevar una vida algo condicionada, como la de cualquiera. «Está todo a medio gas. Sales a dar una vuelta, lo cierran todo pronto, las distancias, las mascarillas... Hago una vida 'nuevonormal', todo lo normal que se puede. Me pongo la mascarilla y hago lo que me dicen, que igual no es lo mismo dentro de unos meses. Da la impresión de que estamos en pruebas, a ver qué pasa».
Con la administración de las primeras dosis a los voluntarios, durante toda esta semana, comienza el ensayo clínico de la vacuna en Valdecilla, un trabajo que se prolongará a lo largo del próximo año y medio y contribuirá de forma decisiva a probar la validez de la vacuna experimental de Janssen.
«Se administra con una inyección, como cualquier otra vacuna –explica el director de Gestión de Idival, Galo Peralta–. Para fabricarla la compañía ha utilizado un sistema de producción que ya ha usado previamente, mediante la modificación genética de un virus, una cadena que está testada y que resulta segura y eficaz».
A partir de esta primera dosis, los participantes serán sometidos a un seguimiento exhaustivo que permitirá determinar el efecto de la vacuna en sus organismos. La investigación que se desarrolla en la Unidad de Ensayos Clínicos de Valdecilla (simultáneamente a la que está en marcha en los hospitales madrileños de La Princesa y La Paz y en otros centros de Alemania y Bégica, sobre un total de 550 voluntarios), contribuirá a determinar cuál es la dosis ideal de la vacuna y cuántas deben ser administradas para alcanzar la máxima eficacia.
«Los participantes tienen un cuaderno en el que han de ir anotando algunos datos, como la temperatura, que deberán tomarse de forma diaria durante la primera semana. Cuentan con un punto de control al que podrán recurrir ante cualquier duda, o en caso de sufrir algún tipo de molestia».
Pasados uno o dos meses volverán a ser citados para una segunda inyección, y tres o cuatro meses después recibirán la siguiente. Su seguimiento, y el ensayo, concluirán en, aproximadamente, año y medio.
Las fases
El proceso de desarrollo de una vacuna consta de diferentes fases antes de que comience su producción. En la inicial, preclínica, el producto se prueba en animales. La fase uno supone dar un gran salto al empezar a utilizarla en humanos: se prueba en unas decenas de personas y su objetivo es, generalmente, comprobar si se producen efectos secundarios y cuál es la concentración más conveniente. En la segunda fase, la que se está desarrollando en Valdecilla, los ensayos se amplían a varios cientos de personas y se observa su eficacia y seguridad. En la fase tres participan miles de voluntarios, para intentar descubrir si la vacuna produce algún tipo de efecto poco frecuente.
En esta última fase de ensayos se encontraba ya AstraZeneca antes de verse obligada a detenerla por la enfermedad de uno de los participantes. «Cuando hay un ensayo clínico no es raro que se presente un efecto adverso entre esos miles de participantes, que obliga a interrumpirlo aunque no se sepa si tiene relación con el fármaco. Se dejan de incluir nuevos pacientes y se hace una evaluación externa independiente para entender a qué corresponde el efecto secundario, ya que no tiene por qué haber una relación de causalidad. También se comprueba cuál es el régimen de administración del fármaco, porque la persona puede incluso haber recibido un placebo».
Si se siguiese un itinerario normal, los ensayos de fase tres de la vacuna que se prueba en Valdecilla podrían estar finalizados en 2023, pero es posible que, atendiendo a la urgencia de la situación y siempre que se obtengan buenos resultados, se solape una fase sobre la otra. «Siendo optimistas, y en función de lo que ha dicho la propia compañía Janssen, la vacuna podría estar aprobada para principios de 2022».
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