Secciones
Servicios
Destacamos
Ana Rosa García
Santander
Domingo, 6 de noviembre 2022, 07:39
El tiempo es cerebro. Esa es la máxima que tiene grabada a fuego todo el equipo que forma parte del engranaje del 'código ictus' de Valdecilla. Cuanto antes llegue el paciente con síntomas de sospecha al hospital, mayores serán sus posibilidades de esquivar las secuelas de ese trombo que le paraliza parte de su cuerpo y le impide hablar, siempre y cuando no haya hemorragia (en ese caso, el procedimiento es otro y el pronóstico a veces menos optimista). Cada año se producen en Cantabria más de un millar de ictus, que causan la muerte a alrededor de 250 personas y discapacidad a uno de cada tres afectados. Pero los casos en los que se comprueba que hay tejido cerebral salvable, aún tendrán la oportunidad de beneficiarse del protocolo de urgencia que se implantó en Valdecilla en 2006 y que en la actualidad sitúa al hospital cántabro a la cabeza en España en la técnica intervencionista que hace posible el «milagro» de la recuperación casi instantánea: la trombectomía. Consiste en introducir un catéter por una arteria del brazo o de la pierna para 'desatascar' el coágulo, que la mayor parte de las veces ha partido del corazón.
Noticia Relacionada
Si la media nacional está en 15,3 casos por cada 100.000 habitantes, en Cantabria esa tasa se duplica (llega hasta los 31,1), lo que implica que las probabilidades de salvarse de la discapacidad derivada del infarto cerebral son las más altas del país. Un «éxito» que responde «a un trabajo en equipo de verdad», coinciden Andrés González Mandly y Julio Pascual, jefe de Radiodiagnóstico y de Neurología, respectivamente, dos de los servicios claves en la cadena de atención a esta patología en aumento provocada por la falta de riego sanguíneo en el cerebro.
Siempre hay un grupo de profesionales de guardia localizada (neurólogos, radiólogos, anestesistas, enfermeras, técnicos...) que deja lo que esté haciendo, a cualquier hora del día, la noche o el fin de semana, para responder a la llamada del 'código ictus'. Es una emergencia médica. La diferencia entre una reacción rápida o dilatada es abismal. En la primera el paciente puede llegar a salir por su propio pie del hospital tras sufrir el episodio. En la segunda, las dificultades de movilidad le pueden llevar directo a una silla de ruedas con meses de rehabilitación por delante y convertido en gran dependiente.
Pérdida de fuerza brusca en un lado del cuerpo o de la cara, de las señales más frecuentes.
Trastorno de sensibilidad en un lado del cuerpo o de la cara.
Dificultad para hablar o para comprender.
Pérdida de visión en un ojo, en ambos o en un lado del campo visual.
Dolor de cabeza muy intenso, repentino y no habitual o con déficit neurológico.
«Cuando se activa el 'código ictus', ese paciente tiene prioridad absoluta, igual que los infartados», destaca el jefe de Urgencias, Gonzalo Pérez Rojí. «Si el aviso se ha recibido a través del 061, los neurólogos de guardia ya están aquí para cuando llega; otras veces, si viene trasladado por la familia, es el médico del triaje quien identifica la patología neurológica y llama de inmediato al neurólogo», explica.
Ahí empieza una carrera contra reloj para evitar que el daño cerebral vaya a más. El margen para practicar la trombectomía no puede superar, como norma general, las ocho horas desde las primeras señales de alarma. «Pero cuanto antes se actúe, mejor», remarca el radiólogo. «Minimizar los tiempos es nuestra obsesión». De ahí que el servicio de Radiodiagnóstico celebre la próxima dotación de una sala de intervencionismo exclusiva para abordar el ictus, dada la alta demanda de esta enfermedad, para no correr el riesgo de que se presente un caso grave –sobre todo en horario de mañana que es cuando se concentra la mayor actividad hospitalaria– y la demora hasta que quede libre una sala para la intervención merme la capacidad de ese paciente de salir adelante con garantías.
«Porque la trombectomía mecánica tiene un impacto brutal, capaz de hacer que los síntomas que tiene el paciente reviertan de forma rápida, es como un milagro», remarca Pascual. Pero el factor tiempo es el motor. «El protocolo se activa cada vez con más frecuencia, porque las indicaciones de este tratamiento no paran de crecer. Hace más de diez años que no tenemos límite de edad. Lo que se intenta es que el paciente pueda recuperar la calidad de vida que tenía antes del ictus, aunque tenga 90 años. Por eso, si hace tiempo hacíamos unas 70 trombectomías al año, en 2021 llegamos a las 182, lo que sitúa nuestra tasa como la más alta del país, seguida de Asturias yPaís Vasco», explica González Mandly. Y no hay que perder de vista, añade, «que cada paciente que queda con secuelas tiene un impacto económico, sanitario y social, de entre 25.000 y 30.000 euros al año. De esos 182 casos a los que les realizamos la trombectomía el año pasado, en un centenar hemos recuperado su función normal, son cien familias que de otra forma verían condicionada su vida por esta discapacidad», destaca el jefe de Radiodiagnóstico, que recomienda «que nadie se quede en casa si nota que se le duerme el brazo, pierde fuerza en un lado del cuerpo, no puede hablar o pierde visión en un ojo, no hay que dudar: ¡Al hospital, ya!».
En el momento que el paciente es instalado en un box de Urgencias, lo primero es confirmar la sospecha y descartar otras patologías que puedan presentarse con síntomas similares, como una migraña con aura, una hipoglucemia, un vértigo periférico, un tumor o incluso un traumatismo cerebral. «Se le hace analítica y electrocardiograma y, lo más pronto posible, un escáner basal para descartar que no tenga una hemorragia cerebral», explica el neurólogo Enrique Palacio, a cargo de esa labor de descarte, junto a sus compañeros Marián Revilla, José Luis Martín Gurpegui y José Luis Vázquez. «Si no se ve ninguna otra patología, se realizan otros dos tipos de escáner. El de perfusión, que detecta las zonas del cerebro que tienen una disminución del flujo sanguíneo y eso nos ayuda a saber cuál es el área de tejido que ya está infartado, que no sería recuperable. Yluego se procede al AngioTAC para revisar las arterias cervicales y craneales y localizar la oclusión». Todo eso, en los primeros 15 minutos desde el ingreso. Si los resultados indican que cumple los criterios para una trombectomía –«el otro tratamiento posible, pero menos frecuente, es una fibrinolisis, medicación que disuelve el trombo, pero que a veces no se puede poner por contraindicaciones»–, entra en juego el neurorradiológo intervencionista de guardia: el propio González Mandly, Alberto Gil, Eduardo Torres o Enrique Montes conforman el equipo de Valdecilla.
«Para este procedimiento son también esenciales el equipo de enfermería y los celadores de Rayos, que tienen que tener la sala preparada en tiempo récord, y los anestesistas de guardia», remarca Pascual. En cada 'código ictus' se pone en marcha un engranaje en el que, como mínimo, están involucrados una veintena de profesionales. «Es muy gratificante, tras extraer el trombo, ver cómo ese paciente que llegaba hemipléjico y sin ser capaz de hablar, se puede retirar el tubo con la mano que antes tenía paralizada.A veces, tardan un poco más en recuperar, pero en cuestión de horas ya están andando por la planta», destaca el jefe de Radiodiagnóstico.
Una vez realizada la trombectomía, el paciente ingresa en la UCI o directamente en la Unidad de Ictus, ubicada en la Unidad de Alta Resolución Hospitalaria, «donde se ha demostrado que los cuidados en las primeras 24-48 horas reducen enormemente las complicaciones, la recurrencia del ictus y la posibilidad de dependencia posterior. Estos cuidados se basan en el control muy estricto de la tensión, la glucemia y de los fármacos antiagregantes-anticoagulantes, cuyo control ha de ser muy 'fino' las primeras horas», subraya el jefe de Neurología, que recuerda que «en Valdecilla ingresan alrededor de 1.000-1.200 ictus al año, de los cuales el 85% son isquémicos y, por tanto, potencialmente curables si llegaran a tiempo». Aproximadamente 250 fallecen, siendo la primera causa de mortalidad en mujeres mayores, la primera causa de discapacidad en ancianos y la segunda causa de demencias detrás del alzheimer.
El frecuente olvido de palabras es una de las secuelas que el ictus dejó al popular empresario José Campos (57 años). «Lo menos que me pudo quedar», admite aliviado tras ver en el hospital a otros pacientes que no han corrido «mi misma suerte». Esa muesca en su memoria le impide nombrar la técnica que le hicieron de urgencia aquel 17 de marzo de 2020, recién decretado el estado de alarma por la pandemia, el día que «mi hija, mi mujer y Valdecilla me salvaron la vida». Gracias a aquella trombectomía, hoy puede caminar, hablar, continuar con su día a día y compartir su vivencia. «Aquella noche me había acostado perfecto. Mi hija, que entonces tenía 6 años, fue un ángel; sin querer, me dio un codazo mientras dormíamos que me despertó a las tres de la mañana. Me asusté al ver que tenía dormido todo el lado derecho del cuerpo. Me tiré al suelo para despertar a mi mujer y ella actuó muy rápido».Enseguida llegó la ambulancia del 061 y apenas media hora después ya estaba en el hospital, donde le intervinieron para extraer el trombo. «Esa rápida reacción es lo que evitó las secuelas físicas. Lo que tengo es que se me cruzan palabras, me cuesta hablar como antes, a veces busco sinónimos cuando no me sale lo que quiero decir... pero doy gracias a Dios», comenta el exmarido de Carmen Martínez-Bordiú. Atrás quedaron las noches «en las que me daba miedo dormir, por si me volvía a pasar». Entre los recuerdos de aquellos primeros días, «lo más duro de todo fue volver a casa y no saber cómo se llamaba mi hija, la veía y sabía que era ella, pero era incapaz de acordarme de su nombre». Tras el ictus volvió a dirigir incluso su Galería Culturas, en el Primero de Mayo, pero «al final tuve que dejarlo. Antes era todo relaciones públicas, contacto con la gente, pero esas dificultades para comunicarme me generaban mucha ansiedad. Ahora me dedico a mi familia. Intento no coger el coche, porque me despisto mucho». Pero recalca que «lo que no olvidaré nunca es el espectacular trato de Valdecilla, estoy aquí gracias a ellos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.