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«¡Ojalá, nos equivoquemos!». Cuando el gerente de Valdecilla, Rafael Tejido, que siempre tiende a ver la botella medio llena, empieza la conversación con esas palabras, malo. El vertiginoso avance del virus, reactivado por los encuentros sociales de las Navidades y la amenaza de la variante británica ... , muchísimo más contagiosa y cada vez más presente en las muestras que llegan a los laboratorios de Microbiología, ha llevado a los hospitales a reajustar sus planes de choque en previsión de una tercera ola «más fuerte, más potente» que las anteriores. «Probablemente estamos en el peor momento de la pandemia, por eso hay que estar preparados cuanto antes», advierte Tejido, que esta misma semana ha duplicado la disponibilidad de camas de hospitalización covid hasta las 200, tiene operativa la nueva UCI del pabellón 17 y ya ha planteado empezar a suspender intervenciones programadas (se sustituyen por cirugía mayor ambulatoria, que no requiere ingreso), pruebas diagnósticas y consultas presenciales no urgentes «durante un mínimo de tres semanas, hasta que volvamos a estar en un entorno seguro para pacientes y profesionales».
Una medida esta última que se logró esquivar en la segunda ola, cuando apenas se cerraron tres de los 29 quirófanos. El grueso de la actividad se mantuvo, pese a que la tasa de incidencia superó los 550 casos por cada 100.000 habitantes. «Fue duro, pero los hospitales aguantaron bien», recordaba el nuevo director de Salud Pública, Reinhard Wallmann, el mismo día que asumió el relevo de Paloma Navas.
Sin embargo, ahora hay un componente añadido que ensombrece «la luz» de la llegada de las vacunas anticovid: «Algo ha cambiado, la velocidad de la pandemia es otra», advierte el gerente de Valdecilla. «En una sola semana hemos triplicado los ingresos. Esta onda va a tener más impacto que la de noviembre». Tejido reconoce abiertamente su preocupación. «Lo veo negro desde hace tiempo, la variante británica va demasiado rápida». De ahí que el plan de contingencia se haya readaptado al mismo ritmo que la propagación del virus, ajustándose a un escenario más pesimista. «Si las cifras siguen igual, nos enfrentamos a semanas complicadas. Hay que ser realistas», señala.
Recuerda que en marzo, cuando estalló la pandemia y se acumularon más de 200 pacientes ingresados por covid en apenas quince días, «ayudó el confinamiento y que el hospital estaba muy vacío», precisamente porque se canceló con antelación toda la actividad no urgente para centrar todos los esfuerzos en contener la embestida de coronavirus. «Pero ahora tenemos una ocupación altísima» (además de los 109 pacientes covid hay otros 600 de otras patologías) y el reto de la organización sanitaria siempre ha sido combatir la pandemia sin dejar de atender el resto de enfermedades, que no han dejado de existir. Los indicadores fijados por el Ministerio de Sanidad, en función de los cuales se establece el nivel de alerta (Cantabria sigue al borde del 4), miden precisamente eso, la capacidad de respuesta y, por ende, el riesgo de colapso.
Entre las ventajas frente a las ondas previas, ahora el enemigo también es más conocido (permite blindarse frente al contagio y se ha avanzado en su tratamiento) y hay un elemento que ha entrado en escena en esta última batalla: el comienzo de la inmunización del personal sanitario, que casi en su totalidad ha recibido la primera dosis de la vacuna de Pfizer. Pero aún así, la previsión habla de una demanda de hospitalización disparada. La proporción de ingresos se sitúa en el 10% de los contagiados. Si los positivos se multiplican, comienza el efecto dominó. Por cada diez ingresados, dos se complican y acaban en UCI, y uno muere. La tasa de incidencia acumulada en 14 días (333 casos por cada 100.000 habitantes) se ha doblado con respecto al dato previo a las Navidades. La mayor presión vuelve al área de Cuidados Intensivos, donde se solapan los enfermos de la segunda ola con los de la tercera (ayer eran 25 los atendidos). El techo que alcanzó Valdecilla en noviembre, absorbiendo también los casos más graves de los hospitales comarcales, fueron 42 pacientes críticos.
Rafael Tejido - Valdecilla
Mónica Hernández - Laredo
El refuerzo de camas UCI covid, una vez operativo el pabellón 17, recién reformado y con 18 puestos adicionales, llega hasta las 60. «Vamos a tener estructura suficiente, el hospital no va a llegar a tener saturación», confía Tejido. A las séptimas plantas ya ocupadas de las Tres Torres y del edificio 2 de Noviembre, se han sumado las sextas, desplazando a otras ubicaciones a los pacientes de Urología, Neumología, Cirugía Torácica, Otorrinolaringología, Cirugía General y Digestivo. De nuevo, vorágine de traslados y adaptación de nuevos espacios de aislamiento ante una embestida del virus que, esta vez, viene con «un nubarrón amenazante» procedente de Reino Unido. De imponerse esa variante del coronavirus, Wallmann ya avisó el miércoles que es capaz de multiplicar por ocho en un mes el número de contagios, y, en consecuencia, las hospitalizaciones, ingresos en UCI y fallecimientos.
Valdecilla vuelve a contar con el 'colchón' de Liencres (no llegaron a cerrarse las camas abiertas en noviembre, y ahora se amplían a 28) para acoger una parte de los pacientes de Medicina Interna desplazados de las plantas reconvertidas para covid. También el servicio de Urgencias ha ampliado su circuito de aislamiento, habilitando el área de consultas más próximo a la entrada, por si la afluencia aprieta. Preparativos que van acompañados de estrictas medidas de seguridad (más control de visitas, suspensión de reuniones y cursos presenciales, así como de prácticas docentes universitarias, aumento de triajes...) y que se extienden a todos los hospitales cántabros.
Sierrallana, que ni siquiera ha contado con la 'tregua' de las Navidades, debido al brote interno detectado en una de sus plantas no covid, también ha actualizado su plan de contingencia con la esperanza de que sea «la batalla final». Así lo apunta su gerente, Pedro Herce, que también tiene reciente la adaptación de Tres Mares como hospital covid a raíz del foco de la residencia de Reinosa, ya superado. «A diferencia de la primera ola, que tuvimos que ocupar incluso las instalaciones del CAD y el centro de día del Asilo, nuestro plan ahora mantiene los cambios que ya hicimos entonces: el gimnasio de Rehabilitación acondicionado como zona de urgencia covid y una planta adicional de hospitalización, que antes estaba dedicada a zona de consultas y despachos, que nos permite llegar a las 74 camas actuales», señala.
Pero, en caso de apuro, el hospital de Torrelavega puede llegar hasta las 111, que es el pico de pandemia de marzo, a las que se añadirían las 24 de Tres Mares. Si se supera esa línea roja, se aprovecharían dos plantas del nuevo edificio de consultas externas. «Lo que más nos preocupa son los recursos humanos», admite Herce, más después del impacto del brote que afectó a 26 profesionales. Un «susto» con aprendizaje: «Tenemos que ser muy estrictos en las visitas (solo un acompañante y siempre que esté justificado), limitar las rotaciones a un máximo de dos personas por paciente; e intensificar los test entre pacientes y profesionales para detectar y aislar. Es la única forma de contener el virus». Su otra preocupación tiene que ver con la asistencia de los casos críticos. «Es nuestra limitación más importante. Mientras Valdecilla pueda asumirlos, podremos mantener la actividad quirúrgica. Pero si tenemos que dedicar el área de Reanimación como UCI covid, tendremos que dejar de operar», admite el gerente de Sierrallana. Por el momento es el hospital que parte en mejor situación de cara al azote de la tercera ola, con 35 pacientes ingresados. Esta vez, no está en sus planes derivar la urgencia pediátrica a Valdecilla, como en marzo.
También la gerente de Laredo, Mónica Hernández, está atenta a la evolución de Valdecilla, porque depende directamente de él. Mientras pueda derivar a Santander el exceso de pacientes, la pandemia no afectará al resto de la actividad del hospital pejino, el más limitado en estructura. «Nuestra planificación ahora es similar a la de la segunda ola, contamos con 35 camas covid para casos confirmados y sospechosos», explica. Y, al igual que Sierrallana, sus casos críticos los absorbe Valdecilla. Fue precisamente en Laredo donde se encendieron las alarmas la semana pasada. «El 8 de enero, registramos un pico de 28 ingresos, que para nosotros es muchísimo», declara Hernández. «Hemos sido los primeros en notar este rápido aumento», consecuencia de la elevada tasa de incidencia que registra el municipio: por encima de los 900 casos por 100.000 habitantes. Por el momento, el centro no ha tenido que suspender cirugías. «No quisiéramos llegar a la situación de marzo», cuando llegó a acumular 65 positivos y 12 sospechosos, prácticamente el 75% del hospital. «Ahora iremos adecuando la actividad en función del alcance de la ola. Ya hemos reforzado al personal del área covid. Y nos da mucha esperanza tener ya a la mayor parte de la plantilla, incluidas las contratas, con la primera vacuna puesta».
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