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Recién incorporada después del infarto sufrido hace casi tres meses, Celia Gómez (León, 1963) toma las riendas del Servicio Cántabro de Salud en un momento crítico, con la tercera ola cogiendo impulso y el plan de vacunación en el centro de la polémica. Recuerda « ... los momentos angustiantes» tras «el tsunami de marzo» y confía en que el azote del virus ahora «se parezca más a la segunda ola» y no haga falta recurrir al peor escenario del plan de contingencia.
–¿Cómo afronta esta vuelta?
–Casi todos los momentos han sido críticos desde hace casi un año, y es verdad que este es especialmente importante. Junto con la ilusión de tener la vacuna, que produce impulso y da ánimo, porque sabemos que nos puede ayudar a frenar esta pandemia; tenemos la incertidumbre y el temor a que los datos de contagios puedan volver a llevarnos a esa escala. Espero que esta ola sea más como la segunda que como la primera. Se afronta con ganas y dando mucho apoyo a los equipos.
–¿El covid también tiene parte de culpa de su infarto?
–Nunca se sabe cuál es el determinante, pero 2020 fue un año a prueba de infartos. En nuestro equipo hemos hecho doblete. Es verdad que es una situación que nunca hemos vivido antes. Desde luego una posición como esta, en la responsabilidad de hacer que las cosas funcionen, en algunos momentos con pocos medios, en otros con mucha incertidumbre, genera mucho estrés. Son muchas horas, días en los que no puedes dormir porque te asaltan las dudas, las dificultades y el saber cómo dar mejor respuesta. De todo eso, una pequeña parte al menos se va a las coronarias.
–Y ahora estamos ante esta tercera ola con la amenaza añadida de la cepa británica. ¿Cómo está preparándose el SCS?
–Habíamos hecho en mayo un plan de respuesta en el que se planteaban los distintos escenarios, hasta el más complejo, en el que necesitaríamos un hospital en el Palacio de Exposiciones de Santander. Es un ejercicio que teníamos que tener previsto. Con este virus no debemos decir nunca que es difícil que ocurra porque es verdad que esta variante de Reino Unido nos puede colocar en un escenario mucho más complicado que el de la primera ola. Ahora, a diferencia de entonces, tenemos más recursos. Sabemos lo que hicimos que funcionó y lo que ahora haríamos de forma distinta. Sigo esperando que no ocurra, pero la experiencia es importante en estos casos. Si lo que pasó en la primavera pasada fue un test de estrés para los centros sanitarios, si ahora ocurre lo que está viviendo Reino Unido, con la multiplicación de los casos, va a ser un test definitivo y mucho más complicado de gestionar.
–¿Cuáles son las líneas rojas que marcan el cambio de escenario?
–El plan diseñado, con el que empezamos a trabajar en primavera, era utilizar los hospitales públicos para pacientes covid, derivar a pacientes no covid a centros privados que tenían capacidad, salvo las cuestiones que nuestros hospitales tienen que seguir atendiendo. El reto era mantener la mayor parte de esa actividad, porque sabemos que centrar los esfuerzos en la pandemia puede hacer que determinadas patologías se queden desatendidas. También los medios diagnósticos no tienen nada que ver con los del principio, igual que las estrategias de Salud Pública para aislar y contener, y ahora hay otras medidas implantadas para evitar el contacto social.
–¿Cuenta que va a ser más difícil mantener el resto de la actividad?
–Dependerá de los ingresos. Si se repite como en la segunda ola o incluso un poco más, podemos seguir manteniéndolo, pero si se rebasa un número importante...
–¿Cuál sería ese tope?
–No es fácil establecerlo. Pero cuando pasamos de 200-250 ya empezamos a tener dificultades. Pero no es lo mismo cómo influye en un hospital como Laredo, que tiene una capacidad arquitectónica más limitante; que en Sierrallana, donde el problema es tener que asumir los pacientes de UCI covid, ya que limita su actividad quirúrgica. En el caso de Valdecilla, que tiene más margen por los espacios, además de Liencres, hemos hecho un esfuerzo en los Cuidados Intensivos, con el nuevo pabellón. Hay actividad que es imprescindible mantener (infartos, procesos oncológicos, trasplantes, partos...) y ese es el reto.
–¿Se contemplan ahora fases del plan de contingencia que en la segunda ola se veían más improbables? ¿Se plantean habilitar hoteles como hospitales?
–Sí, también está previsto en el plan. Intentamos que todo lo que se pueda hacer dentro de los recintos hospitalarios, se haga. Tenemos la planta -4 de Valdecilla que se podría utilizar como hospitalización, el siguiente salto sería el Palacio de Exposiciones, y también tenemos establecido cómo medicalizar hoteles si fuera necesario.
–¿Están localizados los hoteles?
–Tenemos calculadas las necesidades, cómo hacer el operativo para que en un periodo corto de tiempo (unos días) pueda estar organizado. Si llegamos a eso, estaríamos en un momento similar al del confinamiento de la primera etapa. Entonces hablamos con algunos hoteles, aunque no llegaron a ser necesarios.
–Y si la situación desborda, ¿el SCS cuenta con suficiente personal para hacerlo frente?
–La dificultad siempre es esa, no tanto los espacios, sino quién los atiende. Si llegamos al límite, incluso de habilitar el Palacio de Exposiciones, la reordenación de los recursos humanos es imprescindible. En ese momento, todos los profesionales serán covid. Si llegamos a situación de desborde, probablemente hay que utilizar más medios, personal voluntario, además de jubilados, estudiantes... Es un buen ejercicio de planificación, pero esperemos que se quede sólo en el papel, porque estaríamos en una situación a nuestro alrededor que sería un desastre.
–¿Se han aumentado las reservas de material para esta ola?
–El stock se mantiene, con ocho semanas de reserva estratégica; nuestros centros también tienen su propia reserva de tres meses y hemos incrementado la compra de algunos productos, porque han cambiado algunos usos, caso de las mascarillas FFP2, sobre todo desde que los aerosoles han pasado a ser un elemento clave de la propagación del virus; y si hay algún elemento nuevo, lo vamos añadiendo. Por ejemplo, si los test diagnósticos de saliva, que se están ahora probando, nos dan seguridad, haremos más acopio, igual que hicimos con los hisopos para PCR. De igual manera con la reserva de fármacos.
–Lo que más preocupa es la capacidad de la UCI, ¿cuántas camas hay y cuánto se pueden ampliar?
–Contamos todas las camas de UCI, siempre hay una reserva para lo urgente, porque lo derivado de la cirugía programada en algunos casos se puede demorar, así que funciona como un acordeón. El objetivo es movernos en el entorno de las 120 disponibles, que es con lo que trabajamos ahora. En caso de ser necesario, contaríamos también con las camas UCI de Mompía y los respiradores que hay en quirófanos y reanimaciones de nuestros centros. Eso sería dedicar toda la instalación, salvo la reserva mínima para lo urgente o no demorable de otras patologías.
–¿Y en Atención Primaria? ¿Se vuelven a cerrar consultorios ?
–La estrategia viene a ser similar a la anterior. Si llegamos a este punto de sobrecarga, se cerrará el mínimo posible. Hay que pensar que en Primaria tenemos un elemento que además es imprescindible y que puede complicarse si hay un aumento de los contagios, y es que tenemos que vacunar sí o sí. Y la vacunación es una estrategia poblacional, que la tenemos que hacer con Primaria. Esperemos que el devenir de la pandemia permita compatibilizarlo. No podemos parar en la medida que tengamos vacunas. Y esa es la parte en la que estamos: hasta dónde podemos llegar en la planificación si no tuviéramos la limitación de vacunas. Con la gripe, en tres semanas, vacunamos a casi 200.000 personas, lo que da muestra del músculo de nuestra organización.
–Los hospitales se ofrecen a colaborar con la vacunación poblacional. ¿Se utilizará esa opción?
–Es probable que utilicemos esa estrategia para algunos colectivos, como los profesionales sanitarios autónomos que trabajan en consulta privada (dentistas, fisioterapeutas, podólogos...). En ese caso, probablemente sea más útil concentrarlo en un espacio, fuera de horario, como Valdecilla Sur o el edificio de consultas de Sierrallana. Y el resto, en los centros de salud o en un espacio alternativo cedido por los ayuntamientos.
–¿Para cuándo empezará a vacunarse la población general?
–Vamos a empezar ya con los grandes dependientes que no están en residencias, la semana que viene. Y también con el personal sanitario de los hospitales privados. La limitación son las dosis, hay que ver cómo vamos acomodando los diferentes colectivos.
–¿El día que se empezó la vacunar en el CAD de Cueto, había un plan de vacunación diseñado?
–Sí, estaba fijado en la estrategia de vacunación que primero serían las residencias. Es verdad que nos acababa de llegar la vacuna ese día. Estábamos en los días de aprendizaje y formación del personal. Tuvimos una semana en la que estuvimos a la par poniendo vacunas, formando a los equipos y estableciendo las mejores maneras de transportar la vacuna.
–¿Existía un cronograma para las residencias, que se han quejado de falta de información?
–A todas se les avisó con dos días de antelación, porque Salud Pública iba revisando la situación en cada residencia, en algunas había brotes (de hecho, esta semana acabamos de vacunar y hay cuatro que se quedan pendientes). Las habíamos dividido en dos grupos: las de más de 100 residentes, que funcionan con equipos móviles y las de menos de 100, que las asume Atención Primaria. Se estableció el calendario, pero había que establecer la ruta, porque en los primeros días había criterios de seguridad obligados (acompañados por Policía o Guardia Civil), toda la cadena de custodia de la vacuna tenía algunas dificultades, y tuvimos que ampliar equipos y recursos. Con el aprendizaje hemos ido más rápido. Pensábamos acabar residencias el día 24 y las hemos adelantado a esta semana.
–¿Ha habido improvisación?
–Tuvimos un debate sobre qué hacer con las segundas dosis. Empezamos guardando las segundas dosis, pero lo dejamos de hacer rápido, porque si no el ritmo de vacunación va lento. Cuando comprobamos que nos llegaban las entregas sin rotura de stock, eso nos permitía poder adelantar esa segunda dosis. Ese fue el cambio de tercio que se produjo la semana pasada.
–Esas dudas eran igual para todas las comunidades y fue Cantabria la que se situó a la cola. ¿Qué falló entonces?
–Se había fijado así, se podía haber fijado vacunando con las dosis disponibles hasta agotarlas y esperar a la segunda dosis. El cambio de estrategia fue acertado.
–El consejero aspira a mejorar la coordinación entre Salud Pública y el SCS en esta nueva etapa. ¿No estaban bien coordinados con el plan de vacunación?
–El circuito que seguimos al principio, en el que nos daba la planificación Salud Pública, porque analizaba los brotes, enlentecía el proceso. En la segunda semana, pudimos agilizar. Es fundamental la coordinación con Salud Pública, siempre, y en una pandemia es imprescindible.
–¿En algún momento ha fallado?
–Yo creo que ha ido bien, pero siempre es mejorable la coordinación, entre nosotros también.
–¿Tiene previsto algún cambio dentro de su equipo?
–En principio no, pero dependerá de cómo vayan las cosas. Ahora estamos en una etapa nueva, se mantiene la pandemia, pero hay cosas nuevas. O nos podemos con el chip de lo que toca ahora o alguien se tiene que poner con el chip de lo que toca: la vacunación es el reto fundamental.
–Con respecto a Ambuibérica, los trabajadores denuncian la falta de seguridad y de personal, ¿en qué medida repercute en el transporte sanitario?
–Nosotros seguimos exigiendo lo que establece el pliego en servicios y trabajadores, si no, se sanciona a la empresa, por eso dice que pierde dinero.
–Se acusa al SCS de «mirar a otro lado» y no resolver el problema.
–No miramos para otro lado. Yo no puedo exigir a la empresa que haga jornadas de 24 o de 8 horas, lo que le exijo es que cumpla con el servicio contratado.
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