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Varios clientes aguardan con el bizcocho en la mano a que les sirvan el vaso de leche en una de los establecimientos de Santillana del Mar.
Vasucos de leche a pie de calle

Vasucos de leche a pie de calle

Escenas de estío ·

La curiosa y original oferta acompañada de bizcocho, sobao o quesada, se ha convertido para los turistas en un atractivo más de Santillana del Mar

samira hidalgo y alexander aguilera

Santillana del Mar

Martes, 15 de agosto 2017, 07:47

Tras la postguerra, una vecina de Santillana del Mar llamada María Luisa Gómez decidió darle salida a la leche de sus vacas y al bizcocho que hacía habitualmente para consumo propio. Fue en 1950 cuando abrió las puertas de su casa, sacó una mesa y colocó vasos, una jarra de leche y un bizcocho. Los turistas que por aquella época se animaban a visitar Santillana podían probar esta rica combinación: un vasuco de leche fresca y un trozo de bizcocho, todo por tres de las antiguas pesetas.

Su nieto, José Antonio Iguanzo, trabajador de 'Casa Quevedo', cuenta que al principio la gente se reía de su abuela, pero que luego las cosas cambiaron: «El primer día vendió dos vasos, más adelante cuatro y poco a poco acudían a Santillana cada vez más grupos de turistas, atraídos por las cuevas de Altamira, que antes estaban abiertas al público. Ahí fue cuando los vecinos vieron que iba vendiendo cada vez más y algunos se animaron a seguir sus pasos, como Elvira por ejemplo». Y es que, según cuenta Iguanzo, en aquella época «todos tenían vacas y sabían cocinar bizcocho», por lo que sólo tenían que sacar la mesa fuera y ponerse a vender para ayudarse a salir del bache tan profundo que supuso la postguerra.

Antiguamente, en Santillana había hornos comunes donde la gente llevaba huevos, harina y azúcar y allí enseñaban unas mujeres a otras cómo cocinar bizcochos. «Mi abuela empezó así. Le enseñó la receta una mujer del pueblo y como le salía bien decidió ponerlo a la venta», relata Iguanzo, quien asegura que los tiempos van cambiando y ahora, casi 70 años después, se ofrece leche pasteurizada porque así lo exige Sanidad y a parte del bizcocho, también se puede elegir entre una ración de quesada o un sobao. «Los turistas piden de todo, aunque el bizcocho es lo más típico porque es de mojar y su sabor dulce con la leche queda muy rico», concluye el dependiente. Otro de los cambios es que antes se abría sólo de Semana Santa al Pilar y ahora se abre todo el año, porque la afluencia de gente así lo permite.

Un dependiente coge un trozo de bizcocho para despachar.

Al mostrador se acerca Jaime Cerezo y su familia, que proceden de Córdoba. Están de vacaciones y se alojan con unos amigos en Colombres, Asturias. Se han animado a probar este producto característico: «Lo descubrí por internet y me pareció muy curioso, así que hemos pedido quesada, sobao y el vaso de leche. Es un buen recuerdo», indica mientras fotografía a sus hijos frente a la Colegiata de Santillana con los bigotes blancos teñidos por la leche. «Me ha parecido especial que los críos vean que no siempre la leche sale de una caja de tetrabrick», añade. Por su parte, su hijo Jaime Cerezo, asegura que la quesada está muy buena y que el vaso de leche también estaba rico: «Aún no estoy lleno, así que repetiría otra vez», asegura el cordobés.

Su amigo, Carlos Cabeza, cuenta que él y su mujer ya habían estado aquí en 2.004, antes de tener a los niños: «Hemos venido a tiro hecho porque nos acordábamos de que teníamos que recorrer la calle hasta llegar a la Colegiata. En trece años no ha cambiado nada y hemos pedido lo mismo: leche, quesada y sobao». El andaluz recalca que lo que más le gusta de todo es «la grasita que se queda al final del vaso». Sus hijos, Carlos y Jesús Cabeza, de once y ocho años respectivamente, aseguran que les ha parecido muy original y que lo que más les ha gustado es el sobao. Tras comer por Santillana, visitarán Cabárceno antes de continuar con su ruta astur-cántabra, elegida entre otras cosas por el clima fresco del que no pueden disfrutar en el sur, debido a las altas temperaturas.

Apoyados en la fachada de la casona, disfrutando de su vaso de leche y una ración de quesada, está el santanderino Pedro Martínez, que indica que ha venido muchísimas veces a este punto de Santillana: «Siempre que vengo repito, así, en vez de pedirme un vermut, me pido un vaso de leche que es más sano». En esta ocasión, ha venido con un amigo de Segovia para que conozca el pueblo. «No podíamos marcharnos sin tomar la leche. Es una cosa típica del lugar. En cada sitio se toma una determinada cosa y este es un producto típico diferente», añade su amigo, Juan Martín.

Sacándose fotos frente al viejo lavadero está Julen Arriegui. Ha venido desde Bilbao con su familia a pasar las vacaciones a Santander: «Me habían hablado de Santillana del Mar porque era bonito. Nos apetecía algo fresco y hemos visto el cartel de 'leche fresca' con algo y hemos parado», cuenta el bilbaíno, que se muestra satisfecho porque «es todo casero». Esta familia ha pedido bizcocho para mojar en la leche y aseguran que no lo habían visto en ningún sitio. «Es cierto que bizcocho puedes comprar en cualquier tienda de aquí que venda productos artesanos, pero lo diferente es que te dan el vaso de leche a pie de calle para que lo tomes al momento, es algo que no habíamos visto antes y si vuelvo me pediré quesada», concluye Arriegui.

La cántabra María López, ha venido acompañada de su familia sevillana. «No es la primera vez que vengo y siempre me he pedido quesada con la leche; sin embargo, hoy me he animado a probar el bizcocho y está muy esponjoso. A ellos les ha gustado mucho y les ha parecido una costumbre curiosa ésta del vaso de leche», explica López, antes de continuar su camino dirección Comillas.

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