Secciones
Servicios
Destacamos
Un túnel transparente que se adentraba en la bahía de Santander bajo el agua desde el museo. La posibilidad de abarloar junto al centro embarcaciones. Ubicar incluso un submarino o un taller de carpintería de ribera en la zona de San Martín y, más real, ... otra nueva ampliación de los espacios del museo. Más a mano «queda completar la necesaria renovación y actualización de la exposición permanente». A Gerardo García-Castrillo (Cudillero, Asturias, 1955) nunca le han faltado ideas. Gestor e investigador, apasionado por su trabajo, el director del Museo Marítimo del Cantábrico (MMC) dejará su cargo antes del verano. Agitador socio cultural del entorno marino y del patrimonio marítimo, autor de estudios, conferenciante, tertuliano, García-Castrillo, doctor en Ciencias Biológicas, especialista en zoología y biogeografía marina, centrado en el entorno de la costa cantábrica, desde 1980 está ligado al MMC. Entre sus actividades museológicas ha sido comisario de dieciocho exposiciones en los últimos doce años.
–Todo proyecto cultural al margen de dimensiones, lo institucional y lo público, ¿crece en el tiempo como reflejo de la persona que lo dirige?
–El director establece propuestas y retos, pero siempre debe ser dentro de una política museística organizada, acorde con la demanda cultural de la sociedad. Donde la institución, en el símil marítimo, es el buque con su personalidad; el equipo, la tripulación, los usuarios son los pasajeros, y donde hay un patrón que marca rumbos y maniobras. Donde el museo debe crecer con la evolución de la sociedad de la que forma parte.
–¿Supongo que uno no se jubila nunca de las pasiones?
–Efectivamente y también mencionaría la vocación, ambas esenciales y muy importantes para una vida profesional. Así es, y ahora podré seguir con las pasiones, fuera del compromiso laboral y de las tensiones del día a día del museo, siempre hay horizontes en donde poner la proa y arribar a nuevos puertos.
–¿Cómo define la identidad singular del MMC?
–Su peculiaridad reside intrínsecamente en los fondos que custodia, su variedad y riqueza, que permiten ofrecer una experiencia diversa y enriquecedora, pero además constituye un foco de comunicación e interés con un poder extraordinario para educar en el conocimiento, generar ideas, inter- pretaciones e incluso sentimientos. Es un museo pequeño, equilibrado con su entorno social, económico y cultural, con claro sentido de servicio público, capaz de contar a través de sus colecciones temas sobre la vida en la mar, las embarcaciones, la navegación, la pesca, la historia marítima y sus gentes.
–Aún le queda rematar la faena, pero seguro que ya ha improvisado algún balance provisional.
–Si no quedaran temas por rematar y se dejaba todo cerrado es que lo habría hecho mal. Siguen naciendo ideas y propuestas. Además se remata positivamente en estos días con la conclusión de la ampliación de un proyecto con medusas en los acuarios del museo, en mente desde hace unos cuantos años, que gracias a la Vicepresidencia ha visto la luz, y otro que en breve también se hará realidad.
–Doce años de intensa trayectoria al frente del MMC. ¿Cuáles han sido los principales retos?
–Los que no se ven, los retos del día a día, son muchas veces los más importantes. Programáticamente hablando siempre he intentado acercar el museo a la sociedad haciéndola partícipe del mismo, incluso sacándolo de su cápsula, como suele percibirse desde el desconocimiento y eso es lo que se ha intentado cambiar. Como agitador cultural pienso que el museo debe insertarse en su entorno, adaptarse y gestionar las demandas y ofrecer alternativas culturales universales dentro de su propia misión.
–¿Usted es más grumete que almirante, o para gestionar un museo hay que ser un lobo de mar con escamas?
–Escamas hay que echar para tratar y resolver determinados asuntos. Aunque prefiero pensar o decir cargado de salitre de los rociones de temporales y marejadas donde nos hemos metido, reales y literarios, pero también curtido por travesías cómodas y rumbos complicados de olas cruzadas. Unas veces hay que ser grumete y bajar a las sentinas, y otras ponerse las insignias de almirante, también adaptarse sin dejarse llevar por la corriente ni agotarse a nadar en contra, mejor ponerse a la capa y luego continuar con el proyecto.
–¿Su labor puede valorarse más gracias a su sencillez, alejada de gestiones ruidosas?
–Cada uno tiene su forma de ser y desarrollar un trabajo. El bombo y platillo, como los fuegos artificiales son por naturaleza explosivos, breves y en todas direcciones se recuerdan y olvidan con rapidez, dejando pocos frutos. Por otro lado, el trabajo sencillo, constante, a veces en la sombra, programado, va calando y dando resultados.
–¿La asignatura pendiente es la de una Santander abierta definitivamente a su bahía?
–Cada vez más Santander mira a su bahía, pero despacio y aún queda mucho por hacer en el frente marítimo. Son muchas las ubicaciones y referencias repartidas por todo este espacio que cuentan historias, muchas olvidadas por la pérdida de referencias. Claro que es una asignatura pendiente.
–Su marcha ha coincidido con el reciente 40 aniversario y con los planes de renovación y mejora, que incluirán una terraza pública. ¿En qué medida cree que influirá en el futuro del museo?
–Acaba de completarse el año del 40 aniversario del MMC, este mes ya arrancamos con los 41, uno menos que mi servicio en el museo (42), así que desde esta perspectiva las reformas han sido positivas, mejorando la situación como ocurre especialmente con el actual proyecto de renovación de gran parte de la última planta. Un acierto esperado.
–¿Hacia dónde cree que deben mutar los museos?
–Más que mutar, prefiero decir evolucionar, aunque para eso se deben producir mutaciones. En cualquier caso, siempre hay que ir con y hacia los usuarios habituales y futuros, y en especial a aquellos sectores con menor acceso a la cultura o que no sienten la necesidad de acceder a la cultura. Donde los museos deben ser transformadores sobre aspectos y proyectos culturales locales, concienciando y enseñando, no de forma aislada sino propiciada dentro de un marco de cooperación cultural coordinada que a veces se echa de menos.
–¿Los parches en los proyectos de renovación y ampliación constituyen el lado oscuro del museo?
–Más que el lado oscuro han sido un impedimento para dar un mejor servicio público, caso de las afecciones acaecidas en la cubierta que afectaban a la segunda planta y últimamente se extendían también a la primera. Menos mal que el actual equipo de la Vicepresidencia y la Consejería han asumido este asunto como prioritario, ejecutándose una obra muy necesaria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.