«Venimos para no perder clase, pero la medida es muy injusta»
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En algunos centros los alumnos muestran con pancartas su molestia con la anulación de la semana no lectiva, pero acuden a claseLa estampa a las puertas de los colegios e institutos de Cantabria no se distinguía de la de cualquier otro lunes. Sobre las 08.30 horas de la mañana, ayer, ya se veían grupos de chavales que esperaban su turno para entrar a clase de forma ordenada, mientras los más pequeños, acompañados de sus padres, se divertían minutos antes de dar comienzo a otra jornada del curso escolar más atípico, marcado por las medidas sanitarias. Así arrancaba en la comunidad autónoma un lunes que, a simple vista, fue como los demás. Pero, según el calendario escolar, debía ser el pistoletazo de salida de la semana no lectiva.
La medida que anunció el presidente del Gobierno regional, Miguel Ángel Revilla, de anular los días de vacaciones trastocó los calendarios de toda la comunidad educativa. Y no fue bien recibida, ni por las familias, ni por los profesores, ni por los propios estudiantes, que trasladaron su protesta a las aulas. ¿Cómo? Con pancartas, vestimentas negras y, algunos, secundando la huelga estudiantil. Aunque esta última opción no convenció a muchos, que prefirieron acudir a clase para «no perder materia» a pesar de no estar de acuerdo con la decisión del Ejecutivo.
Desde las escaleras de entrada al IES Santa Clara, de Santander, sin necesidad de cruzar la puerta, podía leerse una gran pancarta con tres palabras: 'Queremos derechos' seguido de '¡libertad!'. «Y por el instituto hay más», señalaba Ariadne Vargas a las puertas del centro, una vez terminada la jornada. Así reclamaban los estudiantes de este centro sus días libres. De ahí que, a la mayoría, la decisión «le ha sentado fatal». La razón principal es que la semana que precede a la de vacaciones está cargada de exámenes. «Algunos días tenemos hasta tres y la excusa es, precisamente, que luego vienen esos días de descanso», añade la estudiante.
Por supuesto hablaron en clase de todo el asunto y la conversación se coló en los pocos corrillos que se formaron a pesar de la lluvia. La situación sanitaria de Cantabria empeora cada día y el objetivo de la decisión del Ejecutivo regional es limitar los desplazamientos y frenar la expansión del virus. Y los chavales son conscientes, pero la sensación es que «utilizan el instituto como una cárcel, para controlarnos», señalaba Alicia Rubio, otra compañera de primero de bachillerato también molesta por la repentina decisión de anular la semana no lectiva. No secundaron la huelga para no perder materia porque, aunque algunos profesores «dieron una clase más tranquila», otros sí «avanzaron con el temario», explicaba.
La opinión entre los más jóvenes fue parecida, sin importar el curso. Aunque también añadieron otras quejas: «No es el hecho de no tener esos días libres, es el plazo con el que nos han avisado», decía Genaro Gutiérrez tras salir de clase. Pero de nuevo, la molestia viene de la «dura semana» de exámenes que tienen justo antes de dar comienzo a las vacaciones. Un calendario organizado así para después descansar y «adelantar trabajos», añade el estudiante. Cada uno se organiza como le viene mejor y medida es «injusta»
Él y su compañero de cuarto de la ESO Tomás Sainz, decidieron ir a clase y no secundar la huelga para no perderse ninguna lección porque también en su curso muchos profesores continuaron con la materia. «Después de esta semana si unos vienen y otros no, ya no vamos a ir todos ir a la par», comentaba el joven que coincidía con su amigo en el resto de opiniones. Con un par de años de diferencia, Marina, de primero de la ESO, también reconocía estar «molesta» porque, tras haber estado estudiando durante días, esta era «nuestra semana libre», comentaba antes de irse a casa.
El lunes, que debía caracterizarse por las puertas de los colegios cerradas y los planes familiares, pasó a ser protagonista por parecerse a una jornada lectiva. A las puertas del CEIP Dionisio García Barredo, en la Avenida de los Castros, cuando el reloj marcaba casi las 09.00 horas, los pequeños de tercero de Primaria ya se reunían para entrar en clase. Algunas madres formaban círculos mientras esperaban y comentaban la situación. Esther Gómez siempre aprovecha esta semana para irse con sus hijos, Paula y Mario. Pero esta vez la idea de hacer un viaje estaba descartada, por eso la medida no le ha venido mal, el problema ha sido «que nos avisen dos días antes», reconoce.
A su lado Carmen Bezanilla también admitía no estar molesta porque «no trabajo y no me influye demasiado». Además, en su opinión, dados los estrictos protocolos en el colegio «están más seguros». Sin embargo, Delia tenía el día libre y ya había organizado cómo iba a pasar la jornada con su hijo de 8 años. «Íbamos a ir a tomar el aire, pero nos toca traerle a clase», asume con resignación. En otros centros las clases se caracterizaron por otro aspecto: las vestimentas negras que lucieron profesores y alumnos para manifestar su desacuerdo con la medida.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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