Veraneo en la Cantabria rural
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Cuatro familias de fuera de la región explican los motivos por los que escogen todos los años algún pequeño pueblo cántabro para disfrutar de la temporada estivalJavier González Mellado, Vicente Cortabitarte y Pedro Álvarez
Laredo | San Vicente de la Barquera | Potes
Miércoles, 31 de agosto 2022, 07:10
Familia Sierra-Martín | Bustancillés de Soba
«Vamos a poner a Bustancillés en el mapa». Eso le dijeron días atrás Pilar Martín y Jesús Sierra al alcalde de Soba, Julián Fuentecilla. ... Este matrimonio de Talavera de la Reina lleva veinte años de idas y vueltas a su paraíso. «No conocíamos Cantabria y por fin, en una escapada, acabamos en Ramales y nos quedamos enamorados del entorno». Tras darle muchas vueltas, apostaron por adquirir una casa en ruinas en la misma entrada de Bustancillés, uno de esos lugares a los que, mientras se asciende en un camino de curvas serpenteantes, se tiene la sensación de rozar el cielo. Ambos se deshacen en elogios. «Es un lugar espectacular, te transmite mucha paz, y tiene todo lo que necesitas para ser feliz», resume Pilar al tiempo que confirma que: «Para nuestros dos hijos, Beatriz y Nacho, este ha sido el pueblo de sus vacaciones». Y así sigue siendo, incluso ahora que ambos ya vuelan por su cuenta. Sus veraneos siguen apuntando hacia este bucólico enclave. En realidad, ellos le llaman 'La Escarcha', nombre con el que bautizaron un hogar que han ido restaurando piedra a piedra.
Cuando dieron el paso, apenas vivía una mujer en el pueblo. Visto su ejemplo, en la actualidad hay doce casas compradas y habitadas. La procedencia es de lo más variopinto. «Unos son de Gales, otros de Bilbao, otros de Guipúzcoa, otros de Santander y unos de Madrid». Estos últimos han traído al mundo a tres niños, los primeros nacidos en el lugar desde hace décadas. Lo que habla muy bien del futuro de un lugar que tiene encantados a Pilar y a Jesús. La reciente jubilación de él tras 50 años como mecánico les ha espoleado a convertir su lugar de veraneo en residencia habitual. Su intención es abrir una posada en la casa adosada a la suya. «Ahora vamos a vivir nuestro sueño», explican, mientras reconocen que sus amistades les decían que si estaban locos. «Ahora son ellos quienes vienen a vernos y nos cuesta que se marchen», dicen divertidos. «No echamos nada en falta, aquí tenemos de todo», insisten.
Durante estos años han recorrido a fondo toda Cantabria, y en el valle tienen su lugar favorito en el nacimiento del Gándara. En el pueblo destacan la ermita, muy necesitada de una restauración, cuya espadaña envidia la vitalidad que 'Los de Toledo', como les llaman en el valle, han traído a tan bello lugar.
Familia Andreu-Cabeza | Ledantes
Viven en Alicante, pero todos los años están deseando que lleguen las vacaciones para venir a disfrutar de un merecido descanso, en la casa que han construido en la localidad lebaniega de Ledantes, en el municipio de Vega de Liébana.
Luis Andreu es natural de Alicante y Belén Cabeza, de Dobarganes, localidad del mismo municipio donde tienen su casa, aunque cuando tenía dos años se trasladó con sus padres y una hermana a vivir a Alicante. Juntos tienen tres hijos: Diego, de diez años; Alonso, de doce, y Miguel, de diecisiete.
El padre, que es arquitecto técnico, recuerda que conoció a Belén en Alicante: «Nos hicimos novios y en 1998 vine con ella por vez primera a Liébana. Me enamoró esta tierra. Desde entonces veníamos de vacaciones, de alquiler, pero en 2007 surgió la oportunidad de comprar una cuadra en Ledantes y levantamos poco a poco desde los cimientos una vivienda, desde donde se contempla un paisaje excepcional».
Belén, su esposa, valora el buen ambiente que se respira en el pueblo, «donde venimos durante las vacaciones de verano, Semana Santa y Navidad. Nuestros hijos están encantados, porque en estos meses vienen muchas familias, y hay alrededor de treinta niños y jóvenes en el pueblo».
El matrimonio es consciente de que «las posibilidades de realizar senderismo en la zona son inmensas, con un precioso hayedo, por lo que pasear diariamente en este entorno es calidad de vida».
El benjamín de la casa, Diego, reconoce que: «Estamos deseando que lleguen las vacaciones de verano para venir a Ledantes. Me encanta estar aquí y tengo muchos amigos con los que comparto juegos y deportes». El mediano de los hermanos, Alonso, reconoce que «me divierto mucho más aquí que en Alicante, y además se está muy fresquito».
Mientras que Miguel, el mayor, valora «la tranquilidad y la seguridad que hay en el pueblo» y afirma que «disfrutar de las vacaciones aquí, si lo comparamos con una ciudad, no tiene comparación, ya que Diego, Alonso y yo, solo vamos a casa a la hora de las comidas, y el resto del día disfrutamos bañándonos en el río con los amigos, o acudiendo al local de las antiguas escuelas, donde tenemos juegos y podemos ver incluso la televisión».
Familia Jiménez-García | Camijanes-Valle del Nansa
«El norte nos apasiona, aquí en un espacio muy pequeño de terreno contamos con una amplia oferta de lugares para visitar, de actividades para realizar y de una gastronomía realmente buena». Con esa frase Juan Agustín Jiménez resume los principales atractivos que le han llevado a disfrutar con su mujer, Carolina, y sus hijos, Ángela y Adrián, de sus vacaciones en Cantabria. A todo ese listado, hay que añadir el clima de la región como punto a favor para ellos. «Venimos de Madrid, de soportar como hemos podido hasta cuarenta grados, oigo a la gente de aquí quejarse del calor pero para nosotros esto es una maravilla», dice el padre mientras señala al cielo en una mañana cubierta y con apenas 19 grados de temperatura.
En esta ocasión, se han decidido por un pequeño complejo de alojamientos rurales, El solaz de los cerezos, ubicado junto al pequeño pueblo de Camijanes en la entrada al valle del Nansa y que cuenta con una amplia finca rodeada por el río y una variada vegetación. «Los descubrimos por internet, nos gustó lo que ofrecía y al llegar no nos decepcionó, al contrario está mejor de lo que esperábamos», manifiesta Carolina claramente satisfecha de una elección que ya ha recomendado a sus familiares y amigos.
«Aquí tenemos la playa y la montaña pegados, todo está a un paso, aunque hasta ahora como ha hecho sol casi todos los días hemos ido a disfrutar de la playa de Merón, pero a partir de ahora nos planteamos hacer otras cosas», señalan sin sentir el agobio de verse obligados a cumplir con ningún programa establecido.
Tienen la ventaja de que, como asiduos al norte, ya conocen los principales lugares de interés y recursos turísticos que ofrece la región por lo que disponen de su tiempo con total libertad. Pero eso no les libra de planes como hacer alguna ruta, recorrer en paddle surf la ría de San Vicente de la Barquera, visitar el bosque de secuoyas o la cercana cueva de El Pindal.
«Propuestas no nos faltan, pero lo hacemos sin sentirnos obligados a ver nada concreto, preferimos disfrutar de la tranquilidad de cada momento y de actividades que surgen, como el otro día la fiesta del pueblo de Camijanes». Lo que está claro es que han saboreado hasta el último segundo de sus vacaciones, y seguros de que volverán.
Familia Alfaro-Gómez | Barrio Rivas de San Pantaleón de Aras
Las vacaciones de Alfredo Alfaro y Paz Gómez tienen un destino fijo desde que hace 30 años esta vecina de la Casa del Río, en el Barrio Rivas de San Pantaleón de Aras, dejó el pueblo para ir a estudiar medicina a Pamplona. Allí conoció a un navarrico al que le costó poco convencer para que hicieran de este remanso de paz a orillas del río Clarín su destino vacacional permanente. Aquí escapan junto a su hija Sofía desde el municipio riojano de Alfaro. Están tan integrados en el día a día de la pedanía que Alfredo es un fijo cuando hay que echar una mano en cualquier celebración o evento.
Como puntos de fuga les gusta Santoña en clave turística, y Ampuero y Limpias cuando buscan más la tranquilidad de los amigos. En los años de noviazgo les tocó arrimar el hombro para ensilar la hierba. E incluso reservaban fechas para estar en la matanza del chon. Ahora ya no hay ese ajetreo, y Alfredo, carpintero de profesión, aprovecha para hacer las reparaciones de rigor en casa de sus suegros, Pedro y Ana María, que agradecen tener compañía durante el mes y pico con el que Paz estira sus vacaciones.
El río ocupa una y otra vez las conversaciones. Algo inevitable a las puertas de la casa de los abuelos, el hogar donde se crió Paz, a escasos diez metros del cauce. «Aprendí a nadar en el lavadero, donde también viene a lavar, y luego los mayores te dejaban bañar en la presa», explica. Hoy lamenta que nadie ponga remedio a su degradación, convirtiéndolo en una sombra de lo que era. «¿Ves la campa del molino, eso que ves ahí? Era una pradera y ahí hemos disfrutado mucho durante mi infancia», explica Paz, incrédula ante el descuido de un lugar que tiene un encanto incuestionable. Al menos consiguieron que se instalase una depuradora para acabar con los vertidos directos, que provocaron que la casa se llenase de mosquitos.
Sobre el pueblo reconoce que nunca perdió el lazo con sus compañeros de instituto, y por eso sigue siendo el mejor destino para descansar de su ocupación de enfermera. Un enclave en plena Junta de Voto que aprovecha para recomendar allá donde la escuchan. El matrimonio y su hija encuentran mil motivos para ocupar su tiempo. «El lugar es una maravilla. Y nos da mucha calma. Si estuviese un poco más cuidado, sería espectacular», concluyen.
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Ana del Castillo
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