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Sus tres meses al frente de la Dirección General de Salud Pública han transcurrido entre los vaivenes de la tercera ola de covid-19, que ahora enlazará con la esperada a la vuelta de la Semana Santa. «Vamos a pagar todo lo que nos salgamos ... de nuestra red social, que debe ser mínima para no tender nuevos puentes al virus», advierte el epidemiólogo austríaco Reinhard Wallmann. De los datos que escudriña cada día –antes como analista, ahora como mano derecha del consejero de Sanidad– dependerá el alcance de unas restricciones que serán inminentes.
–¿A qué escenario nos enfrentamos? ¿Qué va a pasar a la vuelta de la Semana Santa?
–Desde la última onda hemos conseguido bajar un poco y entrar en una especie de 'meseta', que ahora está volviendo a incrementarse, es muy de esperar que, a pesar del 'verano' que ya estamos teniendo, de las medidas en vigor y de la vacuna, van a volver a subir los casos. Vamos a traspasar algún umbral que nos va a situar en un nivel de alerta superior al actual.
–¿Hasta qué punto se puede complicar más que la ola de enero?
–Es difícil de predecir, lo que sí vemos es que hay una actividad basal de transmisión, tras ese aliviamiento de medidas, que va a hacer que vuelva a subir. ¿Hasta dónde? Esperemos que sea inferior a la onda previa. Dado que tenemos un porcentaje significativo de vacunación es de esperar que el virus se choque contra algunas barreras (personas que ya no son susceptibles, bien porque han pasado la enfermedad o porque están vacunadas) y eso nos ayude, le va a complicar propagarse tan fácilmente. En algún colectivo el impacto ya no será tan grave, sobre todo en los mayores de 80 años, donde tenemos una vacunación del 60%; están más protegidos, habrá menos hospitalización y menos letalidad.
–La novedad es que Cantabria llega a esta cuarta ola con la cepa británica como dominante, ¿cómo influirá ese factor?
–Hay consenso científico en tres aspectos: es más contagiosa, está más entrenada para infectar –lo hace consiguiendo más concentración de virus en el tracto respiratorio, y por tanto, resulta más fácil su propagación–; y los otros dos aspectos preocupantes son el incremento en virulencia (las enfermedades son un 60% más graves) y en letalidad. Son tres componentes que agravan la situación.
–¿Las medidas de contención utilizadas frente al virus original van a ser suficientes?
–Un elemento importante es actuar pronto. Si activamos el pack de medidas del nivel 3, va a hacer que se frene, eso seguro. Si no le damos las oportunidades de transmisión, si no hay contactos aéreos entre individuos, no pueden crecer los casos.
–En su primera comparecencia como director avisó de que la variante británica en el momento en que se impusiera 'multiplicará por ocho los contagios, los ingresos y las muertes'...
–El verdadero protagonismo de la variante británica lo vamos a ver en esta onda. En la anterior se solaparon. Quizás va a requerir medidas más contundentes, hay que compensar ese plus de resistencia que tiene.
–¿Además de los tres casos identificados de la variante brasileña, se ha detectado alguno más?
–De momento no. Acabamos de tener dos casos importados, uno de Francia y otro de República Dominicana, que estamos estudiando. Cualquier persona que viene de fuera, automáticamente la sometemos a un cribado y mandamos a secuenciar esas muestras.
–Da la sensación de que no se producen grandes brotes o de que son más controlables, ¿es así?
–A día de hoy hay 56 brotes activos. El 44% de los casos están afiliados a brotes, con alrededor de 2.000 contactos. Predominan los del ámbito familiar, seguidos de los sociales. Tenemos brotes antiguos, que no conseguimos cerrar, como el del centro Fernando Arce, y otros muy explosivos, como el detectado en un barco con 22 casos en El Astillero.
–¿Cuál es la radiografía de situación en Cantabria? ¿Qué municipios ya dan señales de alerta?
–Todo surge de la parte occidental, sobre todo, del área sanitaria de Torrelavega y ahora también de Reinosa. Es curioso porque son las dos áreas que en la onda anterior fueron menos afectadas. Estamos muy encima de algunos municipios concretos, como Polanco, que tiene una incidencia a 14 días superior a 500 y una positividad alta (por encima del 10%), aunque el hospital no pasa del nivel de ocupación del 10%, es decir, que ese tercer factor no cumple los criterios aún para actuar. Además, Polanco es un municipio relativamente pequeño, rápidamente te sube la incidencia y de igual forma te baja. Hemos conseguido hilar los casos. De los 33 casos detectados en los últimos 14 días, tenemos la mayoría perfectamente conectados en una especie de 'cluster', eso es bueno. Si logras adjudicar los casos a eventos o redes sociales y los estudias, mediante rastreos, consigues una contención considerable. Es mucho mejor que tener casos aislados que no sabes donde se han contagiado. En el caso de Polanco, esa trazabilidad se da, por lo que no hay razón para confinar o perimetrar al municipio.
–¿Qué vínculo tienen entre sí?
–Siempre empieza con brotes aislados que, si se analizan bien, se consiguen interconectar entre ellos. En este caso, se trata de uno familiar y otro laboral.
–¿Algún otro municipio en situación preocupante?
–Los Corrales de Buelna tiene un incremento importante de casos, sobre los que estamos muy vigilantes, con tres brotes (uno familiar, otro relacionado con un bar y un tercero en el entorno educativo) en los que también se han podido identificar las conexiones.
–Puso como límite para endurecer las restricciones una incidencia a siete días de 75 casos por 100.000 habitantes. Viendo la evolución (ahora está en 71) será cuestión de días...
–Queremos ser relativamente rápidos y cautos. Si pasamos ese umbral, del nivel medio al alto, vamos a anunciar alguna medida, volveremos hacia atrás. Y efectivamente, ahí estamos. Si se mantiene por encima de 60 casos diarios, que es lo que hemos tenido en estos primeros días de la semana, el domingo estaríamos casi traspasándolo, pero en festivos y fines de semana nos entran menos casos, con lo cual puede que libremos este fin de semana y se supere la siguiente semana.
–Una medida que se levantó cuando la pandemia empezó a mejorar fue el cierre del interior de la hostelería, ¿esa apertura ha tenido menos impacto del esperado?
–El 2 de marzo hicimos un endulzamiento importante en términos de medidas, en un momento en el que todavía estábamos bajando, poco después de levantar, dejamos de bajar. Quizás, si no hubiéramos flexibilizado las medidas, podríamos haber conseguido una bajada mayor y disfrutar ahora de más tiempo de menos casuística. Hay una cierta proporción entre el tiempo que se aguanta con restricciones y el tiempo que luego te 'compras' para estar en un nivel de riesgo muy bajo. Tocaba aliviar algunas cosas. En función del nivel de alerta se aplican las medidas correspondientes. Consecutivamente, volvemos despacito a subir.
–¿Fue un error aliviar esas medidas y reabrir la hostelería?
–¿Un error? Es muy difícil de decir, depende de en qué parte te pones. Desde el punto de vista de capacidad asistencial, vimos que se podía asumir, no estábamos demasiado apretados. Los hospitales podían volver a su funcionamiento habitual, y tomamos la decisión de que otros sectores pudieran volver a vivir un poco mejor.
–¿El cierre del interior de la hostelería será una de las primeras medidas que se imponga cuando se supere ese umbral?
–Hay que empezar por los lugares donde más riesgo se supone que hay, que son los sitios públicos donde confluye gente que además se quita la mascarilla.
–¿En ese difícil equilibrio entre salud y economía, qué está pesando más en este momento?
–Siempre lo más importante es la salud, lo que más pesa. El virus nos va a obligar a actuar. Cuando empieza a haber demasiados casos graves, éticamente no te puedes permitir no actuar. Desde aquí, somos el actor que representa a esas personas que necesitan asistencia sanitaria, aunque no sean covid. Pero si tienes el hospital atascado, lleno de covid, perjudicas a otras personas que tienen otras patologías, es un perjuicio en cadena. El sistema sanitario no quiere permitir que haya pérdida de calidad y de efectividad en la asistencia.
–Hasta ahora, Cantabria ha evitado el colapso sanitario. De cara a esta nueva ola, con la cepa británica mandando y la vacunación al ritmo que va, ¿hay riesgo de que se saturen los hospitales?
–Lo bueno es que ya hemos conseguido entender bastante bien cuándo hay que ponerse las pilas y cuándo nos podemos relajar un poco, tenemos mucha infraestructura preparada para abordar una nueva ola. Según los umbrales que vamos pasando, hemos conseguido ser un sistema sanitario muy flexible, que escala y desescala según las necesidades. Hemos visto que soportamos bien incidencias de hasta 500 casos por 100.000 habitantes, a partir de ahí hay que bajar, porque el sistema empieza a sufrir, ya no solo el hospitalario, sino el de rastreo y de test.
–¿Satisfecho de cómo se ha gestionado la tercera ola, la primera al frente de Salud Pública?
–Fue relativamente leve, estoy contento. Tampoco hemos hecho cosas muy diferentes, más o menos rescatar medidas aplicadas en otras ondas; sin olvidar que ya veníamos arrastrando restricciones de la segunda onda. Eso ha contribuido a que no sea tan grave. No abrir el interior de la hostelería, por ejemplo, ayudó seguro.
–De las decisiones tomadas, ¿cuál considera más acertada y cuál no ha aportado demasiado?
–Hemos desplegado algún cribado masivo, como el de Go Fit, que se puede pensar que fue una mala decisión, pero yo creo que fue acertada, en el sentido de que íbamos sobre seguro, no queríamos que por ahí nos saltase un foco. Lo que hemos hecho con las medidas que escalamos no fue demasiado agresivo, eso requiere valor. Es más fácil ser súper restrictivo, lo difícil es decir 'asumo cierto riesgo'.
–Pero meses atrás se mostraba más partidario de adoptar medidas contundentes y por poco tiempo, a modo de cortafuegos.
–Ya, se va viendo con la propia experiencia. Me sorprenden mucho países como Alemania o Austria, que han tenido un confinamiento mucho más duro que España y prolongado (con colegios y comercios cerrados incluso) y, a pesar de eso, han bajado poco y vuelven a subir muy significativamente. Eso me descoloca. Y se cae esa hipótesis de que un confinamiento corto te va a aportar mucho. Creo que en España tenemos muy bien asumido el tema de la mascarilla.
–¿Qué opina del último cambio en la normativa, que endurece más el uso de la mascarilla?
–Vamos a ver cómo queda. Fue un poco sorpresa esa ley. Entiendo que querían consolidar el nivel de uso de la mascarilla y quizás se olvidaron de alguna excepción. No tiene sentido que si voy solo al monte me tenga que poner la mascarilla.
–¿Y no le resulta incongruente que no podamos desplazarnos a una comunidad vecina pero sí puedan venir de otros países?
–Sí, no tiene sentido. Es incongruente, pero eso no es mi competencia, es Exteriores quien decide.
–¿Todavía ve factible el objetivo de llegar a vacunar al 70% de la población para el verano?
–Depende del suministro de vacunas. Hacen falta, a partir de abril, unas 45.000 dosis por semana. Con ese número, a finales de junio podemos estar en un 60% de vacunados. Si hay rotura de stock, ese porcentaje va a bajar.
–Se pide a la población que aguante un poco más, con la vista puesta en el verano. ¿Cómo se espera que sea este verano?
–Con un porcentaje tan alto de vacunados, nos va a dar más tranquilidad. Sin embargo, medidas básicas de protección, como la mascarilla o limitar el contacto social, van a seguir estando en vigor.
–¿Será parecido al de 2020?
–Sí. Pero para eso es importante estar en niveles más bajos de los que tenemos ahora. Una incidencia por encima de 100 casos por 100.000 habitantes es demasiado alta para poder estar tranquilos.
–En la tercera ola ya se notó un descenso en la edad de los afectados, a medida que avanza la vacunación ¿lo previsible es que siga siendo así en la cuarta?
–Ahora hay un incremento de incidencia acumulada en el colectivo de 10 a 20 años. Entre los hospitalizados en UCI, la edad media está en los 65 años. Ahora tenemos tres pacientes de 40 a 50 años. Siguiendo la estrategia de vacunación, vamos a proteger bien a los mayores de 80 años, un colectivo donde el 15% fallece, esa es nuestra letalidad. Son, de lejos, los más vulnerables, había que vacunarlos rápido; ya no van a morir por covid. Luego está el grupo de 70 a 79 años, que tiene una letalidad significativamente menor, alrededor del 4-5%, pero cuatro veces más que el grupo previo, que es el de 60-69 años. El miedo que tengo es que ese colectivo nos va a quedar poco vacunado como avance ahora la ola.
–¿Cómo le explicaría a esas personas de 70 a 79 años, que están viendo cómo se vacuna gente más joven antes, que van a tener que esperar siendo el colectivo más vulnerable ahora?
–Esa pregunta se la he hecho a la Comisión de Salud Pública y estoy en contra del corte de edad con AstraZeneca. En mi opinión, se debería cubrir con todas las vacunas que tenemos a los mayores. No dejar a AstraZeneca para menores de 65 años. En Cantabria vamos a acabar entre esta semana y la siguiente con los mayores de 80 años. El siguiente grupo de edad, de 70 a 79 años son 60.000 personas. Tenemos que ponernos las pilas con ese colectivo que tiene un 4% de letalidad.
–De los grandes dependientes que no han podido desplazarse al centro de salud, ¿cuántos se han vacunado a domicilio?
–No tengo los datos desglosados. Grandes dependientes no institucionalizados hay un 59% vacunado, no sé a cuáles hemos ido a casa y cuáles han acudido al centro de salud. Desde Atención Primaria me dicen que están en ello, aunque la mayoría ha hecho un gran esfuerzo para acudir presencialmente al centro.
–¿Con qué más puede sorprender aún este virus?
–Ahora, hay una mutación de la mutación de variante británica, que la convierte en parecida a la sudafricana o a la brasileña, que añade más contagiosidad y, a su vez, es capaz de escapar al sistema inmune (a los anticuerpos). Nos preocupan tanto las variantes, precisamente por ese mecanismo. En los laboratorios se ha visto que los anticuerpos –que son como ruido que le hacen al virus para impedir que conecte con las células que quiere infectar– funcionan peor frente al virus que tiene esa mutación. Esa es la preocupación. Pero hay que tener en cuenta que la respuesta inmune se da en dos niveles: el de anticuerpos, que es la rápida (a ese nivel una mutación de estas te puede infectar); y la de células T, el segundo bastión del sistema inmune. Ahí sí que se ha visto que la respuesta es muy potente y efectiva. Es decir, que las vacunas van a funcionar frente a estas variantes, sobre todo para evitar la gravedad de la enfermedad. Van a evitar hospitalizaciones y a disminuir la letalidad es esos individuos que ya están vacunados.
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