«Con la capacidad actual, sin hacer ninguna actuación, puede funcionar hasta 2061», explica José María Díaz, responsable de la empresa pública de Medio Ambiente, Aguas, Residuos y Energía (MARE), dependiente de la Consejería que dirige el regionalista Guillermo Blanco. La normativa europea exige que la cantidad de desechos enterrados disminuya un 90% en quince años y de forma gradual. Es decir, que esas 95.000 toneladas anuales irán disminuyen progresivamente hasta quedarse en unas 9.500 a medio plazo. Así, las nuevas proyecciones aseguran que el vertedero no alcanzará la cota de 245 metros -la máxima permitida con la autorización ambiental actual- hasta dentro de 30 años.
En ese momento sí que habrá que volver a pensar en una solución, pero actualmente MARE cree que está garantizada la actividad sin necesidad de una ampliación. Esto implica que se detendrá el proceso administrativo para conseguir todos los permisos legales que ya había iniciado el anterior director general de Medio Ambiente, el socialista Miguel Ángel Palacio. Como detalló entonces a El Diario Montañés, la actuación se iba a ejecutar con parte de los 12,4 millones de euros que ingresó a Cantabria la Diputación de Guipúzcoa dentro del convenio de colaboración firmado para que este territorio vasco utilizara la planta mientras construía su propio vertedero.
El dinero previsto para la obra se destinará finalmente a otras actuaciones de MARE
El equipo de Díaz Tezanos señalaba que el proyecto era «sostenible desde el punto de vista ambiental», pero también desde el punto de vista económico: la basura que llegó de Guipúzcoa redujo en dos años la vida útil de Meruelo, pero con el 20% del dinero de esta operación podría aumentarla posteriormente durante más de tres décadas. Con la decisión de apartar el proyecto de ampliación, MARE reserva ese montante para otros proyectos y también para ir aprovisionando dinero para cuando toque acometer la clausura. Cuando llegue ese día, la Consejería será la responsable aún durante 35 años de mantener el lugar y realizar las actuaciones de recuperación del terreno pertinentes.
El vertedero de Meruelo nació con capacidad para acoger 2,5 millones de metros cúbicos de material sólido antes de su sellado y con el proyecto que ahora se queda en el cajón estaba previsto que creciera hasta los 5,2 millones. La opción elegida para esa ampliación frustrada no implicaba aumentar la superficie de la planta y sí incrementar el volumen del vaso donde se depositan los residuos. O dicho de una forma más gráfica: el hueco a rellenar no tendría un mayor diámetro, sino que crecería verticalmente. Esto implicaba que, cuando se cerrara definitivamente el vertedero y se realizara el proceso de rehabilitación del espacio, tendría una cota sensiblemente superior, que rondaría los 250 metros. Finalmente, si en los próximos años no hay nuevos cambios, se quedará unos cinco metros por debajo.
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