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Las idas y vueltas (sobre papel) del tren de Alta Velocidad entre Cantabria y Madrid son mucho más largas que su ansiado recorrido real. Más de una década lleva el asunto en la mesa del Gobierno cántabro, con Miguel Ángel Revilla como adalid de la ... defensa ferroviaria.
La sorpresa en los reiterados planteamientos saltó en la última sesión plenaria del Parlamento, celebrada ayer. Podemos pidió al Ministerio de Fomento que olvidara el tren de alta velocidad y, en su lugar, destinara la inversión a la red de cercanías, la conexión con Bilbao y la creación del corredor del Cantábrico. El Partido Regionalista, lejos de litigar, apoyó esta propuesta.
Los socialistas no se atrevieron a ir tan lejos como sus socios de Gobierno y se abstuvieron por «cortesía» hacia el nuevo responsable de Fomento. Así que los únicos que votaron en contra (y a favor del AVE a Reinosa, por tanto) fueron los populares.
Apenas hace un mes, el presidente Revilla felicitaba al nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Le deseaba suerte en su misión desde Moncloa y confiaba en que «no se pare, sobre todo lo más importante, que es el tren, la obra que todo el mundo ha prometido». Cabe ahora preguntarse de qué tren hablaba el regionalista; ¿El que llega a Madrid? ¿El que llega a Bilbao?
50 minutos entre Santander y la capital vizcaína es la meta de esa conexión que se ha convertido ahora en prioritaria. Con una infraestructura que, además, pueda transportar mercancías y conecte con el Este de la Península.
En cuanto a la conexión con Madrid, el plan de De la Serna era reducir el tiempo de trayecto en una hora. El coste: 400 millones de euros de los casi 2.000 que el exministro de Fomento y exalcalde de Santander, Íñigo de la Serna, comprometió a la comunidad para su desarrollo. Tan claro estaba todo que hasta había fecha prevista para la conclusión de los trabajos proyectados: 2023. Antes, este verano, el estudio informativo estaría a disposición de quienes gustaran consultarlo. El inicio de las obras estaba previsto para el próximo año. Y ahora, ¿qué?
División Las dos alternativas previstas entre Aguilar y Reinosa se dividen en tres tramos: desde Aguilar de Campoo a Mataporquera, uno sobre Mataporquera y desde esa localidad hasta Reinosa.
Condicionantes Las afecciones a LIC (Lugares de Interés Comunitario), a acuíferos y zonas kársticas y a núcleos poblados dificulta el trazado
Objetivo Mantener la centralidad de la estación en Aguilar de Campoo
793 millones es la inversión prevista finalmente para el tramo Nogales-Palencia
340 millones la del tramo Nogales-Aguilar
Entre 436 y 460 millones costaría el tramo Aguilar- Reinosa en función de la alternativa escogida
191 millones será el coste de la duplicación de la vía entre Santander y Torrelavega
En febrero de 2008, durante la multitudinaria cena de FITUR, el presidente cántabro ya habló de la adjudicación «este año» del tramo entre Palencia y Alar del Rey del tren de Alta Velocidad. «A Cantabria se llegará enseguida», enfatizó Revilla, que mencionó como «una realidad» el estudio informativo del AVE con Bilbao.
Un año más tarde le pidió a Magdalena Álvarez, entonces titular de Fomento, «las dos cosas que le hacen más falta a Cantabria: los trenes de alta velocidad a Bilbao y Madrid y la Autovía Dos Mares».
Después llegaría José Blanco como titular de la cartera encargada de repartir dineros para obras. La relación empezó entre odas y acabó repleta de críticas. «Tengo 66 años y quiero viajar en ese tren, Cantabria quiere ese tren», expuso Revilla en su intervención ante el Senado. La respuesta que Blanco destinó a Cantabria apenas duró un minuto; se limitó a apuntar que el proyecto seguía avanzando conforme a los «valores» medioambientales de su trazado. Concretó un poco más en la otra opción: aseguró que la conexión entre Santander-Bilbao sería la primera que entrase en servicio en la Cornisa Cantábrica.
Revilla primero afirmó haberse «quedado frío» y poco después estar «más que satisfecho» con los compromisos adquiridos por Blanco. El año 2015 era el horizonte deseado para ver el tren circulando. El Ministro lo confirmó. Sin embargo, casi de forma simultánea, en declaraciones a un periódico asturiano se contradijo a sí mismo, diciendo que «no era prioritario».
Tras una reunión en Moncloa con su «amigo» José Luis Rodríguez Zapatero, Revilla anunció que en febrero de 2010 se colocaría la primera piedra de las obras del AVE en el tramo Palencia-Villaprovedo. No hubo fiesta alguna; a finales de ese mes, Fomento suspendió el concurso de dos tramos de Palencia-Santander, los primeros kilómetros de línea férrea que apuntaban directamente a la cornisa cantábrica desde la provincia palentina.
El presidente hizo entonces un quiebro. «Es un tema del cual ya no me van a oír hablar casi nada», dijo. Decidió centrarse en la línea paralela, la del corredor Mediterráneo. Así las cosas, amenazó con romper el pacto de Gobierno con los socialistas y se planteó «dar el salto» a la política nacional para «presionar» desde Madrid.
Con Blanco, que anunció un cambio de trazado por Bilbao, ya no tenía nada más que hablar. Revilla se reunió de nuevo con Zapatero y de nuevo salió sin plazos concretos. Así que el presidente y su socia de Gobierno, Dolores Gorostiaga, enviaron una carta al jefe del Gobierno central para reclamar su compromiso y, de paso, cerrar de cara a los medios su crisis a nivel regional. Zapatero no firmó, pero llamó por teléfono para confirmar que el tren estaría en Cantabria en 2015. Tres años después, aún no hay noticias.
En marzo de 2016, Fomento licitó el AVE. Una «gran noticia para la región» de la que Revilla afirmó no haber dudado nunca. Sin embargo, se trataba de la publicación de información previa en el Diario Oficial de la Unión Europea, momento en el que se desconocía la fecha en la que se tramitará el anuncio «real» de licitación, en el que se detallarán todos los pormenores de la obra.
Entonces, Monzón de Campos se convirtió en escenario de la batalla donde representar la reivindicación. Con reparto de documentación incluido, concretamente, el documento que Blanco firmó a Revilla en un estadio inicial. «Ese papel se cumple, por encima de todo, aunque sea lo último que haga». Ante unas 3.000 personas, según los regionalistas, Revilla juró «solemnemente, bajo el castillo de Monzón, que los días que me queden de vida no voy a parar hasta que el AVE de Palencia a Santander llegue, y no voy a cejar ni un día de mi vida».
A punto de finalizar 2011, el presidente regional ya no parecía tener tan buena relación con Zapatero, a quien acusó de no tener agallas para corregir la decisión del «gallego», en referencia a José Blanco.
En 2014, el PRC se quedó solo en su reivindicación. El PSOE ya no consideraba prioritaria la demanda del AVE mientras los populares reclamaban a los regionalistas que asumieran sus responsabilidades en la pérdida de la infraestructura. Ambos partidos votaron en contra de la propuesta para reclamar al estado sus compromisos.
El fuego de la Alta Velocidad se fue apagando y apenas quedaron las brasas durante los siguientes cuatro años. Cada cierto tiempo, se volvía a mencionar el asunto. Una especie de mantra que en resonaba en los pasillos parlamentarios, en el espacio mediático, en la cabeza de los ciudadanos que seguían escuchando hablar de un tren que nunca llegaba.
En el Foro Económico de El Diario Montañés, Revilla repitió, como cinco años antes, que no iba a hablar más del tema. «Reconozco que nos hemos bajado..., la ropa». Con ese preámbulo, el presidente de Gobierno de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, anunció que la autonomía cambiaba el criterio y apoyaría a partir de ese momento el proyecto de conexión ferroviaria con Madrid proyectado por la Universidad cántabra y presentado en su día por el Ejecutivo de Ignacio Diego. En un ejercicio mezcla de realismo y posibilismo, Revilla proclamó que «nos conformamos con ese tren de 400 millones de euros», que al parecer ya cuenta con el visto bueno y la aprobación del Ministerio de Fomento. Como corolario a esa involución en la reivindicación, el presidente del Gobierno regional remachó con un resignado «lo aceptamos para que por lo menos se haga algo».
Francisco Martín, también hablaba del tema en 2016 y decía que la situación de Cantabria en materia de conexiones ferroviarias «Es casi un castigo, nos tienen aislados». Podemos por su parte, añadía que «Las infraestructuras de Cantabria no pueden ser el chiste de este país». Ciudadanos, por su parte, habla de «dejadez absoluta» y echa en falta «pelea». Sólo el PP evita meterse de lleno en el asunto.
Entonces, Íñigo de la Serna, desde el atril ministerial, anunció cambios. De la Alta Velocidad a un sistema de altas prestaciones mixto para pasajeros y mercancías que permita a la región salir del vagón de cola de las infraestructuras. Tramos de vía de alta velocidad y convencional para realizar el viaje entre Santander y la capital española exactamente en 2 horas y 59 minutos.
Era difícil prever que una moción de censura tumbaría al Gobierno y que, de nuevo, los planes en torno al tren quedarían en el limbo. «Ni esos 400 millones de euros invirtió De la Serna», se lamentó Revilla en el Debate sobre el Estado de la Región celebrado este martes. Las vías no tienen horizonte a la vista. En tren a Cantabria, tampoco.
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